jueves. 25.04.2024

Shetlandés, la lengua que de nuevo puede volver a ser

La mayor parte del actual movimiento que a día de hoy está a favor de la identidad y del progreso de Shetland fuera de Escocia no proviene precisamente de los ámbitos de lo que se podría venir a definir como “izquierda” .

El último Martes de Enero se celebra en el archipiélago de las Shetland (y con el fin de poner fin a la época navideña) el que sin duda es el mayor espectáculo al aire libre sobre cultura e identidad propia de un territorio que es único y singular, ya que cada último Martes de Enero se celebra (desde 1880 en Lerwick, la capital de las Islas Shetland), aunque también en más partes del archipiélago, el llamado “Up Helly Aa” (La Casa del Nórdico): uno de los mayores festivales de fuego de Europa. Un lugar este que rinde homenaje a la herencia vikinga del país (según varios estudios oficiales tiene un 29% de población descendiente de vikingos, las Orcadas tienen un 25%) en el archipiélago de las Shetland después de una convivencia en común de más de 600 años.

Esta fiesta de fuego para dar la bienvenida al año (se hizo muy popular en Enero de 1882, cuando lo visitó el Duque de Edimburgo, el que fue marido de la reina Isabel II) tiene sus orígenes en una festividad más antigua, conocida como Yule, en la que los locales quemaban cubos de alquitrán después de la Navidad como manera de despedir al año que se iba y para dar la bienvenida al nuevo ciclo que comenzaba. Así, y entre el fuego y la canción tradicional de los “guizers” (es así como se llama a los más de 1.000 hombres que participan en el desfile de antorchas) concluye el festival que se vuelve a retomar al año siguiente. Y lo mejor es que el Up Helly Aa no se cancela aunque haga un tiempo muy desapacible y difícil.

Una situación esta que nos recuerda mucho a lo que ha sucedido con el cántabru en las Encartaciones en los últimos cincuenta años

Se calcula que el diez por ciento de la población de Lerwick (esta ciudad no tiene más de 7.200 habitantes), marcha y desfila esa noche con antorchas y empujando una réplica de un “drakkar” vikingo de madera (un barco típico de esa cultura que tarda normalmente más de cuatro meses en construirse y pocos minutos en quemarse) por las calles principales de esta fría y húmeda ciudad. Barco que luego será quemado con el lanzamiento de antorchas de aquellos que han participado en el desfile, y en donde hombres, mujeres y niños vestidos como si fueran Ragnar Lothbrock, bailan y alargan la fiesta para vivir una experiencia única e inolvidable.

Con esta escusa y con esta efeméride damos comienzo a un artículo y una realidad, que desde luego no es muy difundida y conocida hasta ahora en los medios de comunicación de nuestro país.

Shetlandés o shetlandico, tiene que ver con la denominación que hoy en día se le da a la lengua que se habla en el archipiélago de las Shetland (Norte de Escocia): una lengua que pudo haber sido ya oficial en las islas desde el pasado siglo, pero que aún no lo ha logrado debido, fundamentalmente, a las distintas trabas políticas, burocráticas y administrativas que siempre esgrime, y de hecho ha esgrimido muchas veces Edimburgo para que la cuestión cultural y lingüística no avance y prospere en este archipiélago atlántico de más de 100 islas, y que en la actualidad abarca una superficie de aproximadamente 1.470 km².

Que Edimburgo reconociera y posibilitara la extensión y la plena divulgación de este idioma “vikingo” (incluso su bandera es “vikinga”) significaría, o habría significado igualmente, el que se atendieran por igual las también especificidades que son propias de las islas Orcadas (990 km² y aproximadamente 70 islas, de las cuales solo 20 están habitadas): un archipiélago poblado por aproximadamente 22.000 personas ubicado en el Norte de Escocia y situado a 16 kilómetros al Norte de la costa de Caithness (Gallaibh en gaélico escocés).

Y es que además del inglés, el gaélico escocés también es oficial en el archipiélago de las Shetland (al igual que lo es en el resto de Escocia), sin embargo, esto carece de importancia y de interés para la gran mayoría de los residentes shetlandeses, quienes no consideran (y nunca han considerado) que esta sea su verdadera lengua original, y sí una importada e impuesta en contra de la voluntad mayoritaria de la población de Hjaltland: definición de las Shetland en nórdico antiguo.

Al principio la influencia escocesa dejó su huella lentamente en Shetland

Una situación esta que nos recuerda mucho a lo que, por ejemplo, ha sucedido con el cántabru en las Encartaciones en los últimos cincuenta años, que siempre ha sido lengua propia del país encartado, y no el euskera o incluso el mismo castellano, ambas lenguas impuestas, primero por las armas y el abuso (caso del castellano), y luego ya más tarde (mediados del siglo XX) por medio de la política y el despotismo en el caso del vasco.

Esto es debido, principalmente, a cuestiones políticas y económicas, ya que en realidad el gaélico escocés que se ha hablado en estas islas siempre ha estado muy influenciado por la antigua lengua nórdica a lo largo de los diferentes periodos históricos, es decir, por un gran número de dialectos del antiguo norn. Hasta este punto esto es así que incluso podríamos decir que los habitantes de Shetland hablan un inglés peculiar (pronunciación de difícil comprensión para lo que es el inglés estándar), al igual que lo hacen los escoceses con respecto al inglés.

