sábado. 20.04.2024

Themis, guardiana del orden divino, las costumbres y las leyes era una titana generosa y muy sabia que conocía todos los secretos, incluso aquellos que se le escapaban al propio Zeus. Con los ojos vendados y portando una balanza y una espada, era venerada por los jueces que por aquel entonces eran llamados los themistopoloi, los seguidores de Themis. 

Themis y Zeus  tuvieron varios hijos, entre ellos las tres moiras. Cloto, la hilandera, tejía con su rueca el hilo de la vida, Láquesis medía el hilo con su vara y Átropos elegía el momento de la muerte cortando la madeja con sus terribles tijeras. Estas señoras del destino determinaban la suerte de los mortales usando distintos materiales para tejer sus vidas, así Cloto elegía oro y seda para tejer la vida de los afortunados y cáñamo y lana para los desdichados, Laquesis ataba los hilos y Átropos cortaba tanto lanas como sedas antes de llevar al pobre elegido a cruzar la laguna Estigia.

Los jueces ya no siguen a Themis sino a las moiras y su justicia la imparten en función del cáñamo o el oro con el que se tejió la vida del ser juzgado

Han pasado muchos siglos desde aquello y hoy los jueces ya no son themistopolois. Prefieren tener los ojos bien abiertos a sufrir las incomodidades de las vendas, su espada es de acero para los unos y de madera para los otros y su entonces precisa balanza, hoy tiene más fullería que la del tendero de 13 Rue del Percebe. Los jueces ya no siguen a Themis sino a las moiras y su justicia la imparten en función del cáñamo o el oro con el que se tejió la vida del ser juzgado. Arrebatadas las tijeras a Átropos cortan inmisericordes la lana y dejan hilar la seda porque en este reino de Hades ellos son ahora los titanes al servicio de los dioses. 

Los okupas del poder judicial han decidido que un kilo de oro pesa más que uno de lana y con esta premisa mantienen la balanza siempre inclinada. La venda de Themis se ha trasformado en mordaza y los neoseguidores de las moiras aprovechan la coyuntura para aleccionar a sindicalistas, titiriteros, raperos y a todo aquel que se atreva a poner en duda el equilibrio.

Hoy los jueces entregan a Átropos la cabeza de Alberto Rodríguez, pero esta cabeza ya estaba cortada el día que osó entrar en el Congreso con una camisa de cáñamo. Hoy es Alberto, ayer fue el bombero que no se prestó a desahuciar a una anciana y mañana tal vez sea yo por pasarme de la raya con este texto. Podemos ser cualquiera porque Themis guardaba el orden divino, pero sus traidores guardan ahora el orden terrenal.

Alberto quiso asaltar los cielos, pero los cielos tienen dueño. Y esos dueños son los que trazan el camino a seguir, perdida ya la vergüenza se atreven hasta a reinterpretar sus propias sentencias para suplantar el veredicto de las urnas. No son buenos tiempos para Themis cuando sus seguidores no son ciegos y se prestan a mantener el orden que no emana de las urnas sino del capital. No son buenos tiempos para la democracia cuando los presuntos demócratas aplauden con las orejas los desmanes de los jueces. 
 

El delito de Alberto fue asaltar los cielos
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