jueves. 28.03.2024

La fusión fría es un camelo

Y la otra fusión que se baraja, la de la izquierda, tampoco sería fría.

En Internet es fácil encontrar personajes que aseguran haber conseguido retos aún inalcanzables para la ciencia. La máquina de movimiento continuo, el motor que funciona con agua o la fusión fría, son solo algunos de estos supuestos logros a la caza de ingenuos o crédulos por predisposición genética. La fe en lo que no vemos, pero nos ayuda a sentirnos seguros, es una constante humana, y no queda más remedio que aceptarla.  Los sacerdotes, los curanderos y hasta algunas formaciones políticas saben  muy bien como utilizar esta costumbre atávica de hombres y mujeres desde la noche de los tiempos.

La fusión atómica sería la panacea para nuestros problemas energéticos y medioambientales. Se trata de obligar a dos átomos a formar un núcleo aún mayor y, por tanto, convertirse en un elemento nuevo y más pesado. El proceso desprende una enorme cantidad de energía en forma de calor que podemos utilizar para producir  vapor de agua y, por fin, electricidad.

 Actualmente, en las centrales nucleares utilizamos la fisión, es decir, romper átomos para conseguir ese calor, con los problemas medioambientales que todos conocemos.

Al contrario, la fusión, que además no deja residuos radiactivos, sería la solución definitiva. Los intentos de los científicos giran entorno al deuterio y el tritio porque, dentro de lo que cabe, estos dos isótopos del hidrógeno son más fáciles de fusionar para formar helio. El problema es que esos átomos no se dejan, y hay que someterlos a fuertes presiones y altas temperaturas.

Una empresa cántabra participa en la construcción de ITER, el experimento europeo que pretende demostrar que la fusión en posible y rentable. Es decir, que la energía, en forma de calor, que desprende el proceso es mayor que la necesaria para lograr esa fusión. Habrá que esperar unos años para comprobar la eficacia de esta esperanzadora propuesta.

Aquí es donde algunos seudocientíficos afirman (en Youtube, el único sitio donde les dejan) que han logrado la fusión fría, es decir, sin gastar energía en el proceso. El problema es que nadie ha sido capaz de replicar de nuevo el proceso, condición indispensable para que tenga un mínimo de credibilidad científica. Es como el sueño alquimista de convertir los metales en oro, tan atractivo como irrealizable.

En definitiva, y siempre a expensas del revisionismo científico, precisamente el que hace avanzar a la ciencia, hoy por hoy la fusión fría es un camelo de tomo y lomo.

Fusión fría es lo que ofrece el PP, con su escudero Ciudadanos, al PSOE.  Sumar dos átomos para conseguir uno más pesado y estable en el Gobierno, pero sin quemarse los dedos. Sin presión, ni temperatura, porque la estabilidad de España lo vale, los españoles lo quieren y los inversores extranjeros lo desean.

Desgraciadamente, al igual que la fusión fría, estos dos átomos, mejor dicho uno de ellos, no quiere esa cohabitación con quien ha provocado el mayor empobrecimiento de los españoles en la etapa democrática.

Y en la hipótesis improbable de que se produjera, no sería fría, sino muy caliente y con mucha presión, la de los votantes socialistas que han resistido ante los cantos de sirena de esa aparente nueva izquierda, cuidadosamente diseñada con los apuntes de 3º de Ciencias Políticas y un power point televisivo para captar a los descontentos progresistas con frases medidas repletas de románticas ilusiones. Esos socialistas resistentes al nuevo marketing televisivo, son los últimos de Filipinas y no aceptarían ni un apoyo ni una abstención en favor de Rajoy.

Y la otra fusión que se baraja, la de la izquierda, tampoco sería fría. En primer lugar porque hay demasiados átomos implicados y, en segundo, porque el líder de la ‘fuerza galáctica de los de abajo’ ha añadido un isótopo radioactivo en el proceso para que sea más de fisión (del territorio patrio) que de fusión. Su objetivo estaba claro desde el primer minuto, repetir las elecciones para arañar más votos en el descontento emocional, como el amor, ciego. Pero igual equivoca el cálculo, porque la fisión es poco ecologista (podíamos discutir si más o menos que el carbón), deja residuos radiactivos eternos y se basa en romper átomos, en lugar de unirlos.

En resumen, la fusión fría parece no existir, ni en la física ni en la política actual. Todas las fusiones necesitan mucha temperatura y mucha presión. Demasiado calor para Pedro Sánchez y sus barones (y baronesa) que no están dispuestos, y con cierta razón, a pagar las consecuencias de la fragmentación del voto decidida por los españoles. Y Rajoy, en su línea, como si fuera un notario ajeno al resultado, mejor dicho, el registrador que acaba de llegar.

Unas nuevas elecciones parecen inevitables, ya que la fusión, y menos aún fría, no es posible en las actuales circunstancias. El PP está preparado para recuperar parte de los votos prestados a Ciudadanos.  Pedro Sánchez se arriesga a empeorar o igualar, en el mejor escenario, sus resultados incluso si logra reforzar su liderazgo;  y el dúo dinámico Iglesias-Errejón está convencido (quizá no todas las cabezas de esa hidra) de que unas nuevas elecciones también le beneficia. Pero su antes ambigua y ahora explícita apuesta por el “derecho a decidir” en Cataluña, como si los demás españoles no tuvieran derecho a decidir, puede pasar factura a Podemos en territorios no nacionalistas, donde el romanticismo decaiga y deje paso a los hechos reales.

El método científico exige proponer una hipótesis y después probarla o refutarla con la experimentación empírica. 2016 va a ser el año de los experimentos políticos. Veremos cual de las hipótesis es la buena.

La fusión fría es un camelo
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