jueves. 28.03.2024

Por Navidad, nace un nuevo derecho...

Se ha aprobado una ley de esas que conceden derechos a todos, y no quitan ninguno, como antes lo hicieron las leyes del divorcio, aborto, matrimonio homosexual... ahora y con una amplia mayoría de 198 diputados se ha aprobado la ley de eutanasia.

Hay que reconocerlo, vivimos en unos tiempos donde si quieres tener éxito vete a los extremos, si escribes un artículo y quieres que llegue lejos, recuerda dar unas cuantas puñaladas traperas y dialécticas. Si escribes en las redes sociales no te olvides de un buen par de insultos aunque sean con abreviaturas, lo importante es dar duro y donde duele, a veces incluso lo de menos es a quién.

Parece que dar una visión lo más objetiva posible, viendo la realidad desde diferentes puntos de vista, los tuyos no lo entenderán, y los otros te dirán que eres un impostor. Ahora se exige el compromiso público, sin dudas, inquebrantable, es el "¡A por ellos...! que son pocos y cobardes" que cantaba Loquillo y algunos pusieron de moda no hace tanto. 

Estos días se ha aprobado una ley de esas que conceden derechos a todos, y no quitan ninguno, como antes lo hicieron las leyes del divorcio, aborto, matrimonio homosexual... ahora y con una amplia mayoría de 198 diputados se ha aprobado la ley de eutanasia. El derecho a morir dignamente en los supuestos de enfermedad incurable, donde se tiene que dar el consentimiento inequívoco, personal hasta 4 veces, con todas las garantías, e informes médicos, y así poder ser asistido por los profesionales para poder morir sin más sufrimientos inútiles.

Son muchos los que estos días han mirado en sus familias y han recordado situaciones penosas, muy dolorosas, que si hubiera existido esta norma, las hubieran podido evitar. El dolor tiene sentido como alarma de nuestro cuerpo para avisarnos que algo va mal. El dolor por el dolor, solo se puede comprender desde una visión religiosa de la vida, que es totalmente respetable, asumible para los que practican dichas creencias, pero su imposición es un acto contrario a la libertad de los demás.

La ley no impone nada, incorpora un nuevo derecho, del que cada uno puede hacer el uso que crea más conveniente, siempre con todo el respeto a los demás. Hace ya muchos años, décadas, que el proyecto de ley de la eutanasia ha recorrido los pasillos del Congreso de los Diputados sin encontrar el consenso o las mayorías exigibles, no han sido pocos los debates sobre esta norma, que en algunas conciencias levanta recelos, en los mismos que los levantaban las leyes del divorcio, el aborto, el matrimonio homosexual, matrimonio igualitario... 

Fue un 12 de enero de 1998 cuando murió Ramón Sampedro después de una larga lucha por este derecho a una muerte digna, llevada al cine por Alejandro Amenábar en su película "Mar adentro". Sin duda pocas historias nos han hecho reflexionar más sobre la necesidad de dar unas normas para una muerte sin más sufrimientos añadidos. 

En una sociedad donde más de 25.000 personas han muerto en nuestras residencias, este mismo año, tanto como la desaparición de todos los habitantes censados en Laredo, Santoña y Noja juntos, muchos de los cuales en la más absoluta soledad, sin los cuidados necesarios, algo que es una vergüenza, ética y legal, que ni la fiscalía puede tapar, no se puede ser tan insensible al sufrimiento.

¿Qué clase de sociedad se puede permitir tanto dolor innecesario e injusto?

Desde ese respeto más profundo por las creencias de cada uno, esta ley es un avance para mejorar algo tan importante como es el final de nuestras vidas, cuando las mismas se ven en situaciones irreversibles y que solo aportan sufrimiento a quien lo padece, a los familiares y allegados. ¿Qué clase de sociedad se puede permitir tanto dolor innecesario e injusto?

Manifestaba la ponente de la ley de eutanasia, María Luisa Carcedo, en el Congreso de los Diputados "se ha aprobado un derecho que nos hace más libres", aliviar el sufrimiento definitivamente cuando no tiene remedio es una realidad. Es cierto, que en occidente el tránsito del final de la vida ha sido un tema tabú, entre la tristeza, el miedo, y una espiritualidad que lo envolvía todo. Sobre pocas situaciones tenemos más certeza que nuestra propia desaparición, pero nos cuesta y mucho el asumirlo, una cultura que vive de espaldas a esta certeza, a la realidad, tiene un punto de autoengaño.

El ciclo de la vida lo conocemos todos, corre desde los ríos que van a morir al mar, desde las hojas que nacen en primavera, se adornan de bellos colores para caer y morir al lado de su árbol que les dio la vida, para dejar sitio y ser abono de otras que vendrán. Todos por el solo hecho de nacer sabemos que la muerte es algo que nos espera, que el tiempo se va comiendo, consumiendo nuestros días; puede que los pensamientos filosóficos y religiosos nos ayuden a comprender mejor situaciones no deseadas, o al menos las que no tenemos prisa que sucedan. Es verdad aquello que se manifestaba hace muchos siglos, "la muerte nos sonríe a todos, y lo único que podemos hacer es devolverle la sonrisa".

Los votantes de Vox en más del 70% son favorables a la norma y los del PP más de un 65%

La ley de eutanasia ha contado con muy amplio apoyo social, así el 89% de la población da la bienvenida a la nueva ley, al nuevo derecho, incluso los votantes de Vox en más del 70% son favorables a la norma y los del PP más de un 65%, con todo ello, es todavía menos comprensible que haya mensajes de una agresividad despreciable que habla del "derecho al asesinato". Palabras como la de aquel diputado que llegó a decir que con la eutanasia lo que quieren hacer es ahorrar en el gasto sanitario, y una retahíla de tuits que no merece la pena recordar.

El Vaticano, Estado que tiene su derecho a legislar lo que crea conveniente en su territorio, o recomendar a sus fieles lo que le parezca oportuno, pero afirmaciones como que "la eutanasia es un crimen contra la vida humana", "acto intrínsecamente malo, en toda ocasión y circunstancia", y manifestar que los países que la autorizan con sus leyes "son cómplices de un crimen contra la vida humana porque, con tal acto, el hombre elige causar directamente la muerte de un ser humano inocente", el propio Papa llegó a decir "que no se le haga el trabajo sucio a la muerte", sin embargo el Vaticano no tiene jurisdicción, ni derecho humano, ni divino alguno, que le permita insultar a los que no piensan como ellos.

Todo ello parece fuera de lugar, es vivir en una realidad paralela a sus propios fieles en el caso del Vaticano, y a sus propios votantes en el caso de Vox y PP. Todos estamos convencidos, que ninguna persona bien nacida quiere el sufrimiento de otro, del prójimo, que todos intentaríamos auxiliar o paliar ese sufrimiento. Caminemos por esa senda, la de la comprensión, la compasión, la del respeto. El mismo que nos merecen los que tienen sus creencias religiosas, pedimos para la opinión de la mayoría de la sociedad, y sobre todo para que esta ley de eutanasia se pueda desarrollar, sin impedimentos, sin obstáculos como ya han anunciado para la Ley de Celaá. 

Vaya en este artículo el reconocimiento a todos los que, por Navidad, han conseguido que nazca un nuevo derecho, a la Asociación por una Muerte Digna,  a todos los que han luchado por este derecho, a tantas familias que lo han pedido, a tantas personas que con su propio sufrimiento nos han enseñado la necesidad del mismo, y a María Luisa Carcedo ponente de esta ley. 

Por Navidad, nace un nuevo derecho...
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