Y es que desde el siglo IX (cuando comenzó la colonización nórdica de las Shetland), hasta bien entrado el siglo XVII, el pueblo de las Shetland ha hablado una variante de la lengua escandinava que se conoció antaño como “norroena” (norte) o “norn”. Con todo, en la actualidad (y para una extensión geográfica tan pequeña) aún subsisten en esta área y territorio de reducidas dimensiones más de 20 dialectos para un archipiélago tan pequeño, los cuales hoy en día todos ellos están incluidos dentro del grupo shetlandés.

Pero para situar y centrar un poco mejor la cuestión vamos a hablar un poco de historia, y esta comienza en 1469, que es cuando los daneses entregaron las islas a Escocia como prenda de dote de la princesa Margarita de Dinamarca cuando ésta se casó esta con el rey Jaime III de Escocia. Al principio la influencia escocesa dejó su huella lentamente en Shetland, si bien más tarde, hacia fines del siglo XVI (e inmediatamente después de la Reforma), una creciente afluencia de clérigos escoceses y filibusteros hambrientos de tierras, junto con sus criados, aceleraría el proceso de escotización, y con ello la consiguiente pérdida progresiva y acelerada de la identidad vikinga.

Estos acontecimientos originarían que a principios del siglo XVII la cultura escandinava de Shetland estuviera bajo el ataque directo de la desaparición y de la segura acabación. Y así sucedió que en 1611 el Consejo Privado proscribió las leyes escandinavas como “extranjeras”, por lo que decretó que Shetland estaría a partir de entonces sujeta única y exclusivamente bajo las leyes escocesas. Al año siguiente el primer tribunal escocés que se sentó en Scalloway (en la isla Mainland, a 8 km de Lerwick, hoy la capital del archipiélago, y hasta 1708 la que siempre fue capital de las Islas Shetland) bajo el obispo James Law como alguacil y juez de las islas, no hizo sino proseguir con el proceso de derrumbe y anulación de la cultura y la identidad vikinga en esta parte de Europa.

A medida que iban transcurriendo los años, y mientras se iban poco a poco desmantelando las leyes y los procedimientos propios que habían evolucionado a lo largo de los siglos en estas islas, grupos de escoceses ávidos de tierras y poder se aprovechaban paulatinamente de la inevitable confusión legal y administrativa en la que entonces se encontraba el Shetlander para beneficiarse a costa de los habitantes originarios del archipiélago. Esto hizo que los terratenientes escoceses (a los que luego con posterioridad se sumaría la Iglesia) se apoderaran progresivamente de la tierra, y con posterioridad se construyeran grandes propiedades y espacios solo y únicamente para el uso y el disfrute personal o el de sus familias.

La lengua escocesa, que ahora ya sí que se comenzaba a usar en la Iglesia y en los tribunales de justicia, pronto suplantaría al nativo norn

A estos acontecimientos se unirían otros como las hambrunas del siglo XVIII, lo que originaría que la sociedad de Shetland entrara por aquella época en una aguda crisis, y la gente del archipiélago decidiera entonces (obligada por los acontecimientos y a fin de poder sobrevivir) emprender para siempre la huida de una tierra hostil, salvaje e insegura hacia otros lugares menos convulsos e inseguros como lo fueron entonces Noruega, Dinamarca, las mismas Orcadas, o incluso la misma Escocia, donde aún hoy en día, y en el Norte mismo de Caithness, muchas poblaciones guardan su antigua reminiscencia vikinga, como ocurre con la misma Caithness, que al “vikingo” o nórdico antiguo da “Katanes”. La vieja provincia, o condado histórico de Caithness permaneció de hecho bajo el control de los condes nórdicos de Orkney, los cuales a su vez estuvieron sujetos al rey de Noruega hasta 1231.

La lengua escocesa (profundamente influenciada por el inglés del aquel entonces), que ahora ya sí que se comenzaba a usar en la Iglesia y en los tribunales de justicia (y que rápidamente se convirtió en el idioma del comercio), pronto suplantaría al nativo norn, que ya por aquel entonces no tenía ningún tipo de estatus reconocido. Sin embargo, lo que facilitó aún más la transición del noruego al escocés fue el hecho de que el idioma escocés contenía muchos préstamos escandinavos y, por lo tanto, ambos idiomas tenían un número importante de palabras idénticas, como sucedía con por ejemplo “on”: On kima/Sc. “Kir” (abandono); On byggja/Sc. “Bigg” (construir); On hepti/Sc. “Peso” (mango); On illr/Sc. “Enfermo” (malo); etc.

A medida que iban transcurriendo los años los habitantes de Shetland no tuvieron otra opción que aceptar su nueva situación (a partir de entonces “escocesa”), y por consiguiente aprender el nuevo idioma “celta”, lo cual originaría que, por ejemplo, a finales del siglo XVIII, la inmensa mayoría de la población del archipiélago fuera bilingüe. Un ministro de Dunrossness, antiguamente también conocida como Coningsburgh (al Sur ya del archipiélago), por ejemplo, escribiendo en la década de 1680 informaba que la gente de Cunningsburgh “(…) rara vez habla otra cosa (que no sea norn) entre ellos, sin embargo, todos hablan la lengua escocesa con más prontitud (fluidez) y más correctamente de lo que generalmente lo hacen en Escocia”.

