viernes. 29.03.2024

Jesús Ruiz Mantilla (Santander, 1965) entiende el periodismo como una misión y al mismo tiempo un placer, un trabajo que siempre ha de ser riguroso y debe adaptarse a los tiempos que corren. Todo esto nos lo cuenta en ‘Papel’, su última novela, en la que habla sobre cómo ha sido el choque de trenes que se ha producido en los últimos años en el mundo del periodismo. Por un lado, el periodismo de siempre, cuyo símbolo han sido las grandes rotativas y que es diametralmente opuesto a las pantallas que hoy contienen las noticias. Una retrospectiva de una profesión que lleva intrínseca la necesidad de hacer justicia, ya que el periodismo es contar lo que no se quiere que se sepa. A través de los ojos de Luz y Benjamín, los protagonistas de esta historia, veremos las dos caras de la moneda.

- Usted acaba de publicar ‘Papel’, una novela en la que compara a dos generaciones de periodistas. ¿Por mucho que hayan cambiado las herramientas, cree que las motivaciones de un joven que decide estudiar periodismo son las mismas hoy que hace, por ejemplo, tres décadas?

Son exactamente iguales. La curiosidad innata por todo, preguntarse por qué, entrar en conflicto con lo que pasa a nuestro alrededor y querer que el mundo mejore a través de contar injusticias. Yo creo que es el mismo romanticismo, que el impulso y la razón del periodismo siguen respondiendo a lo mismo. Esto ha sido, es y seguirá siendo así.

- ¿Dónde está el límite entre la realidad y la ficción en ‘Papel’?

Es una línea muy fina y muy conflictiva. El libro es una ficción que trata de buscar la veracidad, pretende darle la vuelta porque la ficción es el territorio de la libertad y la realidad es el territorio del rigor. Y esto no quiere decir que nada de lo que cuento ahí no sea riguroso ni cierto, pero, más que real, yo quiero hacer algo creíble. Quiero recompensar la fe que el lector pueda depositar en mí porque mi experiencia se va a aproximar mucho a lo que ha ocurrido. Pero como dije antes, esa línea es muy fina.

- ¿Qué le llevó a escribir ‘Papel’? ¿Es algo que llevaba pensando desde hace tiempo?

Es una novela que se me ocurrió hace más de diez años, pero yo no sabía cuál era el final. Más o menos pude intuir qué había sucedido en ese periodo de transición entre el papel y el mundo digital. El problema que yo tenía es que no sabía cuál era el final y desde que se me ocurrió hasta que lo he terminado anduve esperando y observando con paciencia. Hace cuatro años empecé a ver que eso podría ser una historia con un principio y un final. 

- Llevamos años escuchando que el papel está destinado a desaparecer, pero aquí sigue. ¿Cree que realmente la prensa solo se leerá a través de las pantallas?

Lo que antes era normal ahora empieza a ser una excepción en muchos casos. Hace años ibas a comprar el pan y el periódico, hoy solo compras el pan. ¿Qué quiere decir esto? Que a lo mejor se queda como algo excepcional o a lo mejor desparece. Yo no creo que sea muy pronto, pero bueno, tampoco creo que vaya a ser muy tarde.

El lado oscuro del género humano ha prostituido tanto las redes sociales que está destruyendo muchas cosas que nos parecían alucinantes

- Las redes sociales han potenciado la inmediatez y la reciprocidad entre los medios de comunicación y las personas, habiendo ocasiones en las que los usuarios cuentan las noticias antes que algunos periodistas y obligando a los periodistas a reinventarse. ¿Las redes sociales han impuesto una nueva forma de hacer periodismo?

Sí, totalmente. Hay muchos días que los periodistas estamos reaccionando a un tuit. Fíjate, Donald Trump marcó su presidencia a base de tuits. No obstante, creo que es algo efímero, pienso que muchos de estos soportes son efímeros y esos sí que van a durar menos que el papel. Twitter y Facebook ya están en crisis. ¿Por qué? Porque el lado oscuro del género humano ha prostituido tanto las redes sociales que, en gran parte, está destruyendo muchas cosas que nos parecían alucinantes, cosas que antes nos parecían ventajas y ahora son inconvenientes. Yo creo que son bastante frágiles en ese sentido y no tienen intención de perdurar. Son desechables, se parecen a la comida basura, como comer algo instantáneo y tener un dolor de barriga persistente.

-Las redes sociales han permitido que mucha gente actúe como periodistas cuando realmente no lo son. ¿Esto ha cambiado la estructura del periodismo?

