martes. 23.04.2024

“El Día del Maestro” y también más cosas

Muchos profesionales de la docencia (ya jubiladas y jubilados) podrían enseñar y haber enseñado cántabru a sus alumnos, sin embargo esto no se ha podido realizar debido a que esta lengua aún y todavía no está oficializada, institucionalizada y recogida en nuestro actual marco autonómico y estatutario.

La Real Academia Española (RAE) define la palabra “viejo/a” como “ser vivo de edad avanzada” o “existente desde hace mucho tiempo o que perdura en su estado”. Igualmente define “anciano/a” como “dicho de una persona: de mucha edad”. Sin embargo, no establece una edad concreta, o una cifra numérica a partir de la cual podamos decir que una persona es vieja o anciana. Si el Parlamento de Cantabria homenajea y alaba públicamente la labor de los docentes cántabros jubilados a través de actos institucionales organizados en el Parlamento con motivo del Día de Docente (5 de Octubre), podría ser igualmente un motivo de orgullo y alabanza, el que también se hiciera lo mismo con aquellas personas (también maestros) que igualmente se esfuerzan a diario y hacen todo lo posible por defender la lengua cántabra desde su labor docente y de servicio público enseñando este idioma al pueblo de Cantabria.

Muchos profesionales de la docencia (ya jubiladas y jubilados) podrían enseñar y haber enseñado cántabru a sus alumnos, sin embargo esto no se ha podido realizar debido a que esta lengua aún y todavía no está oficializada, institucionalizada y recogida en nuestro actual marco autonómico y estatutario.

Esta semana (27 de Noviembre), y aprovechando que aún queda tiempo para poder realizar acciones adecuadas y pertinentes, se celebrará en muchos lugares un homenaje a los maestros, todo sea dicho de paso, en honor de San José de Calasanz (fundador de las Escuelas Pías e impulsor de la universalización de la educación popular gratuita), un sacerdote de origen aragonés que nació en 1557, y al que honra desde entonces la Iglesia católica cada 25 de Agosto. Un pedagogo que fundó en Roma la primera escuela popular, pública y gratuita de Europa, y el 27 de Noviembre de 1597 se realizaron las dos primeras clases para niños pobres; lo que entonces y a la postre sería el comienzo o el inicio de un proyecto mucho amplio denominado “Escuelas Pías”: hoy presente en más de 40 países (con alrededor de unos 200 colegios) repartidos por todo el mundo con casi 130.000 alumnos y no menos de 15.000 profesores.

Entonces, y si se homenajea públicamente a los profesores, ¿por qué no se podría, por ejemplo, hacer lo mismo (un gobierno comprometido con la salvaguarda y la defensa del cántabru) a la hora de igualmente homenajear a aquellos docentes que impartieran y enseñaran esta lengua amenazada y propia de Cantabria a sus alumnos, en, por ejemplo, las clases lectivas un día a la semana especialmente acordado y señalado para ello?

Por otro lado, y según sabemos por el periódico eldiariocantabria.es (y a fecha de Julio de 2021), “el 44,7% de los maestros que obtiene plaza en Cantabria procede de otra comunidad autónoma”, según la “Estadística del Concurso de Traslados de Ámbito Estatal de los Cuerpos de Personal Docente” del curso 2020-2021, publicada por el Ministerio de Educación Español.

La citada estadística recoge que en el curso 2020-2021 han participado en el concurso 50.636 profesores del Cuerpo de Maestros, 177 con Cantabria como comunidad de origen, en concreto, 145 mujeres y 32 hombres. Y 37.153 de los Cuerpos de Educación Secundaria, Formación Profesional, Enseñanzas Artísticas, Idiomas e Inspección Educativa, 335 de ellos en Cantabria (217 mujeres y 118 hombres).

Al ser este personal docente de fuera de Cantabria, y al no hablar cántabru en su inmensa mayoría, es muy probable que no tiendan a incentivar su enseñanza a sus futuros alumnos y alumnas en cántabru o con conciencia cantabriega (a los que luego impartirán clases en esa otra realidad lingüística llamada castellano), omitiendo de esta forma esa otra realidad lingüística que es propia y específica de Cantabria; y que de esta forma continuará estando una vez más silenciada y apartada del currículum educativo. Es por esto por lo que el redactar leyes y estatutos en favor del cántabru, (a fin de poder preservar nuestra lengua a las generaciones más jóvenes), es y debería de ser una cuestión de importancia capital y fundamental a la hora de asegurar nuestro futuro como lengua de continuidad y de prestigio en una Cantabria que aspira a ser diversa y plural.

