sábado. 20.04.2024

Gracias Katalin, Özlem, Ugur...

Ugur se trasladó de Turquía a Alemania cuando apenas tenía 4 años y Özlem nacida ya en Alemania, su familia también migrantes turcos, ambos científicos son los padres de la vacuna Pfizer, la primera en ser administrada en occidente.

 

Son muchas las expectativas, los deseos y la responsabilidad cargadas sobre el nuevo año. Después de lo vivido, queremos pasar página lo antes posible, recuperar aquello que el virus nos ha arrebatado.

Puede que seamos demasiado ilusos, y pensemos que con cambiar de año cambian las cosas, como si esa frontera temporal tuviera alguna culpa de nuestra situación, y es que muchas veces vivimos entre la realidad y la superstición. Cuántas veces nos han recordado que el año pasado era bisiesto y por tanto, su mala fama. La superstición y con todo respeto, la religión, intentan explicar lo que a veces nuestra racionalidad no sabe, o no nos convence demasiado.

La división del tiempo es algo artificial, aunque lo hagamos acompasándonos a los fenómenos de la naturaleza, y al ser nosotros una parte ínfima del universo, pocas veces queremos admitirlo, quizás para no sentirnos tan pequeños e insignificantes dentro del mismo. Lo hacemos también con la historia, podemos pasar cientos de siglos, que cuanto más lejana, más breve es la explicación. Así en el paleolítico, el periodo más largo de la existencia del ser humano abarca más del 97% de la misma, donde éramos nómadas, recolectores de frutos, cazadores, descubrimos el fuego, y quitando los expertos, los demás tenemos bastante estas dos pinceladas sobre el mismo.

No hay que menospreciar ninguna cultura, ningún idioma, ni mirar por encima del hombro a otros, a esos que para nosotros son distintos.

Puede que nuestro pasado común con nuestros ancestros, menos capacitados para jugar al fútbol, o navegar por las redes sociales, nos interese menos. Nosotros somos más de mirarnos el ombligo, y bastantes cotillas, observando el del vecino o de la amiga aunque sea virtual. Por ello, cuando personas especiales, que se salen de lo común las observamos con recelo, recuerdo aquella frase de un antiguo profesor "sospecha de quien anda solo y tiene pocos amigos",  al diferente, incluso al friki, le seguimos mirando con desconfianza.

Nuestra cultura la mejor, nuestras banderas las que más lucen, nuestro equipo el más grande, nuestra lengua la más hermosa, ..., de ahí nacen sentimientos, que a veces en lugar de servir para unir pueblos, ciudades, para compartir lo bueno que tenemos, sirven para levantar muros, muchos de ellos artificiales, que pueden ser los más difíciles de derribar, porque no se ven, no se entienden, o simplemente tapan a los que nos incomodan. Por ello no hay que menospreciar ninguna cultura, ningún idioma, ni mirar por encima del hombro a otros, a esos que para nosotros son distintos. Estos, muchas veces, "los diferentes" son los que nos dan soluciones a problemas que "los normales", los nuestros, no somos capaces de resolver.

La historia de este último año, ha estado marcada por un diminuto virus, que nos ha sacado a todos de nuestro lugar de confort, y nos ha puesto ante una realidad muy dura. Algunos nos hablaban de la gripe "española" del 1918-1919" como  algo parecido, si no había que retroceder a cerca del final de la edad media con la peste negra, la pandemia más devastadora en Europa durante el siglo XIV, "el siglo de la peste" que se llevó a cerca de la mitad de la población. Ironías de la vida, por una cuestión de avances tecnológicos, ahora un virus viaja con nosotros a cualquier lugar del Planeta. La democratización de los viajes, el turismo, los negocios, nos han hecho ver con nuestros propios ojos lo que hace un siglo era pura fantasía o ciencia ficción. Ya lo dijo el poeta "no hay rosas sin espinas", y ese contacto, con el invisible compañero de viaje nos ha puesto a todos en peligro, y se ha llevado en el año que acaba de terminar a más de un millón ochocientas mil personas.

Los grandes laboratorios, las grandes empresas con ayudas estatales se pusieron a buscar soluciones, a encontrar una vacuna contra nuestros males lo antes posible, en una carrera por ser los primeros, los mejores, los más eficaces, y también por llevarse la tarta económica y de prestigio para esas compañías y los países que las acogen. Detrás de todo adelanto en la ciencia hay personas, un aspecto humano, en los casos de las vacunas, hemos conocido que un matrimonio de migrantes turcos, una científica húngara de origen humilde, seguro que hay muchos más que nunca verán la luz, eso llamado popularidad  o reconocimiento público; ellos son los que ponen sus conocimientos para sacarnos del pozo, o del encierro al que la pandemia nos está sometiendo.

Es como si la propia historia se repitiera una y otra vez para que no olvidemos, que aquellos, los menos favorecidos, los que consideramos diferentes, los que estaban a otro lado de la frontera, los que tantas veces son tratados injustamente, los que vienen en pateras siguiendo las nuevas estrellas que brillan por las  luces de las grandes ciudades, tantas veces hacen los trabajos más duros, viven en peores condiciones, y son sus hijos con sus conocimientos los que pueden resolver situaciones tan penosas como las que vivimos.

Katalin Karikó, una mujer que hasta hace unas semanas la mayoría nunca habíamos oído hablar de ella. Es una científica que ha revolucionado el mundo de las vacunas, sus aportaciones han hecho posible que aquellos procesos que duraban cerca de un lustro, actualmente se logren en menos de un embarazo. Katalín nació en una aldea húngara, en una casa sin agua caliente, ni electricidad. Durante mucho tiempo no encontró apoyo para sus ideas, actualmente no son pocos los que piden el premio nobel para la misma.

Hoy gracias a mujeres como Katalin,  Özlem y su marido Ugur tenemos un año 2021 con más esperanzas de salvar muchas vidas

Ugur se trasladó de Turquía a Alemania cuando apenas tenía 4 años y Özlem nacida ya en Alemania, su familia también migrantes turcos, ambos científicos son los padres de la vacuna Pfizer, la primera en ser administrada en occidente. Su reconocimiento por esta gran aportación ha sido una enorme alegría, y un impulso de autoestima para la amplia comunidad turca en Alemania, donde tantas veces han sido víctimas de esa extrema derecha, siendo estigmatizados incluso en la enseñanza, donde se les acusa de tener un menor nivel, por el amplio colectivo de turcos que están en la misma. Ironías del destino, es aquello de "siempre hablan los que más tienen que callar".

Hoy gracias a mujeres como Katalin,  Özlem y su marido Ugur tenemos un año 2021 con más esperanzas de salvar muchas vidas, y que nuestros abrazos y besos dejen de ser virtuales Es verdad que esto puede ser el inicio de un cuento Disney, o un relato de Dickens, pero la realidad nos enseña una y otra vez, que la humildad es una virtud, la solidaridad un compromiso social,  y la justicia un deber. 

Feliz 2021 

 

Gracias Katalin, Özlem, Ugur...
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