Sí, desde luego. La jerarquía del periodismo ha quedado arrasada, pero no solo por las redes sociales, sino por internet. Eso es un problema, la realidad es cambiante y esto ha hecho que las jerarquías hayan desaparecido y las referencias también. ¿Qué hay que hacer? Bueno, tenemos que esforzarnos el doble para que la gente se fíe de nosotros. En ese aspecto, yo creo que es algo positivo, ha habido un reforzamiento que hace que no te puedas dormir en los laureles. Esto te lleva a esforzarte más porque ahora la gente necesita confiar en ti mucho más que antes, porque en estos tiempos hay mucha gente que hace ruido en las redes sociales, además de muchos haters, por lo que se tiene que extremar el rigor y la consistencia para convertirse en una referencia informativa.

- ¿Cree que esta digitalización está haciendo que se pierda la magia que tiene, por ejemplo, coger un periódico y mancharse las manos de tinta?

No creo que se esté perdiendo la magia del periodismo, pero sí es un mundo que poco a poco está desapareciendo. Eso conlleva cierto romanticismo, ya que representa la nostalgia y la belleza de un mundo que desaparece. No sé si era mejor o peor, simplemente era distinto. Era una realidad que estaba más pegada a nosotros, era más palpable, más entendible y tenía una dimensión más humana y previsible.

Creo que el mundo digital nos puede hacer mucho mejores. La era digital es buena, ha logrado que se hayan multiplicado los soportes y se hayan hecho cosas interesantísimas. Porque siempre hay nuevos lenguajes. Netflix, por ejemplo, ha hecho el documental de Michael Jordan, que es una pieza de periodismo mayor y no creo que se hubiese dado en una época en la que los soportes eran el papel o la televisión. Esto es gracias a un soporte como Netflix, que ha propiciado una nueva explosión de género, que son las series documentales por capítulos. Es algo muy bueno y eso es periodismo.

- En la dedicatoria de su libro dice “A mis maestros, de los que tanto he aprendido. A mis alumnos de Periodismo, de los que tanto aprendo y aprenderé”. ¿Es el periodismo un aprendizaje constante?

Sí, por supuesto. Y el que no esté dispuesto a aprender constantemente tiene que dejarlo, porque esa es la clave del periodismo. No asentarse, no acomodarse y buscar, ya que el periodismo es una búsqueda y un aprendizaje. Entonces, hay que aprender de todo el mundo, de jóvenes y de mayores. Yo aprendo mucho de mis alumnos ahora y sigo aprendiendo de mis maestros.

- En los últimos años se han incrementado las “fake news”. ¿Esto empeora la reputación de los periodistas?

Las fake news son el gran problema. Siempre he tenido un sentido muy relativo de la vida, he estado muy influido en ese aspecto por la ciencia, siempre he aplicado a todo la teoría de la relatividad. Ahora, por primera vez en mi vida, creo que existe una guerra que se desarrolla en términos absolutos. Es decir, una guerra del bien contra el mal. El bien es la verdad, su búsqueda, ya que la verdad no existe, pero sí la búsqueda de la verdad, honesta y basada en los hechos probados. La mentira es el mal. Y son esas mentiras, distribuidas a la velocidad de la luz por poderes que saben que mienten, las que buscan crear confusión y alcanzar así el poder. No es que sea una profecía que vaya a pasar, esto es algo que ya ha pasado. Esto ha sido Trump, el Brexit, y la sistemática estrategia de la Rusia de Putin por desestabilizar las democracias occidentales. Es decir, es una realidad que existe y que es el presente contra el que nosotros, los periodistas, tenemos que luchar en primera línea de vanguardia. Porque los que utilizan la mentira como forma de alcanzar el poder son el mal, representan el mal y ya lo han probado, es decir, ya se sabe. Nosotros estamos obligados a luchar permanentemente contra eso.

- Desde que en 1997 publicó su primera novela, ‘Los ojos no ven’, hasta ‘Papel’. ¿Cómo cree que ha evolucionado su obra?

El otro día mi hija Paula, que tiene 23 años y ya ha leído parte de mi obra, me dijo “Papá me ha gustado mucho ‘Papel’, enhorabuena, yo creo que has alcanzado la madurez”. No sé si la habré alcanzado o no, pero me río porque es un juicio que se supone que no hacen los hijos a los padres, sino los padres a los hijos. Ojalá la haya alcanzado, no lo sé. Dice ella que sí, sin embargo a mí me gusta sentirme en ese aspecto en constante transformación.

No creo que mis libros se parezcan entre sí. Coinciden en los temas, pero trato que no se parezcan. ‘Papel’ sí que es una especie de conglomerado en cuanto a estilos y formas de otros libros. Pero yo sigo sistemáticamente la senda de la cervantina y lo único que me pregunto cada vez que empiezo o acabo una novela es lo mismo que se pregunta Milan Kundera, que es uno de los escritores que más me fascinan y de los poquísimos genios que quedan vivos. Kundera, cada vez que comienza y termina un libro, se hace una pregunta “¿Seré digno de la desprestigiada herencia de Cervantes?” Pues eso.

"Hace años ibas a comprar el pan y el periódico, hoy solo compras el pan"
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