viernes. 29.03.2024

Es tiempu d’Esteru

Una figura que además enlaza perfectamente con nuestra identidad cultural y lingüística, siempre esta tan necesaria y urgente de resaltar.

Ocurre y sucede que la tradición de ofrecer y dar regalos a los niños y a las niñas en la noche de los Reyes Magos es relativamente reciente, pues tiene en España poco más de cien años (se inició en el año 1866, y la noche anterior a la Epifanía), habiéndose celebrado la primera cabalgata en Alcoy (Alicante), para con posterioridad extenderse esta al resto de países de cultura hispánica. En Cantabria las cabalgatas se vienen realizando desde mediados del siglo pasado, siendo la más antigua la de Comillas, que entonces realizaban los jesuitas tras finalizar de la Guerra Civil Española de 1936-1939.

Y es que la fe en los relatos nos hace aceptar que tres hombres vestidos de Reyes Magos (inicialmente eran cuatro no tres) reparten regalos cada 5 de Enero. Otra forma de fe denominada “religiosa” (la cual ha sido profusamente modificada y cambiada a conveniencia según los tiempos y los escenarios) ha tenido que tragar con la idea de la llegada de un tipo barrigón vestido de rojo que viaja con paquetes de regalos en un carruaje que es tirado por renos, eso sí, previa escala en una marca conocida de refrescos burbujeantes, que ya hace algunos años se anunciaba por la televisión, y como no, también en los paneles publicitarios que estaban repartidos por las calles de muchos de nuestros pueblos y ciudades.

Decmos que inicialmente no eran tres los Reyes Magos, sino cuatro, porque aunque la versión "oficial apunta a que únicamente fueron tres los Reyes Magos que acudieron a visitar "al recién nacido hijo de Dios", un relato del siglo XIX escrito por el teólogo, escritor y docente estadounidense nacido a mediados del siglo XIX, Henry Van Dyke, cuenta la historia de Artabán, el cuarto Rey Mago (al que invitaron a venir al nacimiento del Mesías los tres Reyes Magos por medio de una carta, si bien él ya lo sabía gracias a un oráculo, y que sería el mismo que le avisó sobre la llegada de un gran ser de luz que traería perdón y redención a todos los pecados de la humanidad) del que poco se habla porque desafortunadamente nunca logró llegar a donde el niño Jesús se encontraba.

Con todo habrá quien diga, fundamentalmente personas religiosas (aunque a este respecto también personas no religiosas) que no han leído y estudiado la Biblia y los textos cristianos de los primeros padres fundadores, que esto no es cierto, o bien que ello es pura y simple fantasía. Y todo ello porque a lo mejor así se lo han transmitido desde el púlpito algunas personas, que seguro muchas veces han interpretado unos textos harto modificados y adornados con múltiples interpretaciones y fantasías, leyendas y crónicas, narraciones de otras tradiciones y culturas importadas y copiadas no siempre acertadamente.

Sin embargo, quienes verdaderamente se asomen por primera vez a la fuente original de este relato para resolver estas dudas, rápidamente se llevarán una sorpresa mayúscula cuando se descubre que de los cuatro Evangelios que incluye el Nuevo Testamente, solo dos (el de Mateo y el de Lucas) se refieren al nacimiento de Jesús, y además sus relatos divergen. Solo Mateo alude a los "magos" (Mt 2, 1-12): "Jesús nación en Belén, un pueblo de Judea, en tiempo del rey Herodes. Por entonces unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén, preguntando: ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo".

Es más, el autor del Evangelio de Mateo detalla que los visitantes son "magos", sin precisar a lo que se refería, porque el público al que se dirigía sabía perfectamente de lo que estaba hablando, y en realidad, en aquella época, la palabra "mago" se refería más bien a personas con poder e inteligencia relacionadas con conocimientos científicos. Además, el historiador James Dixon douglas explica en su obra titulada: "Diccionario Bíblico del Mundo Hispano", que la palabra "mago" significaba que eran de una casta religiosa entre los persas con gran devoción por la astrología. Por tanto, lo más probable es que los Reyes Magos no fuesen más que sacerdotes o astrólogos de Persia.

