jueves. 28.03.2024

La Constitución no es un monumento

Desde 1978 son tantas las cosas que han pasado, que lo que es anormal es que nuestra Constitución haya permanecido casi inmóvil durante tanto tiempo.

Negar la importancia que nuestra Constitución de 1978 ha tenido, y sigue teniendo, es de una ceguera imperdonable, además de una injusticia con una norma que ha sido durante más de 35 años garante de un sistema de convivencia y libertades quizás nunca conocido en nuestro país.

Es verdad, que a veces su interpretación, y en concreto decisiones del Tribunal Constitucional, han sido muy controvertidas, por no decir que algunas incluso manifiestamente deficientes en esa interpretación, muchos de los problemas que tenemos actualmente tienen más que ver con las resoluciones no adecuadas del propio Tribunal Constitucional, que con el propio texto de la misma.

El mayor desprestigio que puede tener cualquier órgano, que imparte justicia, es la falta de imparcialidad, y ésta ha quedado gravemente atacada por el uso partidista de este órgano a cargo de los partidos políticos mayoritarios de nuestro país, que con su representación han nombrado a los miembros del mismo, más pensando en la fidelidad a sus ideas que al propio texto constitucional. La influencia, e incluso injerencia, del poder político en el judicial es una asignatura pendiente en España.

Hay quien malévolamente decía que este Tribunal Constitucional primero emitía la sentencia y después adornaba los fundamentos de derecho. Vamos, que es más importante cumplir con unas sugerencias determinadas, que aplicar fielmente el texto constitucional.  Desde mi punto de vista, esto sería tanto como manifestar que los miembros de ese tribunal prevaricaban cuando realizaban sus sentencias. Personalmente no lo creo, pero la línea de la interpretación en el derecho es tan fina, que estando dentro de la legalidad se pueden tomar posiciones muy diferentes, y no es casual que la mayoría de la votaciones y fundamentos de derecho, en las resoluciones constitucionales, hayan tenido como resultado que los conservadores ven los textos de una forma y los progresistas de otra. Algunas veces se puede decir que esto también es por una interpretación y una forma de ver la vida, pero demasiadas veces se ha tenido la sensación que se forzaban mecanismos para obtener unos resultados concretos, incluso incumpliendo las propias normas de renovación del citado órgano.

Ahora bien, no todos los problemas de nuestra Constitución vienen de su interpretación, como a todos el paso del tiempo se le va notando, y la necesidad de reformas , creo que no lo niega nadie, precisa una adecuación a las nuevas situaciones, Desde 1978 son tantas las cosas que han pasado, que es anormal que nuestra Constitución haya permanecido casi inmóvil durante tanto tiempo, y las reformas realizadas hayan sido de urgencia y sin el apoyo directo de los ciudadanos, lo que ha alejado más el texto de los mismos. Quizás ese inmovilismo, y no realizar las modificaciones cuando eran necesarias, nos ha colocado ahora en una situación mucho más complicada. Hay que preguntarse por qué no se han realizado los cambios cuando eran necesarios y convenientes, y posiblemente la respuesta es que quienes lo podían realizar se encontraban muy cómodos en ese marco normativo, y las potestades que el mismo les da.

Algunos, que peinamos canas, recordamos como siempre se hablaba de la reforma necesaria del Senado, para convertirlo en una cámara de representación territorial, totalmente necesaria por la estructura del Estado de la que no hemos dotado territorialmente con las Comunidades Autónomas, y la necesidad de que estos entes territoriales tendrían su representación a nivel de Estado. Uno de los mayores desafíos con los que actualmente se encuentra el Estado es esa posible desmembración territorial. El no haber sido capaces de ver y realizar las reformas necesarias , lo que nos ha colocado en algunos casos a los pies de los caballos.

Por no hablar de situaciones que son sangrantes por anacrónicas, como la sucesión a la Jefatura del Estado y su artículo 57 que sigue, en estos tiempos, utilizando un principio semisálico, dando preferencia al varón sobre la mujer y que parece olvidado. Si ya es muy discutible el modelo de Estado, esta situación produce daño a la sensibilidad, siendo incompatible con el artículo 14 de la propia Constitución, y la no discriminación por razón de sexo. Es verdad, que éste no es un tema central de ninguna reforma, pero sirve para darnos cuenta de la dejación de nuestros legisladores en las materias constitucionales.

Actualmente más del 75% de lo ciudadanos con edad para emitir el voto, no han podido refrendar la norma principal por la que se rige su país, ni ningún cambio en las misma, este dato por si mismo ya nos puede hacer reflexionar.  Uno siente sana envidia cuando ve que otros ciudadanos europeos tienen voz y voto en los grandes cambios que se están produciendo en Europa, nosotros seguimos con el voto delegado, como si nuestra población no tuviera capacidad, y fuera menor de edad, para elegir su propio camino.

Hay varias formas de afrontar este cambio constitucional, abrir un nuevo periodo constituyente, esto es, realizar un nuevo pacto social una nueva Constitución, con los mimbres que tenemos en este momento, o una reforma que, desde mi punto de vista, tiene que ser profunda para que podamos sentirnos representados por la misma.  Es verdad que esto no es fácil, sobre todo porque un texto de estas características necesita un amplio consenso de toda la sociedad a la que va dirigida, y ello en este tiempo donde la cultura del diálogo, del respeto a las posiciones de los demás, no están entre los valores más apreciados por nuestros representantes, pero desde luego la situación en la transición era tremendamente complicada y socialmente más convulsa, sin embargo se fue capaz, no sin mucho trabajo de conseguir ese pacto social tan necesario para avanzar una sociedad. ¡Cómo 37 años después y con todos los medios y conocimientos no vamos a ser capaces de realizar ahora ese nuevo pacto social!

Uno siente cierto sonrojo cuando ve, una y otra vez, como nuestra Constitución es utilizada, no para garantizar el pacto social para la que fue creada, sino para arrojar sus artículos contra quienes no comparten nuestras ideas. Así mismo, como situaciones de gran debilidad social de los ciudadanos no encuentran la protección en el Estado, y en la Constitución aparecen como principios informadores, y no como derechos de los ciudadanos.

Nuestra Constitución está pidiendo a gritos pasar por la ITV,  y nuestra ley electoral mucho más. El distanciamiento entre electores y elegidos es un grave problema, la falta de control sobre los elegidos, las injusticias de la Ley D'hont, la libertad para elegir a nuestros representantes, y que no vengan impuestos desde el partido.  Un nuevo texto constitucional, o una reforma del actual, tienen que tener muy presente la petición de representatividad directa de los ciudadanos, entre otras cosas, para controlar el poder desmesurado de sus representantes, que ha dado en muchos casos lugar a situaciones de corrupción inasumibles por cualquier sociedad.

Los medios técnicos, la información con la que contamos actualmente, poco tienen que ver con lo que sucedía en la España de 1978, donde no existían los móviles, ni internet, donde se salía, con todo el lastre, de una dictadura, y sin embargo se pudo conseguir un buen texto constitucional. Ahora con voluntad política, altura de miras, respeto a las ideas de los demás, solidaridad y justicia social, seguro que entre todos podemos conseguir ese nuevo pacto social: Que los que tienen el poder no nos priven del mismo porque la Constitución no es un monumento, tiene la vida que le dan los ciudadanos.

La Constitución no es un monumento
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