miércoles. 24.04.2024

La falacia de la disgregación y el embuste de la no normalización

Cuando un talibanismo "democrático" lingüístico mayoritario pretende terminar con una lengua, cueste lo que cueste, este suele emplear la soterrada estrategia teocrática de la nula aceptación "del otro".

Un esclavo o una esclava de la propaganda institucionalizada es aquel ser anulado por la demagogia sentimental de los medios de comunicación "oficiales" y el cortoplacismo de una amnesia irresponsable respecto a lo que en verdad está en juego en la sociedad en la que ese ser vive y se relaciona.

Cuando un talibanismo "democrático" lingüístico mayoritario pretende terminar con una lengua, cueste lo que cueste, este suele emplear la soterrada estrategia teocrática de la nula aceptación "del otro". De "ese otro" igual, que dicen, también es libre. ¿Libre? ¿Libre para poder expresarse en igualdad y libertad en la lengua que "ese otro" desee, y que además es su primitiva y original lengua madre?

No socorrer a una lengua en peligro es sinónimo de abuso y consentimiento soterrado e inducido

Cuando esto sucede, inevitablemente nos enfrentamos al final de una civilización, al final de una cultura, y en efecto, al final de una democracia como forma más avanzada o quizá menos mala y aceptada de gobierno.

¿Alguien se acuerda a estas alturas de la demolición en Marzo de 2001 de los Budas de Bamiyan (Budas construidios posiblemente entre los siglos V o VI, y que representaban una clásica mezcla del arte greco-budista), porque para los talibanes estas figuras "ofensivas" atentaban contra su religión? ¿Por qué esto nos parece un horrible y salvaje atentado contra una civilización, y, sin embargo, el atropello y el abuso sobre una lengua no?

¿Qué pasaría si ahora se pretendiera desbaratar la esfinge de Ramsés, destruir Abu Simbel o, por ejemplo, el Templo de Horus en Egipto, pues para aquellos antiguos egipcios estas antiguas representaciones eran divinas? ¿Alguien se imagina arruinar al David de Miguel Ángel por su desnudo? Pues para el caso que nos ocupa, y al respecto de la lengua cántabra, no socorrer a una lengua en peligro es sinónimo de abuso y consentimiento soterrado e inducido. O dicho de otra manera: abuso. Y es así como, a lo mejor, impulsando estos paralelismos, las personas pueden ser capaces de recapacitar al decirse a si mismas que quizá algo va mal.

¿Qué clase de virus ha infectado a la incultura, y por qué una cosa es fanatismo, pero no lo otro? ¿Es posible en pleno siglo XXI actitudes tan irracionales y sorprendentes? Como poco sorprenden, y al analizarlas, estas duelen.

La destrucción por la destrucción en sí misma se corresponde más bien con una mentalidad talibán y abusiva

Deberíamos de entender que la destrucción por la destrucción en sí misma se corresponde más bien con una mentalidad talibán y abusiva, pero jamás con una conciencia de persona civilizada del siglo XXI que está libre de traumas mentales (que deberían ser objeto de tratamiento psiquiátrico por su absurdo), y que desea avanzar "progresando" hacia la cultura, el entendimiento y el saber.

Los enemigos de la lengua cántabra siempre han atacado a nuestro idioma diciendo incongruencias del tipo: "el cántabru está disgregado", "es una lengua fragmentada", "existen muchos cántabros", "no se puede hablar un idioma que no está representado institucionalmente", "el cántabru no posee una Academia de la Lengua", etc. Sin embargo, y aunque estas personas callen o bien lo oculten, saben perfectamente que todas las lenguas (y antes de que se produzca su estandarización) pasan previamente por un lógico proceso de conformación y estandarización. Como ha sucedido y siempre sucede con las lenguas antes de que éstas sean oficiales.

¿O acaso desconocen los detractores del cántabru, que a mediados del siglo XIX existían, por ejemplo, en lo que hoy llaman Euskadi, hasta 24 formas diferentes de hablar euskera: debano, ondarroano, izcoano, roncalés, tolosaldeano, suletino, roncalés, labortano, bidasoano, ochagaviano, hasparreano, etc.? ¿Cómo pensáis que se conformó al final la unidad del catalán estándar a finales del siglo XX? ¿O la del galés en el último cuarto del siglo XX?, ¿O la que aún realiza el gallego o el mismísimo siciliano, el alsaciano, o el silesio? ¿O la que practica el lejano udiano, en las estepas del Shirak; en la profunda Georgia? ¿O incluso el del mismísimo saami (lengua lapona), disgregado en la actualidad en más de 15 dialectos oficiales por Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia; lo cual no impide para que se estructure su uso oficial en las instituciones?