Magos que, por lo tanto, eran sacerdotes persas, sabios observadores del cielo, o si se prefiere: astrólogos, en el sentido más estricto y acusado del término. Y esta es la razón por la cual en el arte paleocristiano los magos (que son 2, 3, 4, etc, y según convenía al artista o del espacio del que se dispusiera para pintar) muchas veces aparecen representados con indumentaria persa: gorro frigio, túnicas ceñidas, mangas largas y pantalones.

Por otro lado la creencia de que procedía de "Oriente" viene dada por un escrito en el "Evangelio Armenio de la Infancia", donde se dice que Melchor reinaba sobre los persas, Baltasar sobre los indios, y Gaspar sobre el país de los árabes. Y aunque puede ser que nunca se sepa si realmente nacieron o no en aquellas tierras de Persia, sí que es probable que en aquel momento viniesen de allí. Tampoco la Biblia habla de que fuesen reyes, pero un escritor romano (Quinto Séptimo Tertuliano) llegó a esa conclusión tras leer el Salmo 72, donde se decía que los reyes de Arabia traían regalos, por lo que desde ese mismo momento se cambió el término de "magos", por el de "reyes", que estaba mucho mejor visto en aquellos entonces.

Y sus nombres no eran ni mucho menos Melchor, Gaspar o Baltasar (como nos ha hecho creer el "Liber Pontificalis"), como según sabemos por un texto siríaco del siglo IV: "La Cueva de los Tesoros", sino más bine Hormizda (rey de Persia), Yazdegerd (rey de Sabá) y Perozad (rey de Arabia). Aunque no serán los únicos nombres "extraños" o ajenos a nuestra tradición que se atribuya a estos personajes. Así, Miguel el Sirio (también conocido como Miguel el Grande) se hará eco de la tradición según la cual eran 12 (como los 12 apóstoles), y los nombrará de este modo: Dahdandur, Shuf, Arshak, Zarwand, Warwadud, Aryo, Artahshasht, Ashtanbuzan, Mahduq, Ahshires, Sardanh y Marduk.

Si en el libro religioso (llamado "sagrado" por los creyentes), y desde sus inicios, a los tres magos se les representaba de la misma raza (es decir, blancos y con un traje persa), ¿qué razón habría entonces para hacer a Baltasar negro o de tez oscura? La explicación más bien hay que buscarla en que allá por el siglo XV (que es cuando el cristianismo evoluciona, y paulatinamente se da cuenta de que la mejor forma de univesalizar y simbolizar su religión es haciendo de ésta un "haz" universal) el cristianismo compite ya claramente en una carrera vezlo y vertiginosa por atraerse al mayor número de creyentes, en un mundo (todo hay que decirlo) entonces caótico y en lucha por universalizar la religión respectiva en sus hasta entonces áreas no delimitadas de su natural influencia ordinaria y cotidiana de expansión y actuación. Un "error" este que ha sido mantenido (como tantos otros), y en consecuencia sostenido para los tiempos actuales por la cultura "oficial" o "institucional del momento presente".

Con respecto al niño Jesús habrá que decir que tampoco nacería un 25 de Diciembre (pues hasta el propio Vaticano reconoce que no se sabe la fecha exacta de su nacimiento), sino más bien en Primavera (concretamente en Mayo), como nos sugieren los "textos sagrados" y los estudiosos de la arqueología bíblica, los cuales sostienen que es impensable que los pastores estuvieran al raso con sus rebaños en la fría Judea de Diciembre.

Tampoco hay ninguna seguridad y evidencia (aunque así lo afirmen algunos textos) de que Jesús naciera en Belén de Judea, porque entre otras cosas toda la vida se le llamó "Jesús de Nazareth", y los judíos se motejaban entre sí por el lugar de nacimiento. Tal fecha de su alumbramiento sería instaurada por un papa llamado Julio I (en el año 337 sería elegido como el 35º Papa de la Iglesia católica), a quien se le recuerda principalmente por haber sido el pontífice que estableció el 25 de Diciembre como día de Navidad (que hasta aquel momento se celebraba el 6 de Enero), habiendo sido una de sus prioridades fundamentales el establecer una ortodoxia para las celebraciones cristianas, así como combatir el paganismo y las doctrinas no católicas: en especial el arrianismo, una corriente cristiana que constituía entonces una de las principales competidoras del catolicismo, desde prácticamente el siglo III hasta aproximadamente el siglo VII.

