Reflexiones desde casa. Día 8
Cuando acabe el estado de alarma nos convertiremos en hijos e hijas de unas calles, ya seguras. Intercambiaremos también conclusiones y críticas de cómo y por qué llegamos a esta pandemia que nos arrebata a miles de seres queridos, a la cabeza de los cuales están nuestros mayores. Ni siquiera hay despedidas en condiciones para los fallecidos por coronavirus. Terrible, terrible, terrible.
Reflexiones desde casa. Día 7
Reflexiones desde casa. Día 5
Reflexiones desde casa. Día 4
Reflexiones desde casa. Día 3
Reflexiones desde casa. Día 2
Reflexiones desde casa. Día 1
La mejor manera que tenemos ahora de ayudar a nuestro país y a nosotros mismos es quedarnos en casa. La pandemia del coronavirus ataca en todo el mundo, y se ensaña especialmente con contagios y muertes en Europa. Nunca antes habíamos vivido algo semejante. Soy optimista, pensando sobre todo en nuestro ejército de sanitarios. Pero les debemos ayudar obedeciendo todas y cada una de sus recomendaciones.
Al aumento de contagios y muertes por coronavirus no se le puede denominar normalidad. No las tengo todas conmigo de que en España se esté haciendo todo lo debido para frenar la enfermedad, empezando y acabando en que, si hay que suspender eventos para mayor seguridad de todos, se hace y punto.
Aunque las estupideces de la raza humana no tengan remedio, el coronavirus terminará por tenerlo. Será cuestión de tiempo. Un periodo en que los Gobiernos deben darlo todo (la verdad), trabajar en común, y acometer el contagio con medidas valientes. Todo lo contrario a la aparición de esta sospechosa enfermedad de origen chino, que acarrea otro año malo dentro de este desafortunado siglo.
Cuando hablamos del bienestar, percibo una brecha generacional respecto a la trascendencia que ha de tener la cultura en nuestras vidas. La irrupción de tecnologías y su aplicación al ocio, no debiera ser excusa para que los jóvenes no sean participes de la oferta cultural de las instalaciones públicas. En tiempos tan cambiantes, las programaciones culturales basadas en la cantidad deben mutar a una calidad persuasora. Es lo que marca la diferencia y mejor engancha a la cultura.
El cierre de Sniace nos ha devuelto a la verdadera realidad que viven muchas empresas de Cantabria, amenazadas en su continuidad por el fantasma del cierre. Quien tenga más culpa de lo que está sucediendo, que a mi entender es el Gobierno Central, no debe contemplar otra medida distinta a revisar decisiones que destruyen el empleo, como en el caso concreto de la fábrica de Torrelavega.
Los históricos arcos de las ciudades, no digamos los grandes y majestuosos, no son de quita y pon, ni tampoco están para retoques que quieran dar modernidad a lo que es bello desde que se construyó. El arco del centro de Santander, sí, el de la sede del Banco Santander, hay que dejarlo como está, y albergar dentro el museo con las mejores obras de arte de la colección de la entidad financiera.
Lejos de entrar en polémicas dentro de Cantabria, yo entonaría un “tomamos nota”, a la marcha a Bilbao del Ferry entre Santander e Irlanda. Tampoco voy a reparar en culpas, salvo las que tenemos nosotros mismos, por ser tan poco ruidosos. Lo veremos en el dinero que recibamos de los próximos Presupuestos del Estado, de cara a construir las infraestructuras que necesitamos, para no perder ni ferris ni nada.
Cada nueva legislatura asoma la tentación de una nueva ley nacional de educación. No haría falta si apoyáramos como es debido a nuestros docentes. Porque son los que saben de la educación que vale, la de la cortesía, tolerancia, ética y valores. Precisamente, todo de lo que adolece hoy nuestra sociedad.
