sábado. 20.04.2024

La costa de Cantabria es uno de los puntos más atractivos a la hora de llevar a cabo paseos y rutas. Buena muestra de ella es Bareyo, que ofrece numerosas alternativas, con el Faro de Ajo como principal eje de atractivo turístico, que ha vuelto a retomar recientemente sus visitas.

Este municipio cuenta con un incomparable patrimonio natural en el que destacan los paisajes agrestes de sus acantilados que dan paso a la suavidad de sus praderías y playas. Recursos que ofrecen al visitante y al ciudadano inmejorables estampas de contrastes. De hecho, es tan valioso este patrimonio, que algunos de los enclaves más hermosos forman parte de la Red Natura 2000, como es el caso de la ría de Ajo, uno de los lugares más emblemáticos de la costa cántabra. Una buena manera de conocer este patrimonio es realizar una ruta circular que nace y acaba en la Playa de Cuberris, con una dificultad sencilla y que cubre un recorrido en algo más de tres horas de casi 11 kilómetros. La misma nace en el aparcamiento de la playa para seguir avanzando dejando las casas en el margen derecho de la playa y cogiendo un sendero que a través de prados costeros llega hasta el Faro de Ajo. Pintado recientemente por el artista Okuda se trata de un espectacular elemento que atrae anualmente a miles de personas. Desde aquí, y tras una parada obligada para disfrutar de la zona, se prosigue a través de senderos costeros que llegan a la Punta del Rostro y hasta La Ojerada. Se trata de una formación que es el resultado de millones de años. Desde este punto se sube hasta llegar a La Sorrozuela, para atravesar una urbanización y coger un sendero que llega, a través de la ría de Ajo, hasta el Convento de San Ildefonso y volver al punto de partida. Este es solo uno de los hermosos itinerarios que ofrece la zona.

Muy cerca de Bareyo, en Noja, la naturaleza se abre paso gracias al gran trabajo que en los últimos años se ha llevado a cabo para adecuar la zona para la práctica del senderismo. Este tesoro natural presenta la Ruta de la Costa, ‘Sendero Azul’, según la Fundación Europea de Educación Ambiental (FEE), es un camino de 2 km que une las playas nojeñas de Ris y de Trengandín. A través de la ruta se pueden observar las playas, calas e islotes que dibujan la costa nojeña y que aportan esa singularidad paisajística de la zona. Desde la Punta de la Mesa, los espacios arenosos van ganando superficie hasta llegar a la misma playa de Trengandín. Además se pueden observar pequeñas rocas e islotes próximos a tierra firme, como Peña Pombera, que sirven de posadero y lugar de nidificación para pequeñas colonias de aves, como las gaviotas o los cormoranes. También podemos avistar desde esta ruta valores culturales, históricos, etnográficos y artísticos como son la Ermita de San Pedruco del siglo, situada sobre un islote, la antigua casa de baños, el vivero de marisco, así como un búnker de artillería, que en su día formaba parte de un plan de defensa costera ante un posible desembarco aliado durante la Segunda Guerra Mundial.

Trengandín ofrece una estampa única en el litoral español

En pocos lugares de la geografía española es posible observar al llegar el bosque natural hasta el mar. Trengandín ofrece una estampa única en el litoral español, sus extensas dunas no son solo uno de los principales atractivos turísticos de Noja, sino que su extensión y su valor paisajístico además de su singularidad ecológica lo convierten en uno de los espacios naturales más importantes del norte peninsular. Dos son los elementos que la hacen rica en biodiversidad. El primero son los afloramientos rocosos a lo largo de todo el frente marítimo que actúan como un gran arrecife. Sobre las dunas crecen al menos una docena de especies adaptadas a vivir en un medio tan extremo.

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Rasines es un municipio con gran desarrollo de sistemas subterráneos como el del río del Silencio, con 53 kilómetros de galerías, o el macizo del Picón del Carlista, de gran interés espeleológico. En este territorio, configurado como núcleo poblacional durante la repoblación efectuada en tiempos de los primeros reyes astures, abundan las cuevas prehistóricas como las de los Tornillos o Las Cárcavas, en Ojebar. Allí se pueden disfrutar de la ruta que desde la web del Ayuntamiento recomiendo sobre Minas y caleros en Helguera. El grado de dificultad es bajo, con un tiempo de duración de 50 minutos y un recorrido de un kilómetro. Partiendo del mismo aparcamiento de la Cueva de Valle y a mano derecha, a través de un camino rústico, se va ascendiendo suavemente, y en su recorrido encontramos diversas estructuras relacionadas con la transformación de minerales en el siglo XIX, y entre los que destaca: un horno para hacer cal y un horno para calcinar dolomías. Encima de este último hay un mirador que invita al descanso, y desde el que accedemos a una amplia visual de los montes que rodean el valle, de la Mies de Rasines, y de los núcleos instalados en su entorno, todo ello tratado en un panel explicativo. El recorrido se completa con una visita a una cantera a cielo abierto y un lavadero de mineral.