Julio, que era de estirpe romana, y seguramente era consciente de lo difícil que resultaría forzar a los romanos a abandonar sus festividades y tradiciones, era conocedor de que en Diciembre se realizan dos celebraciones paganas muy arraigdas entre la población, y ciertamente de gran importancia. La primera eran las Saturnales, una tradición que festejaba a Saturno, dios de la agricultura y de la cosecha: su celebración se remontaba al siglo III a.C. y tenía lugar entre el 17 y el 23 de Diciembre. El 25 de Diciembre, por su parte, se celebraba el día del Sol Invicto, que festejaba el Solsticio de Invierno (aunque el cálculo tenía un error de algunos días), a partir del cual el día iba ganando más horas de sol.

Y es que la celebración de la Navidad no era en verdad, y para nada, demasiado importante para los primeros cristianos (es con toda seguridad una elección internacional, ya que ni siquiera las fuentes religiosas primarias mencionan tal día), para los cuales tenía mucho más peso e importancia la Pascua, la cual representaba la resurrección de Jesucristo y constituía el factor diferencial y diferenciador más importante del cristianismo, el cual por aquel entonces era más una separación de la ortodoxia judía que una religión en sí misma. Solo alrededor del año 200 (cuando los cristianos eran ya una comunidad organizada, aunque todavía perseguida) empezaría a surgir la idea de celebrar la Natividad de Jesús.

De hecho, la primera referencia la 25 de Diciembre data de la época del emperador Constantino, quien legalizaría la práctica del cristianismo, y de hecho fue el primer emperador en detener la persecución de los cristianos dando libertad de culto al cristianismo, junto con todas las demás religiones en el entonces Imperio romano, con el Edicto de Milán del año 313: "(...) a todos los súbditos, incluidos expresamente los cristianos, se les autoriza a seguir libremente la religión que mejor les pareciera". Solo a partir de entonces el proselitismo de esta religión estuvo permitido y, con esto surgió la preocupación por la conversión de la población pagana. Y es por ese motivo por lo que mucho de la tradición cristiana está elaborada precisamente para ser fácilmente interpretada y aceptada por un público de cultura grecorromana (y por lo tanto pagana), pues la elección de este día se debía a que era la fiesta del Sol Invicto: un dios oriental que había sido elevado a culto oficila del Imperio por parte del emperador Aureliano a finales del siglo III.

A partir del reinado de Constantino, y especialmente de Teodosio (quien hizo del cristianismo la religión oficial), los esfuerzos de evangelización implicarían la superposición de las celebraciones cristianas a las paganas para facilitar así la conversión. También con este fin se identificaron muchos aspectos del cristianismo y del propio Jesús con los dioses antiguos: la elección por ejemplo del Sol Invicto servía como metáfora de que Jesús era el nuevo "sol" que había venido a iluminar al mundo.

Con respecto al "barrigón" (normalizado y aceptado por la sociedad tras la pertinente campaña propagandística diseñada por las empresas y el "business") al que nos referimos al comienzo del artículo vestido de rojo (y a veces con gafas), solo diremos que su historia difiere (y mucho) de la verdadera historia que se remonta al siglo III d.C. en la hoy ciudad turca de Patara, que es cuando en aquella época nace el que luego sería el obispo cristiano, llamado Nicolás de Bari, figura sobre la que luego se cimenta el personaje actual de Santa Claus-Santa Klaus; y que bien podemos identificar como el creador del Papa Noel actual. Un Nicolás de Bari que moriría el 6 de Diciembre de 345, y puesto que se trataba esta de una fecha muy cercana a la Navidad, se establecería ella como el santo y la figura ideal para el reparto de golosinas y regalos a los más pequeños en el Día de Navidad, por ser precisamente conocido este santo como el "episcopus puerorum", es decir: "el obispo de los niños".