Al hacer esta adaptación automáticamente los shetlandeses reconocían la importancia y la superioridad de los escoceses, y al tiempo, también aceptaban la inferioridad de su lengua nativa. Por ejemplo, una rima de Unst (es la más septentrional de las islas británicas habitadas, y la tercera isla más grande de Shetland después de Mainland y Yell) conservada del siglo XVIII, revela este sentimiento de inferioridad cuando un padre de Shetland muestra su orgullo por la capacidad de su hijo para hablar escocés después de una visita a Caithness: Norte de Escocia.

En las escuelas, la lectura rigurosa y arbitraria de los nuevos e importados sacramentos asiáticos pasará por ser la principal preocupación de esta intolerable y muy represiva institución religiosa

Con todo, y sin embargo, sería en el siglo XVIII cuando se produjo la verdadera desintegración final del viejo noruego como lengua en este bello archipiélago. Una anécdota que muestra este declive lo vemos cuando el reverendo John Brand, que visitó las islas en 1699, comentaría que: “el inglés es el idioma común entre ellos (los habitantes de Shetland), pero muchas de las personas hablan nórdico o danés corrupto, especialmente los que viven en las islas más al norte, sí, tan común”. Y aunque aún en aquellas épocas el shetlandés era en algunos lugares el primer idioma que hablaban a los hijos, obviamente, el idioma por aquella época se estaba desmoronando y descomponiendo aceleradamente.

Este proceso fue creciendo, en gran medida, por la cada vez mayor influencia de la Iglesia y de la escuela. Por ejemplo, y después de la visita de Brand el sistema presbiteriano quedó más firmemente establecido que nunca, pues él y su “Comisión de la Asamblea General” encontraron y dieron fe de que “(…) en materia de Dios y Religión, el Cuerpo del Pueblo es muy Ignorante por no seguir los principios presbiterianos”, por lo que daría instrucciones al clero para que se dispusiera “a poner su casa en orden inmediatamente”. Con este fin, se ordenaron una serie de “visitas de investigación presbiteriales” repentinas y clandestinas a fin de así comprobar y ver que en el archipiélago existía un importante catálogo de edificios abandonados en los cuales se celebraban “prácticas extrañas e irregulares de comunión e inmoralidad entre la gente”, así como que también había una ausencia total de escuelas más allá de las pocas establecidas de forma privada para la educación de los hijos de los ministros o de la nueva nobleza ahora invasora y redentora en la nueva religión importada del Oriente Medio.

El presbiterio comenzó entonces a tomar medidas activas y ejemplarizantes “para mejorar esta destartalada organización pagano-vikinga”, y también para que, a medida que avanzaba el siglo, la Iglesia se fortaleciera cada vez más y más, y en cada vez más lugares. Y así ocurrió que a medida que la Iglesia se fortalecía y crecía, también lo hacía la influencia del inglés: el idioma del púlpito, la Biblia y los registros de “kirk session”: un cuerpo de ancianos electos que gobiernan cada iglesia local dentro de la política presbiteriana, y que se distinguirán por “no dar tregua” a la vieja cultura vikinga propia de estas islas.

En las escuelas, por ejemplo, la lectura rigurosa y arbitraria de los nuevos e importados sacramentos asiáticos pasará por ser la principal preocupación de esta intolerable y muy represiva institución religiosa. Y así “la Palabra” (que es como dicen los presbiterianos) es y será la “capilla central”, y también la piedra angular imprescindible que hará posible toda la posterior y estructurada enseñanza presbiteriana, pues la capacidad de leer “la Palabra” era para ellos el principio fundamental sobre el cual esta secta se sostenía, y al cual daban la mayor de las importancias y las relevancias. Y como “la Palabra” que sustentaba sus principios era el inglés, en las escuelas y en la Iglesia, lógicamente, los nuevos devotos debían de aprender inglés, y por lo tanto ir progresivamente desechando su propia lengua e identidad; pues así se lo marcaban y especificaban desde el púlpito.

Un presbiterio que con éxito solicitó y obtuvo escuelas de la Sociedad en Escocia para la propagación del conocimiento cristiano poco tiempo después, ya que la primera de ellas se inauguraría en Walls (conocido localmente como Waas, en el lado Sur del Oeste continental de la isla principal de Shetland: Mainland) en 1713.

Estas escuelas eran realmente organizaciones de apoyo a la Iglesia Presbiteriana, cuyo principal objetivo era promover la religión a través de la comprensión de la Biblia y el Catecismo. El impacto general de esta campaña propagandística se puede medir, y ver, por ejemplo, a partir de la actitud de un hombre de Walls que en 1737 solicitaba al “Kirk Sessions”, para que le proporcionara una Biblia con la intención de así poder instruir y enseñar en la lectura de los textos extranjeros a dos niños huérfanos criados por él mismo.

