viernes. 19.04.2024

En la madrugada del 31 de julio al 1 de agosto de 1980 cuatro disparos terminaban con la vida de los marqueses de Urquijo. María Lourdes de Urquijo y Morenés y su marido, Manuel de la Sierra y Torres, eran asesinados en su domicilio de Somosaguas sin que hubiera ningún testigo capaz de arrojar luz sobre la investigación. Aproximadamente ocho meses después era detenido su yerno, Rafael ‘Rafi’ Escobedo, quien fue condenado a 53 años de cárcel y que apareció ahorcado en su celda en 1988 unos días antes de que se cumplieran ocho años del asesinato. Y aunque el juicio determinó claramente que Rafi fue el autor material del crimen, se abría la puerta a la posibilidad de que hubiera habido uno o más colaboradores. Eso, unido a los numerosos intereses económicos que despertaba su muerte (eran propietarios del banco Urquijo) y ciertas irregularidades en el proceso judicial, permite que 38 años después se mantenga abierto y en un halo de misterio este crimen, uno de los más destacados de la crónica negra de España, de cara a la opinión pública.

A juicio del periodista José Ángel San Martín, uno de los mayores conocedores de Rafi Escobedo y de los hechos que rodearon su muerte, “no se puede dudar de que mató a los marqueses”, lo que no impide que existiese algún colaborador. Y es que, en el momento de ser detenido el 9 de abril de 1981, “confesó con mucho detalle” cómo había ocurrido todo. En el momento del asesinato “vivía con su padre en un piso de Madrid, ya estaba separado de Myriam de la Sierra”, recuerda San Martín.

Según la declaración, “salió de allí, cogió un soplete, esparadrapo, la pistola de su padre y el coche para ir a Somosaguas”. Para el periodista hay dos datos que confirmarían sin lugar a dudas que Rafi es el autor del doble crimen. Por un lado, “eran los disparos de un zurdo, y él lo era”; por otro, aunque los marqueses estaban solos en la vivienda “había un testigo mudo”, que era el “caniche negro de la familia que estaba allí y que no ladró porque sabía quién entraba por la puerta”. No hay que olvidar que Rafi había vivido en Somosaguas durante varios años.

“Lo cuenta todo, cómo utilizó el esparadrapo en el cristal para evitar que no se cayese al romperlo, subió a la segunda planta y disparó al marqués dos veces. En el primer tiro ya lo mató porque era un disparo a bocajarro en la cabeza, pero al ser de noche tropezó con una silla y se le disparó un segundo tiro. Eso despertó a la marquesa, que dormía en otra habitación, se levantó y él la disparó, primero un disparo en la boca que no fue mortal, y como ella hizo algún esfuerzo le disparó en la cabeza”, recuerda San Martín.

LEYENDA NEGRA

A partir de su detención comenzó a gestarse la leyenda negra en torno al caso. Su confesión inicial fue después rechazada por él mismo al comienzo del juicio, donde se declaró inocente. Su cambio de postura coincide con el cambio de abogado, de José María Estampa Braun a Marcos García Montes, quien le habría aconsejado no reconocer ante el juez ningún delito.

A esto se añaden varias irregularidades en el proceso. Por un lado, la propia noche del crimen, cuando la llegada del administrador, Diego Martínez Herrera, cambia por completo lo que podría haber sido la resolución del delito o, al menos, la posibilidad de arrojar cierta luz. Es él el que ordena a la criada de los marqueses, que a pesar de dormir en la vivienda no se había enterado de nada, “lavar los cadáveres”. Eso, como explica San Martín, es lo que hizo que “se sospechara de él”, si bien finalmente la investigación no llevó a nada. “No solo los lavó, sino que los mueve de la escena del crimen y los lleva al garaje”, apunta el periodista, lo que hizo que la autopsia realizada por los forenses José Antonio García Andrade y Raimundo Durán Linares no tuviera la misma relevancia, pues se encontraron con “muchas incógnitas irresolubles”. Más allá de cambiar los cadáveres de sitio, el hecho de lavar los cuerpos eliminó posibles restos de pólvora, quemaduras, huellas, sangre, etc.

El proceso judicial también estuvo marcado por varias irregularidades. Sin duda la más llamativa es la relativa al arma con la que se cometió el crimen, una Star de calibre 22 que fue encontrada en el pantano. Fue la identificación de los casquillos y su comparación con los encontrados en la finca que tenía el padre de Rafi, Miguel Escobedo, en Moncalvillo de Huete, en Cuenca, lo que permitió la detención. Sin embargo, tanto los casquillos encontrados en la finca (unos 200) como el arma desaparecieron en los juzgados.

Hubo varias líneas de investigación sobre los posibles colaboradores de Rafi Escobedo en el crimen. Uno de los investigados, y que también fue procesado por el crimen, fue Javier Anastasio de Espona, aunque fue puesto en libertad en 1987 y huyó a Sudamérica, donde ha estado hasta que en 2010 se retiraron todos los cargos, pudiendo regresar a España. Para San Martín, “es a todas luces el ‘coautor’ o ‘colaborador necesario’ de ese crimen”.

38 años después el asesinato de los marqueses de Urquijo... ¿sigue sin resolverse?
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