jueves. 25.04.2024

¿Qué importancia tiene que una lengua que hablan unas cuantas personas desaparezca?

Nunca el aprendizaje y el cultivo de uno puede servir de excusa para el desprecio, el abandono o el maltrato al otro, ya que rebajar a un idioma es sinónimo de despreciar a la humanidad, y a su sentido más común e inherente: el humanismo.

Un idioma (cualquier idioma) es siempre un embajador y un correo, un emisario y un mensajero, o si se prefiere, un cauce de una civilización; además de que a través del tiempo transmite una sabiduría y una forma de vida. Sin embargo, también constituye un universo, un patrimonio y, por supuesto, es una seña de identidad que siempre es preciso cuidar y mantener. Nunca el aprendizaje y el cultivo de uno puede servir de excusa para el desprecio, el abandono o el maltrato al otro, ya que rebajar a un idioma es sinónimo de despreciar a la humanidad, y a su sentido más común e inherente: el humanismo.

Para esos que preguntan con altanería y cierto chovinismo: “¿y para qué sirven el cántabru, o el silesio, o el valenciano, o el corso, o el gallego, o el siciliano, o el aranés, o el kareliano?, ¿qué necesidad hay de aprender estos idiomas?”. La respuesta es o debería de ser, por ejemplo: “para entendernos”, “porque así es como yo describo todo un mundo de emociones y sensaciones”, “porque es de esta manera como mejor catalogo al mundo”, “porque también mi lengua minoritaria es riqueza cultural, material e inmaterial”.

O porque, a lo mejor “también es parte de mi biología y de nuestro ecosistema”, tanto como lo son: las cajigas (los robles), l’asientu (el retrete), el monarcicu (el zarapito real), el tanza (el sedal), la llanta (la planta recién salida), el recentellu (el relámpago), l’amurugar (el anochecer), el silenciu (el silencio), la machina (el malecón) las justis (las ramas gruesas de los árboles), la huelga (la huella en la nieve), l’armita (la ermita), la garranchu (la ola grande), l’isquila (la ardilla), la cíu (la roca inaccesible), la giniebra (la ginebra), l’aja (la antorcha), la cirgüela (la ciruela), l’aguayu (el terreno pantanoso y elevado), la tilivisión (la televisión), la sota (el lugar poblado de castaños a la falda de un monte), l’encernadáu (la niebla cerrada que apenas deja ver), la cascubiellu_ (la tela que rodea la avellana), l’atentura (la atención), la cudón (la piedra de río), el teléfanu (el teléfono), el remanecer (el amanecer), el bacín (el orinal), l’ará (la yedra), la giru (la ruta), l’ilesia (la iglesia), la cascarabija (la zancadilla), el chalu (el aplauso), las gachas (las natillas), la discurriatu (la mala ocurrencia), la llasca (la leña menuda), el cierzu (el viento norte), etc.

O porque, tal vez, su defensa constituye (mal que les pese a los reduccionistas de la internacionalización) la competitividad y el utilitarismo mal entendidos. O si se prefiere, toda una apertura de miras: la elegancia y la imaginación, la capacidad de análisis y la reflexión, la afectividad y la expresión, la emotividad y la sensibilidad, el amor y la bondad, y así muchos más; que no son solo patrimonio exclusivo y unitario de determinados idiomas, sino de muchos.

Aquellos que consideran que no solo no resulta útil el aprendizaje y el uso de un determinado idioma, sino que, además, constituye toda una pérdida de tiempo, fondos y recursos; más bien habría que decirles que se mueven únicamente por la ambición de conseguir réditos materiales inmediatos y olvidan (muchas veces con malicia calculada) que cualquier lengua (de un modo u otro), nutre una forma singular y original, sorprendente y particular de vida.