El entusiasmo evidente por aprender de parte de la gente hizo con el tiempo que el nivel de alfabetización en inglés aumentara considerablemente

El inglés al uso escocés, por lo tanto, se volvió cada vez más predominante, al tiempo que también el modo y la manera de hablar más formal y, por implicación, más correcto para la visión de los nuevos colonizadores. Y aunque persistieron, y persistirían aún y con todo una mezcla de palabras norn y escocesas, algunas construcciones gramaticales propias del escocés, así como también una pronunciación distintiva se pudo mantener; sin embargo el patrón general del dialecto se volvió cada vez más hacia el inglés. En 1774, por ejemplo, el reverendo George Low informaba de que por aquella época, aún en las islas Orcadas el idioma propio de los orcadianos era todavía el nórdico, aunque se vanagloriaba de que éste se encontrara ya en franco desuso y descomposición gracias, sobre todo, a la activa intervención y propaganda de las escuelas de inglés erigidas por la Sociedad para la Propagación del Conocimiento Cristiano.

Al año siguiente Low encontró en Shetland un estado de cosas muy similares a las de las Orcadas, aunque en algunos lugares descubriría que la tradición norn aún no se había desvanecido del todo. En Foula (isla habitada y solitaria al Oeste del archipiélago), por ejemplo, descubrió que el idioma norn (aunque muy desgastado) aún se hablaba, y de hecho, había muchas personas que todavía lo empleaban. Él lo llamaba “el idioma de la última época”, si bien el mismo ya se perderá para siempre, y por completo irremediablemente a partir de la próxima década.

No obstante, y mientras estaba en Foula, Low tuvo la suerte de grabar una balada nórdica (Hildina) que copió de la recitación de William Henry de Guttorm. Hildina es un remanente único de una literatura oral arrancada de la extinción por la casual grabación de un anciano cuya memoria retuvo treinta y cinco versos de una balada que le transmitieron sus padres en un idioma que no entendía. El primer verso, tal como lo traduce fonéticamente Low es el siguiente: “Da vara Jarlin d’Orkneyar / For frinda sin spir de ro / Whirdi an skilde menn / Our glas buryon burtaga”. (Había un Jarl en Orkney que le pidió consejo a un pariente si debería rescatar a una doncella de su dificultad).

“Hildina” es una balada tradicional que se cree que fue compuesta en Orkney en el siglo XVII, si bien fue recopilada en la isla de Foula (Shetland) en 1774, y publicada por primera vez en 1805. Cuenta una historia de amor, derramamiento de sangre y venganza entre personajes de las familias gobernantes de Orkney y Noruega. Esta balada está escrita en norn, y es la única obra sobreviviente de cierta extensión en este idioma. Es también una de las dos baladas norn incluidas en “The Types of the Scandinavian Medieval Ballad”.

Mientras que la Sociedad para la Promoción del Conocimiento Cristiano (SSPCK por sus siglas en inglés) continuaba estableciendo escuelas en Shetland durante el siglo XVIII, a partir de 1765 se establecerían más escuelas parroquiales. Y aunque el dinero para la educación en inglés tardaría en llegar por parte de los terratenientes y de las sociedades civiles, estatales y religiosas diversas bien surtidas entonces económicamente, el entusiasmo evidente por aprender de parte de la gente hizo con el tiempo que el nivel de alfabetización en inglés aumentara considerablemente. En 1826 una encuesta (“Estadísticas morales de Highlands”, Inverness, 1826) revelaba que en siete de las doce parroquias de Shetland el 76% de todas las personas mayores de ocho años sabían leer en inglés. Tal predominio del inglés como forma de comunicación oficialmente reconocida solo podía significar un declive correspondiente y progresivo en el estatus del dialecto shetlandés. Por la contra en las Hébridas, donde el gaélico todavía era el primer idioma de la gente, la encuesta encontró que solo el 30% sabía leer y escribir en inglés.

El establecimiento obligatorio del inglés en todas las escuelas de las Shetland, luego de la aprobación de la primera ley de educación obligatoria en 1872, significó el aún mayor debilitamiento para el norn, pues la mayoría de las nuevas escuelas estaban a cargo de maestros de fuera de Shetland, quienes tenían poco o ningún conocimiento del habla local y, en la mayoría de los casos tendían a considerarlo como una amenaza para sus ideales educativos de inglés formal y una cultura de base amplia, al tiempo que universal.

Entre otras cosas, los periódicos, las bibliotecas parroquiales, los libros baratos y las comunicaciones mejoradas hacían posible (y conspiraban) para que la antigua tradición del archipiélago fuera poco a poco desvaneciéndose y olvidándose. Laurence Williamson, un erudito arrendador de Yell (segunda isla de Shetland más grande después de Mainland), afirmaba en una carta escrita en 1892: “En términos más generales diría que siempre ronda en mi mente y en mi corazón que tal cantidad de conocimientos pertenecientes a nuestras islas nativas, folclore, asuntos lingüísticos, tradiciones, materia histórica viva, es suficiente para que esté en manos de algún genio, para así poder formar una pequeña literatura o un caudal de poesía, que de ninguna manera debería de ir deslizándose poco a poco y año tras año a la tumba. Este es un tiempo de transición como nunca antes. La antigua civilización del Norte está ahora en plena lucha con la nueva y del Sur, y las tradiciones y las costumbres que han venido desde la más remota antigüedad, ahora están muriendo para siempre. A los jóvenes no les importan los caminos de sus padres. Me refiero a lo que era estimable en ellos”. Fuente: People’s Journal, Glasgow Mail, Ally Sloper’s Half Holiday. (Laurence Williamson de Mid Yell por Laurence G. Johnson, Lerwick, 1971).