Otra de ellas es la que va de La Edilla a Los Ríos. Parte del barrio de La Edilla, junto al puente del siglo XV, se sigue el camino que remonta el curso del Ruhermosa. A través del mismo, se puede disfrutar de un continuo bosque de galería que se extiende a sus orillas, donde predominan el aliso y el roble. En este primer tramo se alternan los prados hasta llegar a La Vega, barrio que dejaremos a la derecha. El camino se va desarrollando junto al río y en el mismo se alternan además de las especies autóctonas, plantaciones de eucaliptos. El camino finaliza en Los Ríos, cuya parte superior se encuentra coronada por el lugar de Salviejo, y donde todavía es posible encontrar construcciones de notable interés etnográfico y que responden al modelo de caserío.

En Matienzo se encuentra una formación de poljé que supone una de las depresiones kársticas más importantes del país

Ruesga cuenta con un rico patrimonio geológico. Para conocerlo se puede partir desde Matienzo para recorrer 14 kilómetros en un tiempo aproximado de cinco horas. Se trata de un terreno exigente en el que se puede disfrutar de un paisaje único. En Matienzo se encuentra una formación de poljé que supone una de las depresiones kársticas más importantes del país. Bosques de encinas y cajigas nos acompañan en el paseo que nace desde el barrio de Cubilla por la zona del bar La Panadería. Desde ese punto vamos hacia una pista asfaltada en la que se elige el cruce a la izquierda para tomar un sendero a la derecha que nos devuelve a la pista. Ahí, se gira a la izquierda durante un kilómetro hasta llegar a un cruce en el que se coge la pista de la derecha en dirección sureste. Poco más adelante de nuevo aparece un cruce que conecta con el retorno. Aquí se toma la pista de la derecha. Se continúa hasta llegar a la antena. Primero hay una fuerte subida antes de desviarse a la derecha para girar a la izquierda rápidamente por una zona de pastizal y rocas con poca senda. Finalmente, se cruzan unas rocas justo antes de llegar al collado. Arriba se debe continuar hasta la pista por la que se desciende 150 metros donde a la izquierda aparece la variante para hacer cima. A 700 metros aparece un cruce que hay que continuar por la izquierda. Más adelante hay otro que conecta con la variante y se gira a la derecha. Tras bajar la cuesta se gira hacia la izquierda y al pasar al lado de un acebo y una baliza de madera, se abandona esta pista a la izquierda y aparece un pequeño sendero por el que hay que seguir con el muro de piedra a la derecha. Al final de él se gira a la izquierda y se atraviesa un bosque. Aquí el sendero se hace más evidente hasta llegar a un nuevo bosque en el que habrá que salir de él antes de girar a la derecha. De nuevo, el camino se desdibuja, después de una herradura hay una encima aislada que conduce a una lastra por la que hay que descender. Se debe seguir las marcas hasta hacer un giro de izquierdas al eucaliptal. El camino sigue hasta la Cruz de Usaño (CA-256). Se continúa un kilómetro esta carretera y se debe salir a la izquierda por una pista y poco más adelante, a la izquierda dos veces, se llega hasta donde se empieza a subir hacia La Piluca.

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En el límite con las provincias de Burgos y Vizcaya, entramos en un territorio accidentado con varios puertos de montaña (Los Tornos, Portillo de la Sía y Lunada). 

El Valle de Soba está configurado por más de una veintena de localidades que fueron surgiendo durante la Edad Media, probablemente gracias a la repoblación de los reyes astures en los siglos VIII y IX. La primera referencia histórica data de la fundación del monasterio de San Pedro y San Pablo de Asia, recogida en Santa María del Puerto (Santoña) en el 933.

Allí cabe destacar la Ruta Vuelta a Colina. Se trata de una joya del senderismo dentro del Parque Natural de los Collados del Asón, un recorrido circular que descubre grandes valores naturales de la zona. Se trata de un recorrido de unas 6 horas de duración que discurre entre senderos y pistas forestales. Para comenzar hay que partir desde el parking de los Collados del Asón para adentrarse en el interior septentrional del Parque y así poder disfrutar de las formas que muestra el complejo glaciar de Saco, con una destacable plataforma de abrasión que ha ido puliéndose durante miles de años. Para alcanzar este punto se debe atravesar el entorno de los Castros de Horneo y también el hayedo del Monte Asón a través de un camino que da acceso a las cabañas de Saco. Tras ello se puede disfrutar del Canal de Rolacías. 

Desde aquí en los días despejados se puede llegar a ver la costa oriental de Cantabria, con el Monte Buciero como gran protagonista. Desde aquí se alcanza la cima de la colina. 

Posteriormente, se desciende disfrutando del cabañal de Brenacobos. Ahora se aprecia hasta llegar al final de zonas espectaculares como el hayedo del Monte Moncrespo, el cañón de La Cañada y muchas sorpresas más.   

La Costa Oriental, un paseo hacia el infinito
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