¿En qué están pensando los detractores del cántabru cuando hacen sus manifestaciones sin argumentos y lógica que les sustente y de credibilidad, bajo al  menos, un ápice de sentido común, y quizá una serena y simple reflexión?

Tampoco ha habido nunca oficialidad en el castellano, como se pretende afirmar de manera falsaria

¿Acaso se desconoce que en Europa existen más de 230 idiomas que aún son hablados por sus originarios pobladores, muchos de los cuales aún continúan realizando su propio proceso de estandarización? ¿Acaso piensan los detractores de la diversidad idiomática que los idiomas se estructuran como por arte de magia, o porque quizá en los cielos aparece una nave espacial; y entonces ya todo está resuelto y conformado? ¿Por qué se falta a la verdad y que se gana con ello? ¿Cómo es posible que exista tanta incultura y desconocimiento?

Pero es que, además, tampoco ha habido nunca oficialidad en el castellano, como se pretende afirmar de manera falsaria, de tal manera que, en rigor, nunca se le puede devolver a esta lengua una dignidad oficial que nunca tuvo.

¿Acaso no sabemos que también (y esto es una realidad) el castellano real (el de los castellanohablantes), para bien o para mal, siempre ha estado muy dialectizado y ruralizado con el paso de los siglos? ¿Y por qué se omite que el mismo siempre quedó completamente pervertido y desvirtuado al encerrarlo en el lecho de su normalización oficial, y ahora universal, al incorporar la lengua castellana; nada menos que 500 millones de castellanohablantes de más de 40 países diferentes?

Es una realidad cada vez más aceptada por autores diversos y dispares, que la lengua española no es el resultado de la mera evolución lingüística, sino más bien el producto de una nueva conceptualización de un discurso hablado (speech). O si lo preferimos, una conceptualización en el modo de escribir el idioma a partir de la reforma carolingia de 1080.

Lo peor de este proceso de normalización es el carácter opresivo que para la propia población cántabra representa y ha representado esa oficialidad

Ahora bien, siendo negativa esta perversión de la lengua castellana para su uso oficial en Cantabria (quizá es esta otra manera más de institucionalizar la humillación de haber sido colonizados culturalmente), lo peor de este proceso de normalización es el carácter opresivo que para la propia población cántabra representa y ha representado esa oficialidad; que ahora obliga al uso exclusivo del castellano en la comunicación para y con la Administración.

Y, por supuesto, también en el conjunto de todas las actividades o quehaceres diarios, cuando sabemos que existe una lengua que es la cántabra (y que igualmente también podría ser oficial), pero que, sin embargo, se ve marginada; e incluso eliminada de los ámbitos oficiales e institucionales... porque así lo deciden y afirman los estamentos representativos del Estado  en esta tierra.

Privar de esta manera y con alevosía del uso del cántabru (lengua legítima, como también lo es el castellano) a generaciones de conciudadanos cántabros (pero también cántabros de lo que hoy son partes de Burgos, de Vizcaya, de Palencia, de León y de Asturias), para confinarlos en un uso (por lo demás artificioso) de una lengua adulterada y aparente (castellana); es algo efectivamente anormal desde un punto de vista democrático. Aunque también desde un punto de vista intelectual, pues obstaculiza, e incluso impide, el uso de una lengua que es patrimonio importante de muchos miles de cántabros con los que no se cuenta y a los que tampoco se les pregunta y consulta.

Es decir, ya no solo se trata de que los ciudadanos cántabros tengan derecho a que las instituciones (sean de ámbito nacional, autonómico o municipal) se dirijan a ellos (en cualquier lugar en el que habitan de la geografía cántabra) en la lengua que es común en su cultura (derecho que se está sistemáticamente violando en la totalidad del País Cántabru); sino que también se trata de que los habitantes de dichos territorios están siendo marginados (desde hace mucho tiempo) al no ofrecérseles ningún tipo de posibilidad a la hora de poder relacionarse en cántabru con sus correligionarios.

Es así de esta manera, y en resolución, como las leyes estatutarias y autonómicas están consagradas (y de hecho consagran), este tipo de anormalidades y aberraciones anti constitucionales y anti democráticas para con el conjunto de una sociedad. Este es un abuso que no se puede consentir, ni tampoco perpetuar por más tiempo. Urge por lo tanto realizar y emplear las medidas más inmediatas y eficaces para su finalización y conclusión.

La falacia de la disgregación y el embuste de la no normalización
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