La noticia de suprimir el carril bus del centro de Santander me ha recordado a la España del boom inmobiliario, aquella que construía ciudades de la justicia y aeropuertos, para luego no utilizarlos. Las infraestructuras acabadas, puestas en uso y aceptadas, deben mantenerse para no dar sensación de despilfarro.
Si hay ya Gobierno, lo que toca es gobernar. Habrá personas, como yo, que aprecian un abarcar demasiado con tanta nueva denominación ministerial. Aunque me conformo, si ha de servir para asegurarnos lo principal: estabilidad económica y territorial, trabajo, pensiones, justicia social, y una educación y sanidad salvaguardadas y hasta mejoradas.
Si hay ya Gobierno, lo que toca es gobernar. Habrá personas, como yo, que aprecian un abarcar demasiado con tanta nueva denominación ministerial. Aunque me conformo, si ha de servir para asegurarnos lo principal: estabilidad económica y territorial, trabajo, pensiones, justicia social, y una educación y sanidad salvaguardadas y hasta mejoradas.
La democracia genera unión y desunión, pactos que gustan o disgustan y debates encendidos con decisiones que toman Gobiernos y Parlamentos, que han de procurar, ante todo, que la gente viva cada día mejor. Creo que nadie, salvo los intransigentes, discuta este principio, con una salvedad: que los ciudadanos deben tener una información clara y concisa de lo que se pacta, con quién y a qué precio.
Cada nuevo año supone incertidumbre, porque quién sabe lo que traerá de bueno y de malo. Me huelo que en 2020 seguirá la crisis de identidad que nos acecha, representada mayormente por el desacuerdo con el Cambio Climático. ¿Y España?, ¿continuaremos instalados en el estrés territorial que genera Cataluña? Lo dicho, la incertidumbre nos espera.
Como quiera que poner un móvil en manos de niños es ya habitual, la Policía Nacional propone un contrato firmado entre padres e hijos, con una serie de recomendaciones de obligado cumplimiento. Me llama la atención una en particular: que el niño tendrá que coger siempre las llamadas de sus padres. Que se instauren ya estos contratos, por favor.
Hay una línea muy fina entre tener o perder perspectiva. A quien más exigimos aplicarla bien es al poder y a quienes lo representan. No cabe duda de que esa perspectiva está en crisis, y la prueba del nueve es que no estamos de acuerdo en nada, se trate de algo que afecte a nuestro propio portal de vecinos, municipio, nación y continentes.
Del Cambio Climático se habla ahora en España como organizadora de una nueva cumbre. Llevamos hablando de proteger la Tierra desde 1972, en aquel primer encuentro de Estocolmo. Ya ha llovido desde entonces, sobre todo en forma de residuos, plásticos, contaminación y destrucción. Potencias y lideres se lavan las manos y niegan la mayor. Por eso España debería liderar este clamor mundial verde en contra de la aniquilación.
¿Cómo se puede gobernar un país que tiene 246 diferentes clases de queso? Pues ahí está Francia y la frase es de Charles de Gaulle. No dudo que en España somos únicos en lo de practicar la confrontación. Pero los ciudadanos siempre esperamos de nuestros representantes que hablen y se pongan de acuerdo en las cuestiones básicas que no tienen discusión, como es el mantenimiento del bienestar.
Da rabia que muchos españoles vuelvan a pasarlo mal con el paro y los recortes, y que parte importante de culpa la tengan los independentistas catalanes. La economía española empieza a dar señales de mucha flojera, con noticias como la que señala que en Cataluña se disparan los ERE, aunque al Govern y a los CDR se la traíga al pairo.
El momento que atraviesa España (me podría consolar con decir que también el resto del mundo, pero no) da escalofríos. El país se ha convertido en un auténtico coñazo. Ya no se dialoga, solo se discute. Se nos debería caer la cara de vergüenza por hablar de construir un futuro para los jóvenes, mientras les ofrecemos semejante presente, tan repleto de inseguridades, radicalismo y pesimismo.