Y tras crecer en el siglo XXI la tradición católica de San Nicolás por todo el continente europeo, en el siglo XVII emigrantes de origen holandés exportarán esta figura y celebración a los Estados Unidos, creándose así y con posterioridad (y tras muchos retoques y adaptaciones hechas a conveniencia) la historia del hoy llamado Papá Noel.

En Estados Unidos, por ejemplo, es tradición dejar pasteles caseros y galletas a Papá Noel junto a un vaso de leche, un aspecto este muy similar a lo que hasta hace no muchos años ocurría en España, y también en otros países (Francia y Portugal) con los Reyes Magos de Oriente. El nombre de Santa Claus se crearía a partir del nombre del santo alemán Sankt Nikolaus, motivo por el que se llama hoy a Papá Noel, "Santa Claus" en la actualidad.

Al final todo ello no deja de ser un complejo conglomerado de referencias (cuando no un galamatías variopinto y enrevesado de nombres y referencias), que no hacen sino incrementarse cuando llegan las siempre muy esperadas y ansiadas fechas de la Navidad, y que cada cual sortea como mejor puede y le han transmitido los "enseñantes". O si se prefiere, el gusto y la conveniencia del momento, que no deja sino de coincidir con los "recaudadores" que muy hábilmente hacen "caja" por y en estas fechas tan emotivas y conmovedoras del fun del año o del comienzo del Solsticio de Invierno: cuando precisamente los días comienzan a ser ya más largos, y también más fríos que de constumbre.

Esto nos lleva a la siguiente conclusión: ¿Por qué en vez de fijarnos en imitar o en importar modas y comportamientos (a veces poco coincidentes con los nuestros), no usamos los propios para dignificarlos, y al tiempo, para darles el "aire" singular y específico que mejor nos puede identificar como pueblo y sociedad; y además resaltarlos estos para las generaciones que vendrán?

Por ello, y frente a una forma de factoría cultural transoceánica, y en un momento en el que, además, la sociedad de consumo ha desvirtuado el mito de la religión hasta convertirlo en un señuelo, reverdece y revive desde hace algunos años en Cantabria (y también en la Cantabria Histórica desde finales del siglo XX) la figura del popular Esteru: un personaje navideño asociado al "Sosticiu d'Hibiernu" (Solsticio de Invierno) de la tradición y la mitología de Cantabria, cuyo recuerdo aún perdura en algunos pueblos de Cantabria, así como en otros vecinos y próximos a los lindes de la misma Cantabria.

Este personaje recibe en algunos países de Europa diferentes nombres: Weihnachtsmann (“Hombre de Navidad”, en alemán), Père Noël (en francés), Jólasveinn (en islandés), Julenissen (“Duende de Navidad”, en noruego), Pai Natal (en portugués), Télapó (en húngaro), Julemanden (“Hombre de Navidad”, en danés), Sinterklaas (en neerlandés), la Befana (“La bruja buena de la Navidad”, en italiano), Deda Mraz (en serbio), Jultomten (“Duende de Navidad”, en sueco), Det Marós (en ruso), etc.

Al final vemos y comprobamos que en ese hueco que existe entre la religión y el oportunismo comercial, está con fuerza reemergiendo de un tiempo a esta parte en Cantabria la leyenda del esteru: un leñador que tiene su casa en las montañas de Comillas, y que se distingue por llevar sus regalos navideños a los niños y niñas de toda La Montaña a lomos de su inseparable "burru" (burro), y apoyándose siempre en su tradicional "lararzu" (bastón).

Y es que en efecto, existe en Cantabria un personaje de la Navidad (a semejanza del Papá Noel americano) al cual ponen últimamente la coletilla del "Santa Claus cántabro". El cual nos recuerda, por ejemplo, a la del "anguleru" asturiano, a la del "Tió de Nadal" (personaje de la mitología catalana y aragonesa), a la del "olentzero" vasco, o incluso, a la del "apalpador" o el "pandigueiro" gallego. Y aunque éstos dos últimos son carboneros, el de Cantabria es leñador, y así sucede que durante las fiestas deja su tradicional "jacha" (hacha); para bajar de las montañas para repartir sus regalos entre las niñas y los niños de Cantabria.