Una vez escribió el escritor y articulista, Álvaro de Prado en “Defensa apasionada (y razonada) de nuestras lenguas minoritarias” lo siguiente: “Si me dan a elegir qué idioma prefiero para mis hijos, escogeré el que retrate y describa nuestro mundo, el idioma que me dejó mi abuela. Sí, soy egocentrista, lo admito, pero ¿por qué mi egocentrismo es peor que el tuyo? ¿Porque tu idioma tiene más hablantes? ¿Porque la mía es una lengua sin Estado? ¿Porque no se emplea para la comunicación internacional? ¿Cuál es el mejor método para conservar nuestras lenguas minoritarias, para que no perdamos esta riqueza común? Sin duda, aprenderlas, utilizarlas, cultivarlas, mimarlas con la misma preocupación ecológica que a las especies protegidas o en peligro de extinción, difundirlas y prestigiarlas en todos los ámbitos y por todos los medios posibles pero, sobre todo, transmitirlas con amor a los que vienen detrás de nosotros”.

Los idiomas originarios transmiten maneras únicas de ver y entender el mundo

Más que un medio para comunicarse, los idiomas originarios transmiten maneras únicas de ver y entender el mundo, pues son siempre símbolos de identidad y de pertenencia, o si se prefiere: vehículos de la cultura que conectan a los pueblos indígenas con la naturaleza y la vida misma.

Mark Turin es un famoso y conocido antropólogo y lingüista por la Universidad de Yale (Connecticut-Estados Unidos) que actualmente escribe y enseña sobre recuperación, revitalización, documentación y conservación de lenguas. Igualmente trabaja en prácticas activas para la revitalización de idiomas amenazados, políticas y derechos lingüísticos, oralidad y archivos, herramientas digitales y tecnología. 

En definitiva, es todo un experto en la comunicación (es presentador habitual de la BBC sobre temas que tienen que ver con la diversidad lingüística y los peligros a los cuales en la actualidad se enfrentan las lenguas más vulnerables) y también en la salvaguardia de los idiomas amenazados y en peligro de extinción, al que muy bien podría, por ejemplo, contratar el Gobierno de Cantabria, a fin de poder coordinar esfuerzos con las personas que en nuestra tierra luchan desde hace décadas porque el cántabru sea reconocido como lengua propia de un país singular. En varios discursos y conferencias ha manifestado: “Gastamos enormes cantidades de dinero en proteger especies y la biodiversidad, ¿por qué la única cosa que nos hace singularmente humanos no debe ser nutrida y protegida de manera similar?”. 

David Harrison es el presidente del departamento de lingüística de la Universidad de Swarthmore (Pensilvania-Estados Unidos), al tiempo que coofundador de la ONG Instituto de lenguas vivas para las lenguas amenazadas. En su libro “Cuando mueren las lenguas”, afirma: “La extinción de una lengua significa la erosión o la extinción de las ideas, formas de conocimiento, y maneras de referirse al mundo y a la experiencia humana”_. Y agrega: “Ninguna tiene el monopolio del genio humano y nunca se sabe de dónde puede salir la próxima idea brillante”. También manifiesta que: “Perdemos conocimiento antiguo si perdemos idiomas”. 

El lingüista estadounidense Kenneth Locke Hale (también conocido como Ken Hale) por el Instituto de Tecnología de Massachusetts (Estados Unidos), estudioso de una gran variedad de idiomas no investigados adecuadamente, y casi todos en peligro de desaparición (especialmente los idiomas indígenas de América del Norte, América Central y Australia), y quien hasta su muerte en 2001 trabajó con lenguas amenazadas; dijo una vez muy acertadamente a un periodista: “Cuando se pierde una lengua, se pierde una cultura, un patrimonio intelectual, una obra de arte. Es como arrojar una bomba sobre el museo del Louvre”. 