Con la llegada del siglo XX el declive del dialecto norn shetlandés ha visto y presenciado una rápida caída y acabación

Esta Shetland en transición que describía tan bien Williamson era en realidad la Shetland a la que llegó el erudito feroés Jakob Jakobsen en 1893. Él también vio los síntomas del declive: “Lo que se debe hacer debe hacerse ahora, porque los últimos diez años han destruido más material viejo que los treinta anteriores”. (Jakob Jakobsen: Carta a Dimmalaetting, Torshavn, 29/8/1893). Pero aún así se entusiasmó con las riquezas que aún se podían encontrar: “La opinión, apoyada por varios autores, de que el dialecto Shetland es simplemente inglés con algunos términos nórdicos para herramientas y objetos de uso común es bastante falsa, porque hay toda una masa de palabras que penetran todo el lenguaje, en todos los casos el lenguaje de la generación anterior y de aquellos que viven lejos del centro principal”.

Las exhaustivas investigaciones de Jakobsen de 1893 a 1895 produjeron 10.000 palabras de origen norn que aún existen, aunque la mitad de ellas no eran de uso general y solo las conocían las personas mayores o en rincones remotos de las islas. A partir de esta colección Jakobsen produjo su Diccionario etimológico del idioma norn en Shetland, a todas luces una pieza monumental de erudición que coloca a todos los estudiantes del dialecto de Shetland en deuda con él.

Las palabras y expresiones que encontró fueron principalmente, como era de esperar, sustantivos que describían objetos de la vida cotidiana, tipos de clima, así como el estado del viento y del mar. Muchas de estas palabras, parte integrante de la vida de los agricultores y de los pescadores, sobrevivieron hasta bien entrado el presente siglo, y algunas aún siguen todavía vigentes hoy en día. Por ejemplo, los distintos tipos de viento: “pirr” (viento ligero en parches), “laar” (viento ligero, más difuso), “flan” (un chubasco repentino), “'bat” (una ligera ráfaga de viento), “guff” (una fuerte ráfaga de viento), “gouster” (un viento fuerte y racheado) y “vaelensi” (un fuerte vendaval). Pero aún hay muchas más.

Otra clase importante de palabras encontradas por Jakobsen describía caprichos, comportamientos ridículos, estados mentales desequilibrados y, en general, los aspectos menos atractivos del personaje. Estos incluían “glafterit” (bulliciosamente, alegre), “halliget” (salvaje), “himst” (enfadado, susceptible), “perskeet” (primitivo), “raamist” (malhumorado), “snippm” (hosco), “traachie” (cascarrabias), “traawirt” (perverso), “trumskit” (malhumorado), “uploppm” (impetuoso) y “vyndless” (torpe).

Una intrigante categoría de palabras, ahora completamente obsoleta, pero todavía en circulación a fines del siglo pasado, se refería a la superstición de los pescadores de que ciertas cosas eran tabú en el mar y debían usarse términos descriptivos alternativos. Al buscar sinónimos para describir un objeto tabú, el pescador del siglo XIX tenía una fuente disponible en las antiguas palabras noruegas que habían sido eliminadas del uso cotidiano por sus equivalentes escoceses o ingleses, y en su estado de limbo lingüístico habían adquirido, en consecuencia, un aura de lo que es remoto y también misterioso.

Una lengua materna no se erradica fácilmente así como así

Estos pescadores, obviamente, consideraban cualquier referencia en el mar a la religión cristiana como ofensiva para los espíritus paganos de las profundidades. Se hacía referencia, por ejemplo, al ministro presbiteriano como “da upstaander”, y a la iglesia como “da benihoose” (“bön-hoose”: casa de oración). Los nombres de animales domésticos eran también tabú en el mar. Se hacía, por ejemplo, referencia al gato como “da footin” o “da skavnashi” (afeitador de nariz), la vaca era “da boorik” (berrea), el barco era “da faar” (transporte), el mástil era “da stong” (el palo), y la vela era “da skegga” (influencia). Afilar el cuchillo en el mar era “glaan da sköni”. Estos fósiles pintorescos de una lengua antigua ahora han desaparecido, y con ellos muchas otras palabras y expresiones que Jakobsen escuchó, y que se usaban a diario mientras se desplazaba y trasladaba de un lugar a otro por las Shetland.

