sábado. 20.04.2024

Otro cuento de Navidad

No seamos tacaños en mostrar nuestro cariño, afecto y amor. Esta pandemia nos ha robado millones de abrazos, de besos

Son tiempos de compartir nuestros buenos deseos, al menos de expresarlos con menos rubor, la timidez muchas veces no nos deja transmitir estos hermosos deseos, recordarles a los más cercanos que les queremos y lo importante que son para nosotros. 

No seamos tacaños en mostrar nuestro cariño, afecto y amor. Esta pandemia nos ha robado millones de abrazos, de besos, de ese contacto físico que te alegra el día. Siempre habrá quien nos diga que somos unos empalagosos, que demasiado dulce no es bueno para la salud, pero la pena son las palabras y los sentimientos nacen y mueren dentro de nosotros sin ver la luz, ¡démosles una oportunidad!.

Son días de alegría para muchos, pero donde también las ausencias se notan mucho más, este miércoles estaba con unos amigos, y cuando íbamos a pedir unos cafés, instintivamente, pedíamos uno más, para el amigo que se nos fue hace muy poco, Estos tiempos han sido muy duros, el índice de mortalidad ha aumentado en nuestro país como consecuencia del Covid, y son tantas las familias que notan el síndrome de la silla en nuestra mesa y el corazón dolorido, notamos más que nunca las ausencias.

Son días de alegría para muchos, pero donde también las ausencias se notan muchos más

Hay otra realidad que a veces parecer que molesta recordarla, pero está aquí, a nuestro lado, más de 6 millones de personas están inmersos en la pobreza, o en el umbral para entrar en ella, y en los últimos 3 años han aumentado en 2 millones de personas, La política ficción nos quiere hacer ver todo va bien, será para algunos.

Recordar, simplemente, los pobres energéticos, el gran paro juvenil, las dificultades para el acceso a una vivienda, nos pone ante la realidad de lo complicado que es para nuestros jóvenes empezar un proyecto de vida. Por  otra parte, tenemos el muro cada vez es más alto y que afecta a más personas, el muro digital, como a nuestros mayores les hemos cambiado su mundo en poco tiempo. Les exigimos una adaptación a las nuevas tecnologías como obligación. Lamentablemente, hacemos un mundo a la medida de la mayoría, pero sin respetar a las minorías. Hoy incluso una persona mayor puede tener dificultades para sacar su propio dinero de una entidad bancaria.

En esta España vaciada, de la que tanto se habla y tan poco se hace. Es más, cuando creen que se puede organizar algún movimiento en defensa de sus intereses, rápidamente se convocan unas elecciones para pillarles con el pie cambiado, no vayan a ser una nueva competencia para los partidos hegemónicos.

Nunca está de más recordar que el 3% de la población tiene cerca del 80% de la riqueza del planeta, y la justicia social siguen siendo una utopía que cada día se ve mucho más lejana. Hay quien dice que el problema no es que haya ricos, sino que haya pobres, como si uno hubiera elegido ser pobre, y los recursos fueran infinitos. Cuando hay una tarta y unos pocos se zampan el 80% de la misma, los demás saben que va a ser duro poder tener un trozo para llevárselo a la boca. Cuando no se quiere pagar los impuestos directos y progresivos, estos son los que hacen que las sociedades pueden tener mejores servicios para todos, en el fondo estamos ante el egoísmo social, en muchos casos la evasión e ingeniería fiscal.

Si algo hemos aprendido con esta pandemia es que el mundo nunca será un lugar seguro,

Lamentarse puede ser necesario, tenemos que desahogarnos, echar, expulsar la rabia o la pena, pero nunca un lamento ha resuelto un problema. Lo importante son los que luchan, los que trabajan los que apoyan un mundo más justo y ponen sus manos y su conocimiento para mejorar la vida de todos.

Si algo hemos aprendido con esta pandemia es que el mundo nunca será un lugar seguro, mientras hayas focos de pobreza y miseria, donde los virus puedan crecer, entre ellos los de la injusticia, allí pueden encontrar todas las combinaciones posibles para desarrollarse, desde ideas que siembran el terror de los que nada tienen que perder, esa nueva esclavitud encubierta por marcas de multinacionales, hasta la explotación de las personas en todos los grados. Trabajar 12 horas por sueldo miserable para que a la otra parte del planeta alguien pueda lucir unas chulas zapatillas de marca, y la empresa suba sus acciones en la bolsa a costa de robar la plusvalía del trabajo de estas personas. 

Cuando se comete una injusticia, y no se repara, se está poniendo los medios o abriendo una puerta para que pueda haber muchos más. Cuando se abandona a una parte del mundo, nunca debemos olvidar, aunque sea por egoísmo, que es un lugar donde cualquiera puede acabar o algunos pueden reclamar lo que en justicia les pertenece.

No hace mucho tiempo la ONU proponía una renta básica universal, al menos, para 132 países que ayudara a paliar tanta desigualdad, pero las buenas intenciones son como  querer calentar el mundo con una vela. Mientras una parte del mundo dice que hay que crecer a más del 2%, como si los recursos no tuvieran límites, otra parte sigue languideciendo; sin embargo, esa renta básica mundial es una hermosa utopía por la que merece la pena seguir trabajando.

 Si nos dibujaran el futuro que nos espera de seguir con estos comportamientos muchas cosas cambiarían

Aquí muy cerca de nosotros existen las colas de hambre, solo hay que darse una vuelta por la Cocina Económica o el Banco de Alimentos.  Las ciudades se llenan de luces de colores; sin embargo, con  las mismas no se calienta o alumbra a los que más lo necesitan. Es de agradecer el gran trabajo que realizan estas organizaciones, todos los que colaboran y tejen una red social de solidaridad. 

Aquella lejana descripción de Charles Dickens, que nos dibujaba a Ebenezer Scrooge rico, avaro y egoísta nos recuerda, demasiado, el comportamiento que tenemos en nuestro planeta.  Si nos dibujaran el futuro que nos espera de seguir con estos comportamientos muchas cosas cambiarían. Lo aquí relatado puede que únicamente sea un cuento más de Navidad, aunque siempre es bueno dejar una puerta a la esperanza. 

Felices fiestas, amigos.

 

 

Otro cuento de Navidad
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