Las imágenes de estos personajes se parecen (y no solo en la forma, sino también en el fondo), pues todos apelan a la cercanía autóctona frente a una ya conocida y comercial forma de factoría cultural importada transoceánica y liberal. Pero se nos había olvidado con gran pesar el Esteru, quien representa la bondad y el bien en la Tierra. Un personaje este de semblante simpático, grandullón, bonachón, de alegre sonrisa y de complexión fuerte, a lo que también se añade una boina, una pipa y una barba muy poblada y gris. Y sin duda, y de un tiempo a esta parte, el Esteru se está distinguiendo por reivindicar su propio y particular relato de la Navidad.

Sin embargo, y por ejemplo, el vínculo entre la tradición cántabra y la Navidad (esta leyenda está recogida por escrito) está también muy presente en la figura de un personaje muy singular: las muy bellas y siempre bondadosas Anjanas, quien las narró con maestría el excepcional Manuel Llano en uno de sus cuentos a principios del siglo XX.

En él se recoge la letra de una copla que le trasladó un vecino, según la cual las Anjanas ayudaban a los Reyes Magos para que trajeran juguetes, zapatos y ropa a los niños pobres cada cuatro o cinco años. Único ser femenino este que trae regalos a los más pequeños en el Estado español. Circunstancia y oportunidad esta para que también con ello, y de esta manera, igualmente podamos celebrar en estas fechas a estas Anjanas, tan ligadas ellas siempre a la tradición de nuestro pueblo.

Por centrarnos en el Esteru diremos que quienes le han visto siempre dicen que va vestido como lo haría cualquier pastor de las ilustraciones de los cuentos tradicionales cántabros. Y durante todo el año se distingue por cortar madera (excepto en Navidad), que es cuando precisamente dedica sus mayores esfuerzos a fabricar juguetes, que luego regalará a los más pequeños coincidiendo con los días finales del año, y la también noche anterior al día de Reyes (5 de Enero).

Así pues tendríamos, y por resumir, que las Anjanas son más bien de los regalos asociados a los Reyes Magos, y por el contrario, el Esteru, más del final del año o de la Navidad (25 de Noviembre), aunque también ofrezca regalos en el día de Reyes.

¿Pero quién es este leñador?, ¿de dónde sale? Y sobre todo, ¿por qué no se conoce tan bien como a otros personajes (que también forman parte de la tradición cántabra), como lo son las Anjanas, l’Arquetu, el Roblón, el Trenti, los Caballucos del Diablu o el Ojáncanu? La respuesta pasa por la actualidad de su narración.

Su figura se remonta a la tradición y a la mitología cántabra, siendo rescatado, ya tardíamente, por Milianu Rodríguez Pérez a comienzos del presente siglo XXI. Milianu nos recuerda: "La historia del Esteru la conocí gracias a Manuel Díaz Bracho (un vecino del Valle de Ruiseñada), ya fallecido, y al que su gusto por la tradición oral le llevó a transcribir un relato que le contaron a su vez dos vecinos llamados: Uca y Juanito". En realidad él solo ha sido la voz que ha recuperado una historia con pocos ecos hasta ahora.

Y añade: "Me parecía bonito fomentar en las fiestas de Navidad la cultura y la tradición de Cantabria, y que no se olvidara una historia así". Así que con esta finalidad, "en torno al año 2000 comenzamos a reivindicar la figura del Esteru, dándolo a conocer por Internet a través de un foro sobre tradiciones cántabras". Y ahí empezaron a surgir más testimonios: "Gente de Udías y de llanes también lo conocían, habían oído la historia que antes estaba más extendida, pero que se había olvidado casi por completo".

Milianu, que pertenece a la asociación cultural L'Escanillu, de Comillas, cita la memoria colectiva como única fuente para sostener la narrativa del Esteru, unida a los papeles de Díaz Bracho: "Que yo sepa, no se ha hecho trabajo de campo", sostiene.

