miércoles. 24.04.2024

Los sembradores de odio

En la política también tienes que estar en el lugar adecuado, en el momento oportuno

Dicen los que saben de agricultura, que una buena cosecha no es una casualidad,  bueno, quitando el tiempo, en la vida siempre hay partes que se escapan a nuestro control, así necesitamos que las lluvias lleguen a tiempo y el sol caliente cuando le toca. Tiene que haber un trabajo de selección de las semillas, y sembrar las mismas en las fechas adecuadas,  preparar el terreno adecuadamente y sobre todo abonar suficiente para que las plantas puedan crecer sanas y fuertes, nada nuevo bajo el sol, pero si mucho trabajo.

Otras actividades de nuestra vida se parecen mucho a la descripción del buen agricultor, a veces puede haber golpes de suerte, pero normalmente como decía el poeta, "que la suerte, y la inspiración,  te pillen trabajando". Las casualidades existen, incluso a algunos les toca la lotería, pero son tan pocos, que se puede aplicar el refrán "la excepción confirma la regla".

En la política también tienes que estar en el lugar adecuado, en el momento oportuno. Este noble arte del servicio público, está siendo tan vilipendiado por la culpa de aquellos que hacen lo contrario de lo que nos dicen, los que meten sus sucias manos en el cajón de todos, enchufan a los suyos, y montan una mafia alrededor de los recursos púbicos, para que pasen a los bolsillos privados. El descrédito ha llegado a tal punto, que cualquier cretino, con sentido de la orientación de por dónde sopla el viento de la opinión pública, puede hacer el milagro americano, llegar a ser Presidente de los EE.UU. Eso sí, con una pequeña condición, nada importante, la de ser millonario, de lo contrario que se conforme con aplaudir.

La política, esa actividad que los humanos realizamos sobre las cosas comunes y privadas, todo un arte de negociación para conciliar intereses; sobre de lo que hablamos y no paramos,  donde su máxima representación se da en los que nos gobiernan o aspiran a ello; y que cada cuatro años, o cuando les interesa, nos piden nuestro bien más preciado para los mismos, nuestros votos, algo como darles parte de nuestra voluntad. Si hay un campo sembrado de promesas es una campaña electoral, donde los impuestos bajan, nuestros sueldos suben, el Estado proveerá a todos de los recursos necesarios para una vida digna, y todo el mundo es bueno, menos los que no son de los nuestros. 

Con las semillas políticas de odio sembradas en una sociedad, todo es más fácil, los míos, me seguirán por mares y desiertos, mis mentiras serán sus verdades.

La política de la publicidad, de la promesa electoral, del te voy a dar lo que me pidas, es la base de cualquier populismo que se precie, se tiene que rehogar con ataques profundos al hígado del adversario, ¡dale duro!, cuanto mayor sea el insulto más seguidores en las redes sociales, y en las reales. Así dándoles duro hasta la derrota final de ese enemigo, de ese malnacido que se atreve a pensar diferente a nosotros, vamos, hasta ahí podíamos llegar.

Con las semillas políticas de odio sembradas en una sociedad, todo es más fácil, los míos, me seguirán por mares y desiertos, mis mentiras serán sus verdades. Estos nuevos agricultores de la cosa pública, no vienen de Marte, salen de nuestra sociedad, aunque a veces se alejan tanto de la misma, que pudieran ser de  otro planeta. Aparecen tanto en los medios que parecen los nuevos dioses, los chamanes que nos indican el camino, los visionarios capaces de exaltar a las masas, les defendemos como no defenderíamos a muchos miembros de nuestras familias, a cada palabra por muy equivocada que pudiera ser, le daremos la vuelta y serán los demás los que no le entienden, ni le saben interpretar como nosotros al amado líder.

Donald Trump siempre ha sido un blanco fácil para los que suelen mirar por encima del hombro a los demás, para los que se toman una falsa autoridad moral que nadie les ha otorgado, según la cual ellos están dos palmos por encima del suelo, ese "establishment", esa parte de la sociedad que considera el poder como algo suyo y de su círculo, y procuran mantener y controlar el poder establecido.

Trump ganó unas elecciones en 2016 cuando nadie daba un centavo por él, no ya como Presidente de EE. UU., ni siquiera como uno de los favoritos en las primarias Republicanas; sin embargo, ha fagocitado el partido; y posiblemente solo un error de bulto, no dando importancia a esta pandemia, le ha impedido ser reelegido. Con todo ha llegado a tener más de 74 millones de votos. 

Mucho se ha hablado de su estabilidad mental, de su falta de respeto por todo y por todos, pero hablaba con el lenguaje que muchos no solo entendían, sino que compartían, un cansancio de aquellos que desde sus columnas en los periódicos, desde sus púlpitos en las televisiones y despachos, les decían lo que era bueno y malo. A veces uno prefiere identificarse con alguien que hable tu idioma. A veces algunos cuando nieva en Madrid, te quieren convencer de que nieva en tu sofá.

Donald Trump nunca debió ser presidente de los EE.UU., si lo ha sido, gran parte de la culpa la han tenido los dos grandes partidos Republicanos y Demócratas.

El gran peligro del populismo lo hemos visto en el siglo pasado, pero el mismo avanza, cuando los que deben cumplir con sus obligaciones en una sociedad no lo hacen, la gente se cansa de sentirse inferior, o engañada, o ver como se lo llevan crudo. Donald Trump nunca debió ser presidente de los EE.UU., si lo ha sido, gran parte de la culpa la han tenido los dos grandes partidos Republicanos y Demócratas. No reconocer nuestros errores nos hace mucho más débiles y Trump lo ha demostrado. El asalto al Capitolio ha sido poner el capítulo final a la locura idólatra, de un demagogo capaz de seducir a la mitad de la sociedad americana. Hay una cita que rueda por ahí atribuyéndose un día a Mahatma Gandhi y otros a Aparicio Fernando de Frinkerhoff, que me parece muy acertada, y donde todos tenemos nuestro grado de responsabilidad, "Si hay un idiota en el poder, en un Estado democrático, es porque quienes lo eligieron están muy bien representados"

Cuando personas  de  ética muy dudosa, sembradores de odio, pueden llegar a Presidente de los Estados Unidos, los que presumen de ser la mayor democracia de mundo mundial han visto sus consecuencias, y cómo se podían equiparar a una república bananera, donde una banda, que parecía ir de carnavales era capaz de profanar el llamado templo de su democracia. Y no se puede, ni se debe olvidar que allí murieron cinco personas.

Quitemos a esos sembradores de odio de los puestos de responsabilidad, dejemos usar la figura de Trump y el asalto al Capitolio para atacarnos, y aprendamos una elección de humildad. 

Los sembradores de odio
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