Y según volvemos a saber por el periódico digital El Diario Cantabria (21-6-2020), Cantabria es la comunidad autónoma con menor número medio de alumnos por profesor con un total de 9’7. Este número es el mismo que tiene Extremadura, y casi dos menos (1’8) que la media en el Estado español de 11’5 alumnos por profesor; según la última estadística del Ministerio de Educación.

Con estos datos llegamos fácilmente a una conclusión de que a la hora de poder enseñar cántabru en la escuela a alumnos que lo deseen de manera y forma voluntaria, esta posibilidad es más que nunca realizable y posible, y de seguro que a lo mejor más factible que en otros lugares y centros con una mayor aglomeración y acopio de alumnos por aula. En el Estado español la ratio máxima de alumnos por aula es de 25 en infantil y primaria, mientras que en secundaria y bachillerato es de 35 alumnos. Estas cifras, que están por encima de la media que establece la OCDE, hacen que la calidad de la enseñanza se deteriore poco a poco y de una manera progresiva a medida que se van incorporando cada vez más y más alumnos.

Esto no sucede por ahora y de momento en el País Cántabru, en donde las características propias del alumnado en la media de España (debido principalmente a la llegada masiva en los últimos años de grades comunidades de personas provenientes de África, Asia y Centro y Sur de América principalmente) hacen que estas presenten unas necesidades muy distintas y diversificadas con respecto a la población autóctona local.

Y aunque el alumnado que hay en las aulas de los colegios españoles es plural y diverso, es por ello por lo que se hace necesaria una educación que personalice más y mejor los procesos de aprendizaje, de modo que cada escolar pueda seguir su propio camino y desarrollo autónomo y diferenciado de aprendizaje según sus aptitudes y necesidades. Por ello se hace oportuno saber y razonar que el número de alumnos por aula tiene que tener un máximo, pues llega un momento en el que un docente no puede atender correctamente a todos sus estudiantes, o en el que los discípulos no pueden estar cómodamente en un aula debido a la gran aglomeración que se da entre los presentes. John Medina en su libro, “Brain rules”, afirma que cada cerebro funciona de una manera diferente: “No hay un cerebro igual que otro, por eso cada niño es y aprende de forma diferente, de modo que en clases con menos alumnos los docentes podrían adaptar el proceso de enseñanza a las necesidades y particularidades específicas de cada estudiante.

Esto es lo que dice la ley en su artículo 87 relativo al equilibrio en la admisión de alumnos: “(…) Asimismo, podrán autorizar un incremento de hasta un diez por ciento del número máximo de alumnos y alumnas por aula en los centros públicos y privados concertados de una misma área de escolarización, bien para atender necesidades inmediatas de escolarización del alumnado de incorporación tardía, bien por necesidades que vengan motivadas por traslado de la unidad familiar en período de escolarización extraordinaria, debido a la movilidad forzosa de cualquiera de los padres, madres o tutores legales, o debido al inicio de una medida de acogimiento familiar en el alumno o la alumna”.

Aparte de la dificultad de atender la diversidad del alumnado existente en las aulas, otra desventaja de las clases masificadas es que estas provocan que el docente pierda mucho tiempo en imponer orden y atención. Además, y según la OCDE, las clases más pequeñas pueden beneficiar a grupos de estudiantes concretos, como los que proceden de entornos desfavorecidos, o bien los que tienen problemas de aprendizaje y necesidades especiales y concretas.

Y es que además de ayudar a crear ritmos educativos más individuales, las clases con un menor número de alumnos favorecen la creatividad, la capacidad de y para aprender, la autonomía y la inteligencia emocional, entre otras cosas; cualidades estas que son muy necesarias y útiles cuando se desea favorecer la enseñanza de una nueva lengua: en este caso el la lengua cántabra.

