sábado. 20.04.2024

EL MISTERIOSO TULEM

Aún oculto en  algún lugar de la Picota, se esconde Tulem, el escurridizo castro que dio nombre a la montaña, pues su nombre original es el Tolío, no la Picota, y parece venir de ahí.

“En un documento del año 816”, explica el arqueólogo  Mariano Luis Serna, “se menciona, entre Liencres, Boo y Mortera, una misteriosa población llamada Tulem, muy probablemente ubicada en la montaña, y vinculada con el yacimiento de la cueva de las Penas”. 

La excavación de esta cueva, una de las joyas de la corona de los yacimientos visigóticos en Cantabria, fue planificada en 2004 por Mariano Luis y la también arqueóloga Ángeles Valle. “En su interior se encontraron 13 cadáveres datados entre los siglos VII y VIII d.C.”, continúa Mariano Luis, “depositados junto a sus armas, herramientas, útiles textiles, recipientes con trigo y otros objetos. Entre ellos, 5 de los característicos broches de cinturón visigodos de la época, uno de los cuales, con imágenes damasquinadas en tonos dorados, es verdaderamente espectacular”. 

Los broches visigóticos encontrados en la cueva de Las PenasLos broches visigóticos encontrados en la cueva de Las Penas

Uno de los cinco broches hallados en Las Penas tras ser restaurado, joya de la corona de la arqueología en CantabriaUno de los cinco broches hallados en Las Penas tras ser restaurado, joya de la corona de la arqueología en Cantabria

¿VAMPIRISMO EN LA PICOTA?

La inusual forma de enterramiento, en una cueva y con ajuar funerario ya en época cristiana, y el hecho de que las cabezas de los cadáveres fueran separadas, destruidas y quemadas tiempo después de su muerte, ha dado lugar a interpretaciones fantásticas, que incluso llevaron Las Penas al programa Cuarto Milenio

Pero el descubrimiento de nuevos yacimientos semejantes a éste en lugares próximos, está haciendo pensar a los arqueólogos que las muertes se debieron a una epidemia. Solo así se justifica el apresurado amontonamiento de cuerpos, acompañados de sus objetos cotidianos, en una acción intuitiva por evitar los contagios. 

La superstición de la época atribuía a los muertos por peste una maldición que no garantizaba su descanso eterno. De este modo, la rotura y quema posterior de los cráneos tendrían que ver con rituales para evitar el retorno de los difuntos al mundo de los vivos.
 
UN ICONO MEDIOAMBIENTAL

“Todo el mundo sabe lo que pasó en el Alto del Cuco”, dice Mariano Gómez de Vallejo, un artista residente en Mortera, vinculado al movimiento ecologista. “Pero no fue más importante que el desconocido Sector 2”.

La orden judicial de derribo, en 2007, de una urbanización de 400 viviendas en el Alto del Cuco, que pretendía romper la ladera sur de la montaña, fue una campanada que despertó muchas conciencias. Era la primera vez que se ponía un freno rotundo al deterioro medioambiental producido por la especulación urbanística salvaje de aquellos años. La imagen del alto del Cuco dio la vuelta al país y marcó un antes y un después.  

Pero en 2006, la montaña ya había estado a punto de ser objeto de otra urbanización semejante en el llamado “Sector 2”, esta vez en su cara norte, situada justamente sobre los pinares del Parque Natural de Liencres. Una campaña conjunta de los grupos ecologistas de la región para evitarlo culminó en una acción espectacular, llamada “La Bicha”.

Vista aérea de la manifestación de La Bicha por la inclusión del Sector en el Parque de LiencresVista aérea de la manifestación de La Bicha por la inclusión del Sector en el Parque de Liencres 

“Solo había una posibilidad de parar la urbanización”, recuerda Mariano, “y era que el Gobierno ampliase el Parque Natural de Liencres, integrando en él La Picota. Planeamos extender una enorme serpiente de banda de plástico de 400 metros de largo que, soportada por los manifestantes, ascendiese por la montaña desde el pinar de Liencres. La Bicha representaba a la misma Tierra, surgiendo herida de las profundidades por tanto destrozo medioambiental. Yo mismo me encargué de construir la cabeza, una figura telúrica con estética de dragón chino”.

Performance ecologista La Bicha, en La Picota, reclamando la inclusión del sector 2 en el Parque NaturalPerformance ecologista La Bicha, en La Picota, reclamando la inclusión del sector 2 en el Parque Natura

La campaña resultó un éxito. Pocos meses después, el Gobierno de Cantabria dio curso a un proyecto de ampliación del parque natural, que incluía la Picota, el abra del Pas y un amplio lienzo de costa. 

LOS BÚNKERS: PROTAGONISTAS EN DOS GUERRAS Y… NI UN SOLO DISPARO

Verano de 1937. Un miliciano de la República empieza a escribir, con un palito, sobre un recuadro de cemento fresco en la pared de un nido de ametralladoras, en La Picota: “Vivan los compañeros y mueran los fascistas…”. La soflama, con vivas y mueras a la República, los partidos políticos de la época, Franco y otros generales, aún se conserva en uno de los 20 “búnkers”, conectados por una red de trincheras que recorre la montaña.

