jueves. 25.04.2024

En 1957 llegaba a los escenarios de Estados Unidos West Side Story, musical que narra el amor entre Tony y Maria, el primero un antiguo miembro de los Jets, una banda juvenil de raíces europeas, y la segunda hermana del líder de los Sharks, de origen puertorriqueño. Un amor prohibido basado en ‘Romeo y Julieta’ de William Shakespeare que más de 60 años después no solo sigue vigente, sino que se ha convertido en un clásico inmortal. Entre el 4 y el 7 de marzo el montaje original llega al Palacio de Festivales de Santander de la mano del director Federico Barrios y el productor José María Cámara. Ambos analizan el éxito de la obra, cómo ha logrado mantenerse actual década tras década, y explican los detalles de una producción que se representa exactamente igual que en Madrid y con la orquesta original.

¿Qué retos supone una adaptación como esta hoy en día, con el éxito en los escenarios y su versión en el cine durante décadas?

Federico Barrios: el reto es darle, como director, una entidad al propio nombre West Side Story. Es una gran responsabilidad. Poner en pie este guion es algo completamente actual, en el sentido de la historia como se concibió. Sigue hablando de inmigración, de la discriminación, de violencia de género, de machismo y feminismo, de la inserción social. Socialmente seguimos teniendo los mismos problemas que hace 63 años. Y sigue hablando del amor. Como seres humanos siempre nos vamos a enamorar. La excusa de los creadores de West Side Story es basarse en Shakespeare, en ‘Romeo y Julieta’, pero crean una historia totalmente actual.

No tenemos solo bailarines, sino que cada personaje tiene una entidad, tiene un texto y una personalidad

Muchos asistentes a la obra conocerán fundamentalmente la adaptación cinematográfica. ¿Qué diferencias podrán encontrarse en esta representación?

F.B.: La historia es la misma. La película está basada en el formato original del teatro que se estrenó en 1957. Esta es la primera vez que se representa en España esa estructura original. La película contiene algunos cambios por las diferencias entre el lenguaje cinematográfico y el teatral, pero las canciones son las mismas, y es el mismo montaje que se representó en Broadway, las mismas coreografías de Jerome Robbins y las grandes partituras y canciones de Leonard Bernstein.

West Side Story es uno de los musicales con más actores en el escenario a la vez, con muchos números musicales que requieren a todos en escena. ¿Cuánto trabajo supone lograr esa precisión y coordinación?

F.B.: Coordinarlo fue muy difícil. Todo el mundo tiene que cantar, bailar e interpretar. Es un elenco de 32 personas en el escenario, y cada uno es un personaje diferente. No tenemos solo bailarines, sino que cada personaje tiene una entidad, tiene un texto y una personalidad. Además, el teatro en el que se estrenó, el Teatro Calderón de Madrid, es un espacio mucho más pequeño que el Palacio de Festivales. Hubo que coordinarlo todo al milímetro, porque si uno se mueve un poco ya golpea a un compañero o se golpeaba con la escenografía. En Santander los bailarines van a tener más aire y lo van a agradecer muchísimo. Hemos estado ensayando de 9 de la mañana a 10 de la noche en diferentes turnos. Todo el mundo tenía que aprender su parte coreográfica, su escena y todas las canciones que tienen que cantar a nivel coral y solista.

Como sociedad hemos avanzado mucho, pero en los temas que toca West Side Story hemos aprendido poco

Tony y María, Romeo y Julieta. Es una historia universal. ¿Qué es lo que atrae tanto de ella durante generaciones?

F.B.: Tiene que ver con el amor imposible. Un amor que está muy por encima de lo que habitualmente conocemos. Es una historia que transcurre en poco tiempo, en 36 horas se resuelve la historia. Y este amor imposible hace cambiar la conciencia de todo el mundo que les rodea.

José María Cámara: la sublimación del amor es el amor imposible, el que no se puede alcanzar.

West Side Story toma como base algunos aspectos de la obra de Shakespeare, pero ambas son historias muy lejanas para las nuevas generaciones. ¿Qué cree que conecta con este mundo marcado por la inmediatez de las redes sociales?

F.B.: Creo que como sociedad hemos avanzado mucho, pero en los temas que toca West Side Story hemos aprendido poco. Siguen existiendo muros aquí y allá, grupos de inmigrantes que llegan a sitios en pateras, cómo se unen para protegerse, la inclusión social que necesitan,…

J.M.C.: es el reconocimiento del grupo. Hay algo que tiene mucho que ver con la historia, y es que todo ocurre aquí y ahora. Conecta muy bien con la inmediatez que buscamos hoy en día. Y seguramente la explicación de que viaje tan bien en el tiempo sea Bernstein. La partitura es eterna, es un clásico, y cuando tienes ese soporte viajas a cualquier lugar. Siempre con historias que competen a cualquiera, son relevantes en cualquier momento de la vida: el amor imposible, la lucha por el territorio, la amistad, la defensa de la identidad. Y curiosamente, todas las decisiones importantes las toman las mujeres. Es una obra plagada de historias que viajan en el tiempo y las culturas, y eso hace que sea clásica.