Por otro lado merece especial atención el prestar dedicación y tiempo a uno de los más recientes y últimos comunicados (Abril de 20222) que ha realizado Alcuentru desde su página oficial, cuando manifiesta que en los colegios y centros de enseñanza de Cantabria las profesoras y los profesores pueden y deben de incorporar con mayor prolijidad y especificidad, implicación y detalle, materiales y asignaturas en donde, tanto la cultura, como igualmente el cántabru, gocen de la máxima escucha y también difusión. A continuación su comunicado: El conocimiento de lo propio, su transmisión, constituye un fundamento de cualquier sistema educativo del mundo para preservar su cultura y vertebrar su sociedad, así como para comprender el mundo que lo rodea, facilitando también, por comparación, el conocimiento del que queda un poco más allá. 

Sin embargo, veinticuatro años después de asumir las competencias educativas, tal y como denunciara el Observatorio de Patrimonio de la Universidad hace una década, el sistema público autonómico no ha llevado a cabo la necesaria tarea de adaptarse a la realidad específica de Cantabria. Ahora, con tres cuartas partes de la legislatura avanzada, constatamos que sigue sin haber voluntad de cambiar esto, pese a lo prometido.

Hay centros, profesores/as y alumnado que, por supuesto, realizan una labor encomiable, celebrando la magosta o las marzas, jugando a los bolos o las palas, estudiando nuestras autoras o geografía, visitando nuestros yacimientos o espacios naturales, etc. Pero se debe más a un voluntarismo específico que a las facilidades de los organismos que deberían velar por ello. No es ya que carezcamos de un plan para fomentar actividades extraescolares en el entorno, es que nuestros escolares tienen que pagar en muchos centros como si fueran turistas. El plan de formación docente, los materiales de las editoriales o el propio curriculo serían exportables a Madrid cambiando detallucos formales que muchas veces ni tan siquiera se aplican._ Por todo ello, un grupo de docentes de distintos niveles y especialidades hemos llegado a la conclusión de que solo podemos cambiar esta realidad con organización y trabajo. Como primera toma de contacto, convocamos una asamblea abierta telemática, el VIERNES 1 de abril a las 18:00 horas.  Para asistir o ampliar información, contacta en [email protected] / 680 36 50 33._

Y ya para finalizar, si por ejemplo alguien decide estudiar alemán, esta persona no va a tener ningún problema en practicarlo, pero quienes en cambio aprendan cántabru, puede ocurrir que se encuentren con la situación de no tener con quién poder hablarlo. Por esto es esencial que a la vez que se enseña el idioma, igualmente se vayan también mostrando lugares y personas con quién poder practicar lo aprendido, creando así y de esta manera un conglomerado (una especie de Red de hablantes) activo de personas que se van retroalimentando progresivamente las unas con las otras.

Ante esta realidad surge una pregunta inevitable: ¿Con quién hablar un idioma en extinción? Lo primero que hay que hacer es crear varias asociaciones que fomenten el estudio y el fomento del cántabru, pudiendo ser una de las actividades estrella la realización de distintos eventos sociales en los que los estudiantes puedan poner en práctica lo aprendido.

Si previamente no existe o no se da un proceso de socialización, jamás se hará posible el aprendizaje y la posterior inmersión de la lengua. Por ello “las fiestas de inauguración”, así como el realizar en diferentes lugares “actividades culturales con hablantes naturales”,  igual que también “encuentros”, resulta más que nunca principal e indispensable, vital y harto necesario.

Por ejemplo, y semanalmente al acabar las clases de los Viernes por la noche, los alumnos podrían salir a tomar algo con su profesora o profesor. Esto es lo que podría hacer posible que los alumnos pudieran encontrase con otros hablantes de cántabru en lugares en donde se favorece y se facilita el aprendizaje de esta lengua, a la vez que ello resultaría altamente beneficioso para entre todas las personas poderse dar apoyo mutuo y mucho ánimo.

Conseguir la autofinanciación a costa de tener un sueldo “simbólico” para las profesoras y los profesores es a todas luces un acto de dignidad, y también de buen propósito que al tiempo igualmente sirve para que las instituciones vean el trabajo de fondo, así como el interés de los hablantes por no dejar morir una realidad cultural, de la que sin duda las instituciones son depositarias en primera persona, y en donde muchas veces (la mayoría) no intervienen en favor de su rescate, promoción y salvaguarda como muchas personas desearían y quisieran.

“El Día del Maestro” y también más cosas
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