Tradición, invención o cultura popular, lo que ya es un hecho es que los pasos iniciales dado por el Estero sin ahora "acambatos" (zancadas). Y así las manifestaciones alrededor de la figura del leñador navideño (desconocido hasta la fecha) son cada vez más habituales. Milianu Rodríguez Pérez pone como ejemplo la publicación del libro: "El Esteru y las bellotas mágicas", de Sergio Tejón y Marcos Manjón; que cuenta la historia de cómo el leñador deja estos frutos junto a los regalos para repoblar los bosques de Cantabria.

En Comillas, la Casa de la Juventud es la que se encarga de elaborar la carroza del Esteru, que sale a desfilar por la villa la noche de Reyes. Aunque la implicación de los más pequeños también pasa por los colegios de la zona, donde las actividades escolares le contemplan.

El colegio José Escandón, de Soto de la Marina, dedicó en 2014 la obra de teatro de Navidad a la leyenda del Esteru. Como explica el director del centro, Nahúm Cobo: "La idea era usar una historia de la tradición cántabra y darle un carácter no religioso a la actuación de Navidad para atender a la diversidad. La gran mayoría de los niños lo recibió con sorpresa y les llamaba la atención. Les gustó".

En Laredo, el Esteru ha entrado de lleno de la mano de la Asociación Cultural Filatélica y de Coleccionismo San Roque, que incluso ha puesto en circulación cartas y matasellos con la figura del personaje, para que los críos escriban su carta con destino a las "Montañas de Cantabria". Lo hicieron por primera vez en 2015, y ya en 2016 se repartieron cartas entre cuatro colegios pejinos.

También se instalaron buzones en la Casa de Cultura de Laredo, donde se han puesto a disposición de los vecinos más cartas. "Estos personajes son una costumbre reciente que se quiere arraigar", dice el responsable del sello filatélico, Constantino Ruiz: "Yo no entro en si la leyenda del Esteru de Comillas es verdad o mentira, porque Papá Noel también es una invención. De lo que se trata es de favorecer la cultura popular cántabra, y a los niños de Laredo les está gustando y nos estamos planteando hablar con más ayuntamientos para el próximo año". En dichas misivas se explica quién es el Esteru y se ofrece la opción de pedir los regalos a un personaje de la tradición cultural cántabra.

Esta es us historia:

En los bosques y en las montañas de nuestro país hay muhos, variados y diferentes seres y criaturas que la gente no puede ver, y ni tan siquiera imaginar y comprender. Sin embargo todas ellas son partes integrantes del mundo y hasta de la misma Naturaleza que nos abarca y rodea, habiendo escrito y contado ciertamente las gentes muchas historias y fábulas sorprendentes acerca de ellas.

Hace muchos años, en los recónditos, insondables y profundos bosques de Cantabria, vivía un hada buena y muy hermosa. Su pelo era amarillo como el sol y sus ojos eran muy brillantes. Como todas las hadas buenas de Cantabria, esta era muy bondadosa con la gente, y habitualmente estaba acompañada por unos pequeños Enanucos; que con gran amor y generosidad la ayudaban siempre en sus quehaceres y trabajo diario.

Un día, mientras cruzaba a través del bosque, se paró a mirarse y a peinar sus cabellos en el río. De repente, y con gran algarabía empezó a oír muy agitados a los Enanucos que habían encontrado algo que se movía entre unos troncos. El Hada se acercó a donde ellos y todos los Enanucos la miraron.

"Es un bebé, es un bebé", dijeron todos. "No podemos dejarlo aquí, se moriría de frío", dijo el Hada. "Tenemos que buscarle inmediatamente un hogar con los humanos".

Desde ahora (dijo el Hada al bebé) te llamaremos Esteru, porque es maravilloso haberte encontrado. Y por ello, te daré los regalos de "valentía" y "bondad", durante toda tu vida". Entonces el Hada cogió al bebé y lo llevó a una casuca en el límite del bosque donde vivían un hombre y una mujer que no tenían niños. "Ellos te cuidarán muy bien y estarán felices de tener este niño", dijo el Hada, y dejó al niño en la puerta para ellos.

