martes. 23.04.2024

Al siglo XXI le falta gusto, saber hacer y tradición. El hacer las cosas por uno mismo con el placer de volver a tiempos pasados es un arte frecuentado por unos pocos, de esos con personalidad propia que saben apreciar la belleza de las reliquias ancestrales y traerlas al presente para el disfrute del resto. Una mirada de añoranza a antaño es la guía de todo coleccionista y razón para ovacionar sus históricos muestrarios. 

En el siglo XVI, la humanidad quedó asombrada con la proeza de quienes empezaban a utilizar los galeones en sus travesías de guerra, comerciales e incluso de vida. El viento era la única fuerza natural que necesitaban para navegar los mares de todo el mundo y 500 los hombres necesarios para surcarlos. Hoy, cinco siglos e innovadores descubrimientos después, las manos de un solo hombre son capaces de revivir la sensación de contemplar un mar lleno de realistas galeones en la tierra más firme y característica, en su tierra madre, Cantabria. 

Una mirada de añoranza a antaño es la guía de todo coleccionista y razón para ovacionar sus históricos muestrarios. 

Los principales astilleros de estos buques de vela se encontraban en la costa cantábrica por la abundancia de su material estrella, la madera; la cercanía a los recursos del norte de Europa y la presencia de empresas metalúrgicas como la fábrica de La Cavada, en Liérganes, de donde procedía la artillería para armar los galeones españoles. Este pasado marítimo sigue ligado a Cantabria y aficionados como Francisco Javier se encargan de mantener viva la tradición con entusiasmo y mucho mimo. Hoy existe otro rincón en la región que respira madera y tradición y que consigue incluso evocar el sonido y olor del bravo mar del siglo XVI. Un verdadero océano con 15 años de vida -cuando Francisco Javier construyó su primer galeón a escala- y que, tras travesías de cerca de año y medio entre cientos de piezas, ya son 25 los galeones que adornan ese característico mar del siglo XVI en pleno siglo XXI. Su artífice reconoce ser un amante de estas embarcaciones de vela por su antigüedad, su forma de navegar y su proceso de fabricación, que no tiene nada que ver con el que siguen los barcos modernos de la actualidad. Una “obsesión” por estos barcos de madera que le ha llevado a crear una verdadera obra de arte para todo coleccionista, que pieza por pieza y tablilla por tablilla es capaz de recrear esa pasión con el placer de un hobby y el gusto de un coleccionista de los de antes. 

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Lo importante es llegar a buen puerto, eso es algo que bien sabía la tripulación de estos barcos de vela que tardaban dos meses y medio en llegar al destino, frente a las 3 semanas del resto de embarcaciones, y esa misma filosofía es la que sigue Francisco, que cuida cada pieza en un proceso de año y medio para hacer un galeón de impresión realista. Cada embarcación tiene su diseño, color, estilo y decoración, respetando la identidad de los propios galeones de guerra de la época. El poderío que desprendían vuelve a Cantabria tras miles de años en forma de una gran colección de valor histórico y personal.

 

Devolver a Cantabria los galeones de época con dos manos y mucho mimo
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