En agosto de 2019, Antonio Manuel Guterres de Oliveira Bande, el noveno Secretario General de las Naciones dijo: “Con cada lengua que desaparece, el mundo pierde un acervo de saber tradicional”.  La Secretaría General de Naciones Unidas es el órgano administrativo cuyo titular es la máxima representación diplomática de las Naciones Unidas. Entre sus competencias se encuentra la de convocar el Consejo de Seguridad, la Asamblea General, el Consejo Económico y Social y otros organismos de la ONU.

En su mensaje del 9 de agosto de 2019 Antonio Manuel Guterres manifestó lo siguiente: Este año se celebra el Año Internacional de las Lenguas Indígenas, proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas para llamar la atención sobre la urgente necesidad de preservar, revitalizar y promover las lenguas indígenas. 

Las lenguas son el vehículo que utilizamos para comunicarnos y están íntimamente ligadas a nuestra cultura, nuestra historia y nuestra identidad.

Las lenguas son el vehículo que utilizamos para comunicarnos y están íntimamente ligadas a nuestra cultura, nuestra historia y nuestra identidad. Casi la mitad de las 6.700 lenguas que se calcula que hay en el mundo, en su mayoría lenguas indígenas, están en peligro de desaparecer. Con cada lengua que desaparece, el mundo pierde un acervo de saber tradicional. 

Se estima que hay en el mundo alrededor de 370 millones de indígenas. Muchos de ellos todavía carecen de derechos básicos, y la discriminación y la exclusión sistemáticas siguen amenazando su modo de vida, su cultura e identidad. Esto está en contradicción con el propósito de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas y la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, que prometen no dejar a nadie atrás. 

Cuento con que los Estados Miembros colaboren con los pueblos indígenas y les respalden para que puedan determinar su propio desarrollo a través de políticas que sean inclusivas, equitativas y accesibles. Las Naciones Unidas están dispuestas a apoyar todas las iniciativas encaminadas a hacer realidad los derechos y las aspiraciones de los pueblos indígenas. 

Concretamente, y en esa jornada anual celebrada cada 9 de Agosto desde 1995 por mandato de la Asamblea General de la ONU, se decidió que el año 2019 fuera el Año Internacional de las Lenguas Indígenas. Y para conmemorar dicha efeméride, la ONU realizó en su sede de Nueva York una ceremonia liderada por el jefe de la nación Mohawk de Estados Unidos, Howard Thompson, quien hizo los honores a la Madre Tierra.

En dicho evento se contó la presencia y participación de la Vicesecretaria General (Amina Mohammed), quien destacó el papel clave de la educación para que los pueblos indígenas disfruten y preserven su cultura e identidad. Y manifestó: “La educación intercultural y multilingüe es necesaria para evitar pérdidas irreparables. No ofrecer esta posibilidad coloca a los pueblos indígenas en una situación de desventaja y amenaza su supervivencia”. 

La alta funcionaria aseveró que se debe hacer mucho más a la hora de permitir que los pueblos indígenas florezcan, y para que con ello también la humanidad entera se beneficie con la riqueza de conocimientos que atesoran esas culturas que forman parte de la diversidad del mundo. Enfatizó: “En este Día Internacional, reafirmemos el compromiso de trabajar juntos para hacer realidad los derechos de los pueblos indígenas”.

Todas estas afirmaciones y comentarios valen e igualmente sirven para el pueblo de Cantabria, pueblo indígena que aún habita en el Norte y al Sur de la Cornisa Cantábrica, y que aún sigue conservando y manteniendo su lengua indígena. Solo por este hecho, ello ya es por sí un legado invaluable de conocimientos ancestrales en campos como la medicina o la astronomía, los cuales seguro que son muy útiles a la hora de poder alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible que tantas veces remarca y señala la ONU. Es por ello por lo que debemos de defender el derecho de los pueblos indígenas a hablar sus idiomas y respetar sus formas de vida, como legados únicos e irrepetibles que son capaces de hablarnos de una diversidad cultural y biológica sin igual. 
 

¿Qué importancia tiene que una lengua que hablan unas cuantas personas desaparezca?
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