El hombre salió de la casa y se sorprendió mucho al ver al bebé, y llamó a su esposa: "¡¡Cuca, Cuca, ven aquí rápidamente!! ¡¡Ven a ver lo que han dejado!!". Tal como el Hada había dicho, el hombre y la mujer fueron muy felices al enconrar a este niño, e inmediatamente le cubrieron con una cálida manta y lo tomaron como a su propio hijo.

Y así fue como Esteru llegó a crecer en aquellas maravillosas montañas, hasta que se convirtió en un fuerte y amable hombre. Sus padres fueron muy felices a su lado, y Esteru se sentía muy querido por ellos.

Esteru trabajaba todos los días de la mañana a la noche, cortando madera y ayudando a su anciano padre a vender los "coloños" (haces de leña) de madera por los pueblos. Después de muchos años sus padres murieron, y así fue como se quedó muy solo en la casa del bosque.

Fueron pasando los años y se fue haciendo mayor, su cara comenzó a arrugarse, y poco a poco su pelo comenzó a ponerse blanco y gris. Con el tiempo se volvió triste, y finalmente se dio cuenta de que lo que realmente deseaba era ayudar a otras personas que tuvieran problemas o bien estuvieran necesidades. Así recordó que en el pueblo había una casa en la cual vivían muchos niños que no tenían padres. Ellos subsistían de cualquier cosa que la gente del pueblo les pudiera llevar, y así se dio cuenta de que esos niños estaban muy solos, justo y precisamente como él. Pensó que a lo mejor podría hacer cosas para ellos, a fin de que así pudieran ser un poco más felices y alegres.

Esteru era muy inteligente y muy bueno haciendo cosas con sus manos, de manera que fabricó algunos juguetes de madera para aquellos niños desamparados: pequeños juguetes y muñecas que él podría llevar a los niños cuando fuera al pueblo a vender su madera. Justo cuando terminó de fabricar las muñecas las puso en una gran bolsa sobre su burro, y con buen paso se marchó sonriente hacia el pueblo. Estaba muy feliz aquel día y sus ojos brillaban con gran "relampaguíu" (recentello).

Le tomó toda la mañana caminar a través de las montañas hasta llegar al pueblo, y sonreía como si estuviera en un sueño, porque llevaba a los niños los juguetes que él mismo había hecho. Los niños pequeños del pueblo inmediatamente se alegraron cuando le vieron, y estuvieron muy felices también cuando recibieron sus regalos. Esteru pasó esa tarde jugando con ellos, además de que les contaba con gran realismo las historias que él mismo había aprendido de su padre cuando era un niño. Las niñas y los niños amaban profundamente a Esteru, y después de aquel día ellos y ellas ya no se volvieron a sentir tan solos a como lo habían estado hasta entonces.

Con el tiempo Esteru se volvió cada vez más y más conocido en los pueblos de alrededor, y de hecho, cada vez que él se acercaba, rápida e inmediatamente era rodeado por una gran marabunta de niños y niñas que resoplaban al poco de verle. Fue así y de esta manera como poco a poco fue recorriendo todos los pueblos de Cantabria, regalando su alegría y su bondad con los juguetes que él mismo hacía.

Esto sucedió durante muchos y felices años, pero una vez "hebo un tirribli trubón" (hubo una terrible tormenta) que asoló los pueblos y las montañas de Cantabria, la cual destruyó muchas haciendas, praos y casas. Los fríos y fuertes vientos de entonces, además del sonido de los truenos, dejaron a las gentes del aquel entonces muy ausstadas y trastornadas, especialmente a los niños que no estaban acostumbrados a contemplar aquellos fenómenos tan extraordinarios de la Naturaleza.

Ese día, cuando precisamente Esteru estaba yendo al pueblo, vio como un rayo alcanzaba la casa de los niños huérfanos, que rápodamente comenzaba a arder en llamas. Corrió muy rápido hacia la casa y vio algunos niños en una de las ventanas muy asustados, gritando y pidiendo auxilio y ayuda. Sin dudarlo ni un momento llegó hasta la casa que estaba en llamas, cubrió a los niños con una manta para protegerlos del fuego, y rápidamente los sacó de la casa a través de una ventana que estaba en el primer piso.

