Ramón María del Valle-Inclán, el transgresor por antonomasia
Emocionalmente, era un personaje ardoroso y, también, con una constante animosidad. Se entusiasmaba continuamente, sin parar, como una cinta transportadora Sin-fin que va girando continuamente. Y, al mismo tiempo, resultaba un hombre sociable cuando le era posible limar todas sus acritudes, y brumoso en sus juicios.