jueves. 28.03.2024

El viernes 13 de marzo comenzaron los primeros aplausos en los balcones. Al principio eran pocos, pero con el tiempo se unió más gente, y las familias salieron a vitorear a los sanitarios que luchaban contra la COVID-19 en los hospitales y los centros sanitarios. 

En mayo, sin embargo, cuando la población pudo salir a la calle, los aplausos a las 20:00 cesaron, y no había silencio, había personas transitando la vía urbana, juntándose después de casi tres meses. El ruido inundó de nuevo todos los pueblos y ciudades. Y es que estos tres meses han sido el tiempo de gloria de los sanitarios, pero, en la mayoría de los casos, también fue su perdición.

Los aplausos al personal sanitario cesaron en el mes de mayoLos aplausos al personal sanitario cesaron en el mes de mayo

Ahora se puede leer “Sanitarios asesinos” en muros de las ciudades. Los comentarios vejatorios y las faltas de respeto en redes sociales también se han sumado al desprecio que sufren aquellos que han intentado, y que siguen intentando, salvar a la sociedad. Pero, ¿de quién se tienen que salvar, del coronavirus o de sí mismos?

No es fácil convivir con el rechazo de un entorno que, incapaz de tener conciencia, sentido común y empatía, desprecia a aquellos que son su salvavidas. “Por favor, vete del edificio, aquí vive gente mayor y muchos niños, y por tu trabajo eres un peligro”, es una de las frases que más han podido leer los sanitarios en sus ascensores, porque lo que es decirlo cara a cara, se ha dicho poco.

“Ha habido discriminación entre los sanitarios, entre los que estábamos en primera línea y los que no”

Y ya no es solo el rechazo en el que se han visto sumidos. Muchos de ellos han recibido malos tratos en sus puestos de trabajo por parte de sus pacientes, llegando incluso a amenazar su integridad física y, en más ocasiones de las que se puede admitir, su propia vida ha estado en peligro. 

“Ha habido discriminación entre los sanitarios, entre los que estábamos en primera línea y los que no”, explica una enfermera cántabra que destaca la falta de empatía entre los propios trabajadores. En este contexto, “asumo que mi profesión tiene un riesgo biológico, y dependiendo de tu vocación lo puedes llevar mejor o peor, pero desde luego el respeto es necesario”, describe la sanitaria.

¿NEGAR LO EVIDENTE O VER LA REALIDAD?

“No, no voy a pasar la tarde contigo, trabajas en un hospital y no quiero infectarme”, “mejor no vengas, que estás en contacto con ‘el bicho’ y me lo puedes pegar” son algunos de los comentarios a los que el personal sanitario ha tenido que enfrentarse en los últimos meses.

“La sociedad intenta negar lo evidente, no quiere escuchar la realidad”, explica una sanitaria madrileña, donde el desprecio a la profesión es aún más palpable, incluso desde las esferas políticas, que en más de una ocasión se han negado a escuchar a los profesionales de la sanidad madrileña.

“No es que nos hayan olvidado, es que han pasado página”

Madrid es una de las zonas más afectadas por la COVID-19. En el mes de marzo se llegaron a colapsar varios hospitales, y todos aquellos que lucharon contra el virus empezaron el verano agotados tanto psicológica como físicamente. 

“Ahora lo sobrellevamos francamente mal, estamos cansados, deprimidos, muchos tenemos ansiedad”, cuenta, subrayando que, a la hora de describir lo vivido en los últimos meses, “lo que hemos pasado es una guerra”. “No es que nos hayan olvidado, es que han pasado página. No sé si hemos sido héroes o no, lo que está claro es que nos han dejado a un lado”, comenta.

Cantabria y Madrid están a miles de kilómetros, pero si algo tienen en común es un equipo sanitario al que, en la gran mayoría de casos, se ha apartado. La guerra contra la COVID-19 no ha acabado y, aunque siguen luchando, la sociedad ha dejado de pensar en muchos de ellos, llegando en numerosas ocasiones a faltarles al respeto.

“Hemos vivido el no poder dejar morir a los pacientes acompañados”

Relatando todo lo que ocurrió, una enfermera del servicio de urgencias de Cantabria explica que “hemos vivido el no poder dejar morir a los pacientes acompañados, y es algo muy duro”. A nivel psicológico, destaca, “no lo vamos a olvidar nunca, y lógicamente nos ha dejado huella”.

“He sentido rechazo por parte de mi familia, entiendo que tienen miedo, al final es algo irracional, pero te afecta”, explica, evocando el rechazo al que miles de sanitarios se han visto sumidos en los últimos meses. “Ves que hay gente que se aleja de ti, que te tiene miedo, y te sientes como un apestado”, añade, destacando que “los sanitarios estamos realmente protegidos”.

CONSECUENCIAS

La COVID-19 ha dejado muchas secuelas en estos meses. Y muy probablemente las seguirá dejando porque, aunque gran parte de la sociedad comience a hacer como si nada hubiese pasado, la pandemia no ha acabado.

Locales cerrados, familias en la ruina y negocios al borde de la quiebra son algunas de las consecuencias económicas de esta crisis. Pero, más allá del ámbito económico, los daños psicológicos que ha traído consigo el coronavirus no van a desaparecer fácilmente, y mucho menos si a ello se suma una sociedad que, incapaz de valorar el trabajo sanitario de estos meses, desprecia al personal que ha estado en primera línea.

“Cada persona es diferente, pero sí que es verdad que han tenido que lidiar con el rechazo y con la discriminación por el hecho de ser sanitarios”, explica una experta en psicología, que destaca que ya no es solo esa falta hacia ellos, sino que ellos mismos tienen miedo. “Hay que separar el rechazo hacia ellos del miedo, es muy importante puesto que la mayoría están empezando a sufrir depresión, ansiedad y estrés, algo lógico tras todo lo que han pasado”, comenta.

El personal sanitario se ha visto dañado, afligido, e incluso en numerosas ocasiones ha temido por su integridad físicaEl personal sanitario se ha visto dañado, afligido, e incluso en numerosas ocasiones ha temido por su integridad física

“No me ha aislado la gente que me rodea. Me he aislado yo misma. O mi miedo”

Muchos de ellos no han sufrido faltas de respeto de su entorno o de la sociedad, sino que, al ver la crispación y la dejadez social, han perdido el respeto a sí mismos. Así, una sanitaria cántabra explica que no se ha acercado a su familia más que lo justo y necesario durante el verano, temiendo ser ella la que transmitiese el virus. “No me ha aislado la gente que me rodea. Me he aislado yo misma. O mi miedo”, describe.

Los aplausos que comenzaron el 13 de marzo en los balcones son ahora bofetadas invisibles, daños psicológicos y miedo, mucho miedo. El personal sanitario se ha visto dañado, afligido, e incluso en numerosas ocasiones ha temido por su integridad física. Ya nadie quiere ver, la sociedad prefiere olvidar todo lo sucedido en los últimos meses, aunque todo siga igual y la COVID-19 no haya desaparecido. 

“Ves que hay gente que se aleja de ti, que te tiene miedo, y te sientes como un apestado”
Comentarios