Con la llegada del siglo XX el declive del dialecto norn shetlandés ha visto y presenciado una rápida caída y acabación, pues a medida que la sociedad y nuestra cultura material cambian, también el lenguaje lo hace (y lo ha hecho) adaptándose a los nuevos tiempos para poder así seguir el ritmo de los nuevos cambios. Los shetlandeses ahora ya no viven en casas con techo de paja, ni tampoco pescan lejos de casa con viejos arpones de madera y hierro fundido, pues inevitablemente, las palabras que describen estas condiciones y modos de vida antiguos ahora ya se han vuelto obsoletas y no útiles para el día a día.

Pero no fueron estas y solo estas las fases y los factores últimos que finalmente conspiraron contra la lengua propia de las islas del Norte. No, la principal causa fue el sistema educativo solo y únicamente en inglés. Y así (y durante preferentemente la primera mitad del siglo XX), los maestros de una manera deliberada comprendieron (y entendieron para su manera de pensar) que el habla local era una forma deforme y arcaica de expresarse para los cánones de la vieja y “glamurosa” monarquía inglesa, que entonces consideraba a los hablantes nativos como inferiores, atrasados, y en ocasiones, hasta “bárbaros”. Circunstancia, por otro lado esta, que siempre ha sido propia y característica del espíritu imperial inglés, no solo en Europa, sino también en más partes y lugares del mundo donde esta estirpe se ha asentado y procurado imponer su visión y su “norma redentora”.

El habla de Shetland era por lo tanto “impropia”, y en consecuencia debía a toda costa de evitarse, si verdaderamente una persona deseaba seguir adelante en la vida para poder así prosperar en la nueva sociedad industrial del siglo XX, que todo hay que decirlo, a toda velocidad se estaba construyendo y gestando en aquella época vibrante y trepidante de los comienzos del siglo XX. En el sombrío clima económico de las décadas de 1920 y 1930 (cuando prácticamente la única forma de avanzar era a través de la escala educativa) esta era una doctrina particularmente insidiosa, ya que a los ojos de muchos shetlandeses el dialecto del archipiélago se asociaba con todo lo que era atrasado y pasado de moda. Circunstancias y paralelismos, todos ellos, que nos recuerdan mucho a lo que ha pasado con el cántabru y la cultura cántabra a lo largo del pasado siglo.

Pero a pesar de todo, y de las circunstancias, una lengua materna no se erradica fácilmente así como así (y de un día o de un siglo para el otro), pues aunque no se escuchaba ya en las clases de los niños, en las declaraciones públicas, o incluso en las ocasiones oficiales, este todavía persistía en el patio de los recreos cuando estos no eran vigilados, en el hogar, y también en los grupos y en reuniones sociales alejadas de las escuchas inadecuadas. Fue así como los habitantes de Shetland cultivarían, y de hecho cultivaron un bilingüismo que les permitió comunicarse en dos niveles, aunque en términos sociales no había duda de que el dialecto estaba en el nivel más inferior e imaginable posible a lo largo de toda su historia.

Si bien el uso del inglés para los extraños se justificaba ostensiblemente, y se definía con y como “de buenos modales y prácticas”, esta costumbre era sin duda un reconocimiento tácito del papel socialmente inferior al que había sido relegada la lengua de Shetland, a todas luces y de una manera más que ostensible y evidente; pues ella no tenía ya ningún tipo de reconocimiento y estatus institucional.

Se puede obtener una estimación aproximada de la tasa de declive durante este período comparando a lo que encontró Jakobsen, con el estado del dialecto en períodos posteriores. Si, por ejemplo, tomamos las palabras “h” como bastante representativa, encontramos que recopiló 720 palabras, de las cuales (según su propia estimación), aproximadamente 360 habrían sido de uso común en la década de 1890. En 1949 (cincuenta años después), se contaban 107 palabras con las que un shetlandés estaba habitualmente familiarizado. En 1979, un shetlandés de veintiún años criado en el continente central podía identificar 65 palabras. Esto sugiere que, contrariamente a las suposiciones comunes aceptadas y normalmente establecidas, la tasa de disminución del shetlandés ha sido menor durante los últimos treinta años que en los cincuenta años anteriores.

La percepción cada vez más general en el archipiélago es que Shetland está siendo defraudada y abandonada

De hecho es solo a partir de la década de 1950 cuando los discursos y los hablantes en la lengua de Shetland han adquirido una cierta respetabilidad y honorabilidad. Los importantes informes de la posguerra sobre la educación en Escocia destacaron “la verdad fundamental de que la educación debe arraigarse en la realidad, encontrando su material y su punto de partida en el entorno del niño”. En consecuencia habría que preguntarse: ¿Y qué parte más fundamental del entorno existe que el idioma que se escucha y se habla desde la primera infancia?

En respuesta a una solicitud de los maestros locales, el Comité de Educación de Zetland (los nacionalistas gustan de llamar así a su archipiélago) publicó dos libros para uso en las escuelas de Shetland, “Nordern Lichts” (una antología de versos y prosa de Shetland), y “The Shetland Book” (un compendio sobre historia local, geografía, flora, fauna y geología). A fines de la década de 1960, un auge en las industrias de la pesca, así como también por las prendas de punto, creó un nuevo sentimiento de confianza y de respeto por y para las Shetland. Una época esta que marcará para siempre el inicio y el orgullo de ser y de pertenecer a Shetland, y con ello el deseo de volver a recuperar su idioma y su cultura por mucho tiempo secuestrada y anulada.

