jueves. 25.04.2024

Leer puede beneficiar seriamente su salud

Alguien cercano a mí comentó en una tertulia informal algo que me dio para "un rato de pensar". Dijo: " Si le das a un pueblo un libro, espera a que te haga preguntas",  "si no lo haces, dale garbanzos y seguro que te seguirá a donde quieras sin preguntar".

Aún recuerdo con nostalgia aquél libro que me prestó mi sobrino Íñigo, cual si fuera un tesoro. Él había subrayado muchos pasajes con la devoción de quien disfruta de una lectura única, de una gran historia. Yo lo devoré y al terminar pensé que debería estar en todas las bibliotecas de habla hispana. Por su historia, por su enseñanza sobre las relaciones, la justicia, la honestidad con uno mismo... y por tanto más.

El hecho de que alguien comparta mi adicción a los buenos libros ya me hermana mucho con quien sea

Se llama "El olvido que seremos" y es la vida e historia, contada por su hijo, del activista colombiano Héctor Abad asesinado por los paramilitares colombianos. La razón del libro no era sino alargar el recuerdo de su padre antes de que llegara el olvido definitivo. Pensaba, con acierto, que era posible que una persona real siguiera viva si la convertía en palabras.

Pero su lectura nos regala mucho más: la relación de un padre y su hijo, el retrato de un hombre que puso su vida al servicio de los derechos humanos por los que luchó. Es una reflexión sobre el valor de la paternidad, encarnada en un hombre que educó a sus hijos en la tolerancia y el respeto. Inevitable acordarse de aquél ficticio, pero también ejemplar padre, Atticus Finch, de "Matar un Ruiseñor".

El hecho de que alguien comparta mi adicción a los buenos libros ya me hermana mucho con quien sea. Esto, dicho en un país en el que la gente ya no sostiene libros en el metro, pues el móvil les parece más liviano, ameno, nutritivo para la mente y visual, es mucho decir.

Me viene a la cabeza la imagen de una iniciativa puesta en marcha por Metro Madrid. La empresa pública decidió difundir cultura vía posters con poemas de algunos de nuestros autores contemporáneos, pegados al interior de la puerta de algunos vagones. La idea es pagar con nuestro dinero (el público) la oportunidad de leer en nuestros trayectos diarios. De animarnos a soltar el móvil para saborear alguna perla de la literatura. Y calan. No diré que sales más elevado del metro, pero nos recuerdan aquellas cosas para las que nunca encontramos hueco.

Yo siempre los leo. Son breves, dan para un trayecto de 5 ó 6 paradas y alegran el viaje. Pero hay que acercarse para verlos. Como todo lo bueno en la vida, necesitan foco y ganas. Yo a veces les hago foto con el móvil, si me quedo a media lectura.

Eso es lo que en una (mala) jerarquía de prioridades hemos reemplazado sin piedad, por la enésima temporada de esa serie de Netflix, Prime, HBO  (que no se me enfade nadie).

En este país se habla mucho y se lee poco

Esos posters son píldoras digestivas, como alarmas culturales del camino a seguir.

Textos de Alberti, Gloria Fuertes, Borges, Camus...me acompañan en los trayectos cotidianos y me sacuden el alma en 5 paradas de metro.

Así, tan fácil. Levantando la vista del WhatsApp se descubren.

Alguien cercano a mí comentó en una tertulia informal algo que me dio para "un rato de pensar". Dijo: " Si le das a un pueblo un libro, espera a que te haga preguntas",  "si no lo haces, dale garbanzos y seguro que te seguirá a donde quieras sin preguntar".

La frase de mi amiga me sacudió fuerte.

Hoy día, parece como si todos los líderes políticos de los últimos años hubieran crecido leyendo a Homero o a Borges. Sus "escribanos" de turno elaboran discursos pasteleros, peronistas y demagógicos, huérfanos de autor.

Se podría incluso crear en esta sociedad de ocupaciones emergentes, el creador de discursos políticos "Ad hoc". Todo para el pueblo, pero sin el pueblo. Una especie de "Community Manager político" que fuera válido para izquierdas y derechas. Para corruptos y mediadores. Para unos y otros. Alguien sin escrúpulos que ejecutara con mano firme, en tinta lo que nos (mal) gobiernan no aciertan a decir.

Lo triste es despertar y ver que no son ellos los que dibujan un mundo tan utópico.

En este país se habla mucho y se lee poco. Si de verdad los políticos leyeran tanto como predican, habrían alcanzado un nivel de sabiduría envidiable.

El título del libro mencionado se atribuye a un poema de Borges "Aquí, hoy", que el protagonista (real), encontró en el bolsillo del abrigo de su padre, asesinado en Colombia en los años 70 y que decía: "Ya somos el olvido que seremos. El polvo elemental que nos ignora".

Tan enredados andan buscando votos, que no reparan en que es mejor leer libros que citarlos. No caen en que ellos pronto también serán "El olvido que seremos".

Mi sobrino subrayó aquél libro a conciencia. Todos somos un poco el olvido que seremos, si no somos capaces de recordar siempre quienes fuimos.

Con un libro en las manos, el empeño es mucho más llevadero.

Leer puede beneficiar seriamente su salud
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