La producción que llega a Santander podría estar en Broadway perfectamente bien

Antes comentaban que el Palacio de Festivales es un escenario mayor que el Teatro Calderón. ¿Cómo afrontan esta representación, serán necesarios cambios?

F.B.: No, la concepción de la productora desde el minuto uno fue que la escenografía que se estrenó en Madrid sea la misma que va de gira por el resto de España. El mismo montaje, con la misma cantidad de actores, el mismo número de músicos, que tocan un total de 25 instrumentos en directos. Solo hay que adaptarlo al espacio. Llegamos el mismo día del estreno, se hacen las pruebas de sonido y un reconocimiento del espacio de todo el elenco, se bailan diferentes coreografías, se hacen diferentes posiciones por luces. Pero la coreografía se pensó para poder montarse en todos los teatros. En el caso del Palacio de Festivales se agradece que el espacio sea mayor y que los bailarines puedan disfrutar un poco más.

¿Cómo es la coordinación con el director musical a la hora de plantear los números y la puesta en escena?

F.B.: Es un trabajo conjunto. Por lo general se ensaya la parte musical primero para luego poder empezar con la coreografía, porque es fundamental que los actores conozcan la canción. Y posteriormente se trabaja otra parte interpretativa con las canciones solistas, pues tienen que pasar por otra parte técnica y musical. Gaby Goldman viaja con nosotros a todas las ciudades, dirige todas las funciones y siempre estamos hablando de las necesidades, lo que ocurre en el escenario. Está todo vivo. Al interpretarse en directo las partituras de Bernstein todo debe tener un tempo que ayude a los intérpretes a bailar y cantar. Él lleva el ritmo, y eso es algo vital en este musical.

El componente de inteligencia colectiva que añade acudir a un espectáculo en directo es esencial

¿En qué momento se encuentra el teatro musical?

J.M.C.: es una situación casi óptima. Madrid se ha convertido en la capital mundial de los musicales en español por dos motivos. Uno, porque producimos a un alto nivel. La producción que llega a Santander podría estar en Broadway perfectamente bien. Dos, lo hacemos en nuestro idioma, lo que hace que la gente comprenda todo lo que sucede en la obra. En 2018 el teatro en Madrid representó 160 millones de euros, de los cuales 130 millones fueron de musicales. Ese año todo el cine español representó 100 millones de euros. Pero si nos vamos a Broadway, las cifras de 2019 vuelven a ser las mayores de la historia. Es un género que crece permanentemente porque crecen los espectadores. Solo ha habido dos momentos en los que ha dejado de crecer: la Guerra del Golfo y el 11-S. El resto del tiempo es una curva ascendente. Es un género que seduce cada vez más a más espectadores. Es cierto que el tipo de espectador medio que se espera en un musical es un espectador instruido, que cuida su dinero. Lo que ofrece un musical es la experiencia teatral más completa. El texto te lleva a un nivel de emoción, la canción añade más emoción y el baile culmina.

¿Es esto lo que lleva a los espectadores a ir al teatro musical frente a, por ejemplo, el cine musical, que parece estar perdiendo repercusión?

J.M.C.: Claro. Cuando hablamos del cine hablamos de muchas pantallas, pero no siempre se ve en grupo. El componente de inteligencia colectiva que añade acudir a un espectáculo en directo es esencial. Es un integrante básico para completar la experiencia. El júbilo de compartir un musical en directo con 1.000 personas que sintonizan contigo es impagable. Es el aquí y ahora, y con la diferencia de que lo que está sucediendo es para ti, y posiblemente no vuelva a ocurrir. Será mejor o peor, pero no volverá a ser igual. La experiencia en directo es insustituible. El espectador además tiene un cierto carácter participante.

Sí es cierto que tiene que haber masa crítica que alimente musicales, número suficiente de espectadores que vayan a verlos,… De otro modo no sería posible. El teatro también necesita un cierto contexto. Es un género muy urbano que requiere un cierto poder adquisitivo y educativo, y una renovación del público, que es lo que da el turismo. Eso es lo que te permite estar en cartel mucho tiempo. El público solo puede renovarse en una gran urbe. El 65% que ve los musicales de Broadway no es de Nueva York, ni tan siquiera de los condados vecinos. Y de ese porcentaje el 95% es turismo americano.

¿Qué es lo que podrán encontrarse los aficionados en West Side Story?

J.M.C.: en este momento, en todo el mundo, West Side Story solo puede verse en dos lugares: en España y en Broadway. Y el único lugar del mundo en el que se puede ver el montaje original tal y como se estrenó en su día es aquí. Es algo único, porque coincide con el centenario de Bernstein. Y en Santander, con la afición al clásico, van a poder disfrutar de sus partituras con la orquesta tocando en directo. Va a ser maravilloso porque en los musicales no siempre viajan los músicos. No podemos hacer grandes musicales en Madrid y cuando salimos de gira llevar una versión menor. Eso también ayuda a que el musical crezca, y eso es fantástico, porque hay más competencia y el público es más exigente.
 

“Socialmente seguimos teniendo los mismos problemas que hace 63 años”
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