viernes. 19.04.2024

Juntos en la distancia

Ahora que la realidad nos ha pisado la cabeza, nos ha enseñado que el valor de las cosas depende sobre todo de nuestra salud. Puede ser un momento para darnos cuenta de que otro mundo es posible.

Por estas fechas preparo el viaje a la aldea, desde hace tantos años, que se pierden en la memoria. Sin embargo este año es especial, diferente, más duro, ha destrozado tantas vidas, tantos planes, la pandemia ha puesto muros invisibles, que intentan separarnos incluso de los que más queremos. 

Aquellos que llevamos en el corazón por muy lejos que estén, o incluso ya se nos hayan ido, siempre estarán con nosotros, y en estos días puede que notemos más esa silla vacía, las ausencias, pero también la emoción de los recuerdos nos los acerca en nuestros pensamientos, y mucho más en estos tiempos.

Ha sido un año para bajarnos del pedestal donde muchos nos creemos como especie

En este año además de todo lo descrito, lo vivido, ha sido un año para bajarnos del pedestal donde muchos nos creemos como especie, como Homo sapiens, como los reyes de la Tierra, que muchas veces no tratamos con el debido respeto, hemos contaminado sus ríos y mares, ciudades donde a menudo cuesta hasta respirar, y a todo esto lo disfrazamos, como los avances de nuestra sociedad.

La humildad puede que nos haga más responsables, el darnos cuenta de que somos uno más, que todos convivimos en este planeta, sin sentirnos los dueños del mismo, arrogándonos un derecho de propiedad sobre la Tierra que no existe, que no tenemos, el respetar no solo a los de nuestra especie, sino a lo que nos rodea, a ese medioambiente tantas veces maltratado e incluso cambiado y deformado por la acción del hombre. 

Vivimos en un sin sentido, donde hay que producir, producir, y producir, crecer sin parar, y si no crecemos a más del 2% nos amenazan con una y otra crisis, que no se puede crear empleo, que los que menos tienen peor lo van a pasar, como si los recursos del Planeta no tuvieran límites, o peor como si no nos importara lo que pase. Podemos hipotecar el futuro, porque no queremos mirar las consecuencias, porque consideramos que nosotros ya no vamos a estar aquí.

Lo de la economía sostenible, ¿es sostenible en el crecimiento ilimitado?, ¿es sostenible para el futuro?, ¿para las nuevas generaciones? El modelo actual no es válido cuando estamos en una carrera hacía unos límites cada vez más cercanos, y unos riesgos más elevados para todos. 

Parece que no tenemos ojos para mirar hacia las miserias que están más allá de nuestras fronteras

Esta pandemia que estamos sufriendo, estos encierros, confinamientos, pérdida de libertades, nos tienen que hacer pensar que algo no estamos haciendo adecuadamente a nivel colectivo. Podemos seguir tapándonos los ojos, y pensar que las vacunas lo van a solucionar todo. Siempre con esa superioridad simplemente por razón del lugar de nacimiento, si tienes la suerte de nacer en los países ricos puedes disponer de más bienes, de más confort, de más seguridad, de más plata, de más... Si tienes la desgracia de nacer en el África profunda, en la India olvidada, o simplemente en los barrios marginales de cualquier ciudad importante, entonces la vida tiene un valor mucho menor, a veces no llega ni el agua corriente, ni la comida necesaria... Parece que no tenemos ojos para mirar hacia las miserias que están más allá de nuestras fronteras, bueno hay quien no quiere ver ni las que tiene a su lado.

Ha sido hace unos días cuando el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha pedido a los gobiernos que declaren un "estado de emergencia climática", en la apertura de una cumbre virtual para conmemorar el quinto aniversario del Acuerdo de París. Un intento de llamar la atención sobre el grave problema que tenemos, a nivel global, pero estamos tan ocupados en los problemas internos, con nuestras disputas entre Gobierno y oposición, entre CC.AA. y sus 17 recetas para la pandemia, entre la Navidad y las limitaciones para disfrutar de la misma, que no parece que hayan tenido sus palabras, su llamada de atención mucho eco. Preocupados por otras palabras, las que decía, o callaba, un monarca sobre su padre, y de cuyos comportamientos son tan claros, e inmorales, que hasta su propio hijo ha renunciado a su herencia.

El aumento de la temperatura del Planeta sobre todo por efecto de la actividad humana nos amenaza con catástrofes de consecuencias imprevisibles, e incluso si la temperatura sube por encima de los 2ºC pueden ser irreversibles para nuestro planeta. Las tragedias cuando son anunciadas da la impresión que no van a existir, cosas de los alarmistas de siempre, pero el transcurso del tiempo ha dado la razón a los científicos y ecologistas que llevan décadas clamando en el desierto. 

La visión solo a corto plazo, la miopía ante enormes problemas, la rentabilidad electoral por encima de cualquier bien superior, la falta de pedagogía de los que pueden influir, y nuestra mirada centrada en los problemas diarios, hace que los grandes retos pasen a ser literatura de ciencia ficción, o de relleno en las páginas pares de algún periódico.

Ahora que la realidad nos ha pisado la cabeza, nos ha enseñado que el valor de las cosas depende sobre todo de nuestra salud. Puede ser un momento para darnos cuenta de que otro mundo es posible, que otro tipo de vida puede existir, que una sociedad que sigue adorando al becerro de oro, donde Walt Street nos marca la ruta, donde naces, te hipotecas, te pasas media vida con miedo a no tener trabajo, a perder el trabajo si lo tienes, a no tener suficientes años de cotización para una jubilación digna, y mientras vives lleno de preocupaciones la que pasa es tu vida consumiéndose. Vamos, optimista que se ha levantado uno.

Seguro que hay esperanza, que la revolución de la solidaridad tiene que aflorar, donde todos los seres humanos, por el hecho de nacer, deben tener los mismos Derechos, donde la esclavitud que fue abolida legalmente hace siglos, ahora tiene que ser de hecho, para que unos pocos, menos del 5%, no sigan poseyendo la mayor parte de la riqueza del Planeta.

Sí, la pandemia está aquí, no sabemos si ha venido para quedarse, o para cambiarnos. Ahora uno siente la soledad de tener a sus padres octogenarios tan lejos, o sus hijos, a seres queridos a cientos de kilómetros, o incluso cerca, pero por prudencia, no poder abrazarlos, de tenerse que conformarse con estar juntos en la distancia. Ellos pensando en ti y tú en ellos. Algo es verdad que está cambiando, pero ¿será el principio de algo más profundo?, o simplemente una pausa para volver a enterrar nuestra cabeza en los problemas de la subsistencia de corta mirada. Que tantos buenos deseos que estos días nos llegan vean la luz. Feliz y solidario año nuevo amigos.

Juntos en la distancia
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