Pero mientras él estaba tratando de salir, una viga de madera vieja y grande cayó del techo sobre él con gran estruendo. Esteru inmediatamente se desplomó con gran dolor, y su fuerta y hermoso corazón de inmediato se detuvo. Las personas en el pueblo lloraron cuando vieron la casa en llamas, y aprisa supieron lo que había ocurrido, pues con gran pesar se dieron cuenta de que no había nada que ellos pudieran hacer. Pero en ese mismo momento fueron sorprendidos por una luz brillante que salía centelleante de la casa en llamas. Nadie podía ver lo que estaba ocurriendo allí adentro para gran sorpresa de los presentes.

Pero sucedió que dentro de la casa el Hada que había encontrado a Esteru en las montañas cuando él era un bebé, justo apareció junto a él y comenzó a llamarlo por su nombre con su voz dulce: "¡¡Esteru!! ¡¡Esteru!!". Y le dijo: "Esteru, tú has sido un hombre bueno, lleno de fe y de buen corazón. Has dedicado toda tu vida a hacer cosas buenas para los demás, y has dado hasta tu propia vidda para salvar a otras personas. Por eso no quiero que te mueras. Yo quiero que vivas para siempre. De ahora en adelante tú harás los juguetes y los regalos para todos los niños de este pueblo, así como de todos los rincones de Cantabria". "¡¡Y nosotros te ayudaremos!!", dijeron todos los Enanucos, alrededor de Esteru.

Y así es como vino a pasar que en las Navidades, y también pocos días después del final del año, Esteru va a todos los pueblos y rincones de Cantabria repartiendo juguetes y regalos a los niños para que estos sean felices. Y es así como las niñas y los niños de todos los pueblos celebran la llegada del Esteru cantando canciones y esparciendo su mensaje de valentía y bondad, coraje y benevolencia, ternura y generosidad.

Esta historia ha sido recogida en Ruseñáa-Ruiseñada (Cumillas-Comillas) en el año 1985. Los comunicantes eran una mujer y un hombre que se llamaban Uca y Juanito.

La para muchos desconocida, y hasta sorprendente historia de Esteru ha sido siempre un misterio, o incluso hasta un producto de la fantasía o del ensueño, pero independientemente de lo que cada cual desee o no quiera creer, esta no obstante nos deja una lección más de empatía y de solidaridad; valores estos que siempre deberían de ser también parte del tradicional Día de Reyes. Y aunque algunas personas no creen que el Esteru realmente exista, entre las cántabras y los cántabros hay un viejo dicho que dice así: "Todas las cosas que tienen un nombre existen, si nosotros creemos que realmente existen".

No podemos desaprovehcar la oportunidad a la hora de hablar del Esteru para recordar que los concursos de decoración navideña con elementos no fijos y desmontables, generados y facilitados por los ayuntamientos para engalanar calles comerciales, cascos históricos, balcones y fachadas de pueblos y ciudades, bien podría servir para igualmente poder relanzar y revitalizar la figura del Esteru en unas épocas, como lo son estas del calendario festivo tan señaladas siempre y de tantas impresiones y emociones. Igualmente y también podría valer el hacer canciones populares organizadas por colegios e institutos con temática navideña y pastoril, en donde la figura del Esteru fuera la atracción principal sobre la cual pudieran gravitar las letras de las composiciones. También las obras de teatro, por ejemplo, que se celebran en colegios e institutos (tan comunes y recurridas en estas fechas de la Navidad), igualmente podrían ser un buen escaparate y parrilla de lanzamiento sobre la cual poder proyectar y relanzar la figura del Esteru a la sociedad.

Abogamos por lo tanto, y desde las páginas de este artículo, para que con valentía y decisión la sociedad, los ayuntamientos, los colegios, los centros comrciales, las entidades locales mayores y menores... se decanten por rescatar y recuperar la figura de nuestro querido y entrañable Esteru, quien con méritos propios merece ser ensalzado y tenido en cuenta para las fechas tan entrañables y significativas del actual calendario festivo del año. Una figura que además enlaza perfectamente con nuestra identidad cultural y lingüística, siempre esta tan necesaria y urgente de resaltar.

Es tiempu d’Esteru
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