viernes. 19.04.2024

El nombre propio del deporte cántabro durante el año 2022 ha sido y es, sin ningún género de dudas, el de Pablo Torre. El de Soto de la Marina es el mayor talento que hemos conocido en ‘la tierruca’ desde Sergio Canales y habría que echar mucho tiempo la mente atrás para encontrar un cántabro o cántabra por el que se han peleado los mejores equipos del país. Y, además, ha sido un caso extraordinario también fuera de los terrenos de juego.

La naturalidad con la que un chico de apenas 19 años, que hace año y medio jugaba en juveniles, ha soportado la presión en sus espaldas de ser la esperanza de la afición de un equipo centenario para lograr el ascenso no solo sorprende, sino que, incluso, asusta. Un niño que juega como lo que es, un niño, pero que piensa como un veterano de 35 años. Y que ha naturalizado que tanto Barcelona como Real Madrid deseen hacerse con sus servicios como si se tratase de algo cotidiano. Escuchando, tomando la decisión que considera mejor para su carrera, sin crecerse y dejándose la piel cada domingo para que el equipo de su vida regrese al fútbol profesional. 

Estamos hartos de ver a juveniles que destacan por encima del resto en sus equipos, que reciben una llamada de la Selección Española y que, en cuanto cobran su primer sueldo, se lo funden en bolsas para llevar las botas de firmas italianas, coches que no necesitan y fiestas con “todo incluido” para todos sus amigos y, cuatro o cinco años después, reciben un golpe de realidad. Dejan de ser sub-23 e interesar a los filiales de los equipos de Primera División, que se los cambian como cromos con la esperanza de que alguno despunte, tienen que regresar al equipo de su pueblo para jugar en Tercera División, se dan cuenta de que han fundido los miles de euros que han ganado -o incluso más de lo que han ganado- y de que aquellos “amigos” con los que compartían reservados de discotecas ya no están. Porque no estaban por ellos, sino por lo que eran.

El Pablo Torre persona tiene una explicación muy sencilla: Esteban Torre

Pablo Torre es un caso excepcional. Es todo lo contrario a un joven talentoso que se cree por encima del resto, que derrocha dinero y que se olvida del equipo de su corazón cuando se acuerda de su cuenta corriente. El Pablo Torre futbolista es difícil de entender por su talento precoz, pero el Pablo Torre persona tiene una explicación muy sencilla: Esteban Torre. Y, por supuesto, también su madre, el resto de su familia y su entorno.

Para entender a Pablo hay que recordar a Esteban Torre. Como jugadores no compartían muchas similitudes más allá del amor por el Racing, que comenzaron a jugar al fútbol en el Marina Sport y que ambos son centrocampistas. Su padre, de corte más defensivo, era un futbolista de equipo. De los que no brillan para que pueda hacerlo el resto. Pablo, mucho más talentoso, tiene mejor trato de pelota y se asoma mucho más al área. De hecho, Esteban Torre marcó un total de 14 goles en su carrera profesional y el ya jugador del Barça ha anotado 10 esta temporada 2021/22. Esteban Torre disputó un total de 90 partidos en Primera División con el Racing, en los cuales disfrutó de algunas de las tardes más gloriosas del cuadro santanderino como la famosa manita al FC Barcelona en la cual, caprichos del destino, fue uno de los goleadores. En Segunda División vistió la elástica verdiblanca en 46 ocasiones y también participó en la categoría de plata con el CD Toledo y el extinto CD Logroñés. Esteban Torre se retiró del fútbol profesional en el año 2001, dos antes de que Pablo naciese, un 3 de abril de 2003. 

El pequeño de los Torre también se crio en las categorías inferiores del CD Marina Sport antes de dar el salto al Real Racing Club de Santander donde, desde las categorías inferiores, suscitó el interés de los principales equipos del fútbol español e, incluso, internacional. Pero decidió quedarse en casa, en el club que ama, y seguir creciendo como futbolista y como persona en un entorno muy sano que, como decíamos antes, no se entiende sin la presencia de un ex futbolista profesional en casa. Sin quemar etapas demasiado rápido y sin necesidad de correr, Pablo destacó en las categorías inferiores y, ya en edad juvenil, comenzamos a tener la sensación de que se le quedaba demasiado pequeño jugar con chicos de su misma edad. 

Curiosamente, ni siquiera pasó por el filial racinguista, donde tan solo disputó un encuentro en el play-off de ascenso de Tercera División a causa de la presencia de muchos jugadores del Rayo Cantabria en la dinámica del primer equipo cántabro. Tan solo jugó con el filial ese último encuentro de la temporada 2019/20 y ese mismo verano hizo la pretemporada con el primer equipo. Todavía tenía ficha juvenil y lucía el ‘27’ a la espalda, pero tanto Javi Rozada como Aritz Solabarrieta lo consideraron una pieza clave en sus alineaciones durante una temporada 2020/21 en la que el Racing no cumplió con sus objetivos y decepcionó. 

Pero de cara a la campaña 2021/22 las sensaciones en el seno del combinado de El Sardinero eran completamente diferentes. Un entrenador joven, con una idea de juego clara y que conoce la categoría al dedillo para comandar con un proyecto ambicioso donde los minutos que disputaron varios canteranos la pasada campaña les sirvieron para convertirse en referencia en el primer equipo. Y, entre todos ellos, la cabeza visible del proyecto ya era uno más del primer equipo, con el ‘10’ a la espalda que caracteriza a los jugones y con Pablo Torre en el nombre de la camiseta. Ya no era Pablo, la promesa. Se había convertido en Pablo Torre, la realidad. La referencia. El icono de un Racing campeón. 

Quién sabe si veremos a Pablo Torre como titular con el Fútbol Club Barcelona en el Camp Nou, o con la Selección Española en un Campeonato del Mundo. Tiene todo el talento y dependerá de él, de la confianza que depositen en su fútbol champagne y de la diosa fortuna, que juega un papel fundamental en el deporte de élite, no nos olvidemos. 

Quién sabe si en cinco años tendrá un valor de 150 millones de euros o tendrá que jugar en Tercera División en el equipo de su barrio. Lo que sabemos, con total certeza, es que jamás faltará al respeto a un compañero, rival o aficionado. Que irá a entrenar con la misma humildad a las Instalaciones Nando Yosu y al Estadi Johan Cruyff. Y que es un talento superdotado y una persona dotada de una personalidad y una madurez impropia de su edad. Y eso, también sabemos con total seguridad, que es culpa de Esteban, de su mamá y de su entorno. Y eso, provocará que, juegue donde juegue dentro de cinco años; en su casa estarán orgullosos de su hijo. Y eso, vale más que unos cuantos millones de euros. 

Los Torre, herencia verdiblanca
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