La llegada de Radio Shetland en 1977 serviría para dar un nuevo impulso adicional al dialecto, pues en sus programas la lengua de Shetland se escuchaba (y aún se escucha) regularmente junto con el inglés, lo que demuestra que no solo es socialmente aceptable, sino que también es un medio de comunicación válido y vigoroso que puede hacer florecer de nuevo la lengua nórdico-escocesa-inglesa en esta parte de Escocia.

Es y resulta irónico pensar que a fines de la década de 1970, cuando el dialecto perdió una gran parte de su vocabulario básico, este ha encontrado no obstante un estatus que no ha tenido durante al menos el siglo anterior. Y a ello ha contribuido (y contribuyó decididamente en su momento) el Movimiento por Shetland: el que en su día fue un grupo de presión, además de un partido político creado en 1978 para abogar por una mayor autonomía en las islas. Este grupo político estuvo activo hasta 1994, cuando se disolvió y ya nunca más se volvió a presentar a una nueva elección local o general.

En las elecciones de 1990 al Consejo de Shetland, este partido logró agrupar y acaparar en su favor a más de un tercio (34,5%) del electorado por aquel entonces. Y fueron precisamente esas casi dos décadas de actividad política y cultural las que en gran medida contribuyeron a que el shetlandés adquiriera progresivamente una cada vez mayor presencia y estatus en la vida política y social del archipiélago. Pues, por ejemplo, el grupo pidió la creación de una Asamblea de Shetland o “Althing” (Parlamento) con poderes legislativos limitados, así como el control sobre los impuestos directos.

La intromisión a finales de la década de los 90 del Partido Nacionalista Escocés en la vida pública y política de Shetland, ha dificultado en gran medida el que las políticas a favor del idioma y la cultura propias sean más efectivas y prósperas de lo que en verdad deberían estas de ser, lo que finalmente ha propiciado el que a finales de 2015 surgiera el movimiento político shetlandés denominado Wir Shetland, el cual aboga ya claramente por independizarse, tanto de Londres como de Edimburgo. Este movimiento político intercede por una Shetland autónoma que pueda disfrutar de un modelo de autogobierno similar al que hoy en día existe en las Islas Malvinas.

Entre sus representantes se encuentran varios activistas por la independencia de Shetland, como es el caso de Stuart Hill, quien durante mucho tiempo ha dedicado mucha energía y recursos para disputar la jurisdicción del Reino Unido y Escocia sobre este territorio.

La percepción cada vez más general en el archipiélago es que Shetland está siendo defraudada y abandonada, tanto por el gobierno de Bruselas, como por el de Londres y el de Edimburgo, quienes se quedan con la gran mayoría de sus recursos y materias primas, que luego nunca revierten a las islas en forma de dinero en efectivo para acometer de la mejor manera posible sus necesidades y recursos más básicos. Por ejemplo, cada vez se cierran más escuelas, las carreteras no se arreglan cuando se deterioran, los pescadores no pueden trabajar en sus propias demarcaciones, etc.

En la actualidad se procura y se está intentando el que el desarrollo del dialecto de Shetland sea un elemento válido para la educación en todos los niveles de la enseñanza

Sucede, además, y en términos generales, que la mayor parte del actual movimiento que a día de hoy está a favor de la identidad y del progreso de Shetland fuera de Escocia, no proviene precisamente de los ámbitos de lo que se podría venir a definir como “izquierda” (como, por ejemplo y en gran medida sucede en Escocia), sino que por el contrario este va de la mano de un conglomerado variopinto de personas consideradas o catalogadas como “anti escocesas” y “anti Bruselas”, junto a los que se podrían considerar como autonomistas de derecha (algunos incluso partidarios de la monarquía inglesa) e independentistas al estilo clásico y variado que pueden proceder de espacios y sensibilidades, que igualmente también podrían estar incluidas dentro del espectro de lo que comúnmente se conoce como izquierda y derecha clásica.

Con una población inferior a las 24.000 personas, Shetland cuenta en la actualidad con un 3% de población que habla con soltura la lengua “nórdica” shetlandesa, poblada aún por una gran cantidad de préstamos ingleses y escoceses. El dialecto de Shetland (como les gusta decir a sus nativos habitantes) es por lo tanto una amalgama de nórdico, escocés de las tierras bajas e inglés, reflejando cada elemento, en consecuencia, un período concreto de la historia de las islas dominado por esas naciones respectivas.

Y a diferencia de lo que ocurre en otras partes del mundo, en donde muchas lenguas que aspiran a ser cooficiales rehuyen del calificativo de “dialecto”, en el caso del shetlandés esto no es un problema para llegar a definir y abarcar su lengua como específica y diferente, por ejemplo del inglés. De hecho, en la actualidad (y para una extensión tan pequeña) aún subsisten en esta área más de 20 dialectos en las islas, los cuales hoy en día todos ellos están incluidos dentro del grupo shetlandés. A todo ello hay que sumar el hecho de que la aceptación del dialecto de Shetland entre una buena parte de la comunidad del archipiélago es cada vez mayor.

Sin embargo, tanto sus actuales hablantes, como los que lo aprenden con gran interés (desde, principalmente, mediados del pasado siglo XX hasta la actualidad), y que suman un porcentaje no superior al 6% de la población, actualmente no están dispuestos a dejarlo morir, como, sin embargo, sí que ya sucedió en el pasado con el norn: antigua lengua escandinava hablada en las islas del Norte de Escocia, concretamente (y en su último periodo) en las Orcadas y en las Shetland.

El primer diccionario de Shetland, de John J. Graham (1921-2008), se publicó por primera vez en 1979, y en 1993 salió editada su tercera edición, habiendo sido revisada ésta por última vez en 2009. La intención de John Graham era simplemente establecer palabras y expresiones que él mismo había escuchado en su vida habitual, y por lo tanto, crear un registro del dialecto del continente central (parte central) de Shetland. De hecho, el libro no pretendía ser un diccionario definitivo del dialecto de Shetland, sin embargo, y a día de hoy, es un activo y un referente principal y muy importante para aquellas personas que deciden aprender shetlandés por primera vez.

En la actualidad se procura y se está intentando el que el desarrollo del dialecto de Shetland sea un elemento válido para la educación en todos los niveles de la enseñanza, pero por ahora el gobierno de Edimburgo cierra hasta el momento toda posibilidad de materialización y entendimiento. Lo que sí que se observa claramente desde hace aproximadamente (al menos) 20 años, es una cada vez mayor profusión de nombres propios de persona en idioma shetlandés, en vez de los clásicos y singulares que son propios de Escocia o de Inglaterra.

Por lo que al cántabru se refiere, el que una lengua se pueda rescatar con garantías suficientes pasa también, y principalmente, por recoger todas esas palabras que son cántabras

Hemos querido poner en este artículo el ejemplo de la lengua shetlandica por ser uno más de esos casos en los cuales una lengua amenazada, como en este caso es el gaélico escocés, imita y copia los mismos procederes y procedimientos que antaño otras lenguas (en este caso la inglesa) ejercieron en su momento sobre la lengua celta de Escocia.

En estos momentos la edición de diccionarios en shetlandés (algunos en línea: internet) están ayudando de una manera muy decidida a que la lengua del archipiélago avance y prospere entre la gente joven que desea aprender más acerca de su cultura e identidad.

La razón principal por la cual exponemos acerca y sobre las Shetland es por una razón, motivo y cuestión fundamental. Y esta tiene que ver con que una parte importante del pueblo de Shetland no desea dejar morir su viejo dialecto o lengua, y para ello no desechan las palabras antiguas de antes, aunque estas ya no las usen las gentes de este archipiélago.

Por ello, y por lo que al cántabru se refiere, el que una lengua se pueda rescatar con garantías suficientes pasa también, y principalmente, por recoger todas esas palabras que son cántabras, y que, aunque ya no se usen a día de hoy, sí que son realmente necesarias el poderlas de nuevo dar vida y alabanza (pues están en los diccionarios de cántabru), a fin de así también poder conformar con ello un auténtico cántabru con suficiente personalidad; que no sea solo y solamente una mera copia “dulcificada” de lo que a día de hoy es el castellano.

Como ejemplo a esto último que decimos vamos a concluir este artículo sobre las Shetland poniendo un ejemplo, de los muchísimos que aquí y ahora podríamos exponer, con la palabra “rumilar”.

“Rumilar” es una antiquísima palabra cántabra que vendría a significar: “acariciar con la vista, o con el alma”. También “acercar el corazón y el sentimiento de una persona hacia la otra”. Un vocablo este que con el tiempo pasó a ser la expresión, y también una manera de reflejar algo que va más allá del simple contacto físico, pero que sin embargo antaño emplearon nuestras abuelas para referirse, principalmente, a los niños y niñas cuando son aún bebés y se les acaricia con la mirada y el alma.

Las abuelas cántabras decían que “rumilaban” cuando a los bebés “les acariciaban o cuidaban con el alma, o con la vista y el corazón” de una manera muy protectora y amorosa. Más tarde este vocablo se terminaría finalmente por extender a lo que es ya más común y cotidiano, quedando así y ya de una manera más generalista con la significación de también: acariciar con la mirada, mirar con bondad y cariño, etc.

Al haberse perdido ya completamente esta palabra (finales del siglo XX), ya no hay manera y forma de que ella pueda ser mal usada o mal interpretada, pues ya nadie volvió nunca más a usarla, y nadie tampoco es posible que la volviera nunca más a emplear.

La única palabra cántabra que podría tener una cierta aproximación a nuestra “rumilar” es “rumiagar”, que el “Léxico cántabro”, de Miguel Ángel Saiz Barrio, en su página 225 nos recuerda que es: “maullar”.

Ojalá algún día nuestras abuelas, y no tan abuelas, vuelvan de nuevo a poder emplear esta antigua palabra (así como muchas otras miles más), ya perdida y no usada, si el movimiento que se está dando actualmente en favor del cántabru continua como hasta ahora con su línea ascendente y de progreso en cada vez más lugares y frentes.

Shetlandés, la lengua que de nuevo puede volver a ser
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