Búnker en la cima del TolíoBúnker en la cima del Tolío 

“Un perfecto ejemplo de la arquitectura militar de la primera mitad del siglo XX”, explica Emilio muñoz, arqueólogo y autor, junto a Ramón Montes, de un estudio sobre el conjunto. “El temor a la entrada en Santander del ejército sublevado mediante un desembarco de sus tropas en Liencres”, continúa, “trató de evitarse con la construcción de esta red de nidos de ametralladora, que nunca entró en combate porque el ataque no llegó por mar, sino por carretera, desde el sur”. 

Tras su abandono, los bunkers fueron reutilizados por el ejército de Franco durante la II Guerra Mundial, ante la posibilidad de que el desembarco aliado, finalmente ocurrido en Normandía, se diese en el Cantábrico. Sobra decir qué papel hubiesen hecho estas humildes estructuras frente al despliegue naval y aéreo de los aliados en el norte de Francia… Así que, este inútil conjunto creado para destruir vidas desde el que nunca se disparó un tiro, bien puede considerarse un excelente monumento al absurdo de todas las guerras.

Uno de los escasos búnkeres de La Picota que conservan su techoUno de los escasos búnkeres de La Picota que conservan su techo    

UNA RED DE SENDAS

“Es increíble, desde la cima se divisan las grandes cumbres de Cantabria”, dice Jaime Campo, un montañero y ciclista de montaña, residente en Santander. “La mayor parte de la gente solo sube por la pista hasta el pico, cuando la Picota tiene mucho más que recorrer”, detalla. “En medio de un área tan densamente urbanizada, y muy próxima a la capital, el Tolío es un pulmón que debería cuidarse con esmero”.

Atardecer con niebla desde la cima del TolíoAtardecer con niebla desde la cima del Tolío    

Recientemente, el Ayuntamiento de Piélagos ha ido desarrollando una red señalizada de sendas, que permiten comunicar Liencres, Boo y Mortera, y hacer circuitos a través de la montaña. “Pero buena parte de ellas están intransitables”, concluye Jaime, “tras años sin ser desbrozadas. Es una pena que se desperdicie este recurso". 

Las espectaculares vistas, con nieve recién caídaLas espectaculares vistas, con nieve recién caída       

SOLO FALTABA TENER TAMBIÉN UN CASTILLO

“Lo llamaban el castillo de Pedraja, y a su vez figura como el castillo de Hércules”, explica el arqueólogo Lino Mantecón, autor de un estudio arqueológico sobre las ruinas. Desde la pequeña cima, situada sobre Liencres, en que se ubicaba, va señalando el contorno de la torre. “Las piedras fueron reutilizadas en otros lugares, pero aún puede observarse la argamasa medieval, algunos cimientos y el perímetro del foso”. 

El castillo fue construido en el siglo XIII por Garcilasso I, Señor de la Vega, y se mantuvo activo hasta el XVI, época en que es abandonado y se inicia su deterioro ¿Por qué precisamente un castillo en este lugar? ”Por las excepcionales vistas desde el pequeño macizo”, detalla Lino, “muy adecuadas para el control de la navegación y del acceso marítimo a la bahía de Santander. Con ese mismo objetivo, en el siglo XIX las tropas de Napoleón instalaron también, aquí mismo, algunas garitas de vigilancia”.

UNA EMPANADA DE HISTORIA

“La Picota está cubierta de nódulos de sílex. Aquí acudían, primero los neandertales, y luego nuestra especie, en busca de la materia prima para sus herramientas. Por toda la montaña se encuentran pequeños talleres de este mineral, en los que los nódulos se desbastaban para ser transportados a los campamentos, donde se tallaban finalmente”, explica Mariano Luis. “Esta montaña está literalmente trufada de vestigios del pasado: cuevas con yacimientos del Neolítico y Edades del Cobre, Bronce y Hierro, restos visigóticos, talleres paleolíticos al aire libre, los búnkers del siglo XX, un castillo medieval… y quién sabe si todavía el futuro nos deparará alguna sorpresa”.

El Abra del Pas con un búnker en primer planoEl Abra del Pas con un búnker en primer plano        

PROTECCIONES QUE NO SE APLICAN

No en vano, todo el perímetro de la Picota es Bien de Interés Cultural con categoría de yacimiento arqueológico y, desde el punto de vista del medio ambiente, forma parte del Parque Natural de Liencres. “Pero tanta protección legal sirve de bien poco si las administraciones no garantizan su cumplimento”. 

Así lo asegura Carlos García, de la asociación ecologista ARCA: “Las consejerías de Cultura y Ganadería no están aplicando la normativa que protege la montaña”, continúa. “Periódicamente se realizan talas de eucaliptos con enormes máquinas-oruga que destrozan y desfiguran el terreno, o se consiente la alteración del patrimonio natural y arqueológico por obras de particulares”.

CUANDO LO PEQUEÑO ES GRANDE

De las modestas diez cumbres, –en torno a los 200 metros–, de esta pequeña sierra, las más altas son: el Tolío o Picota, –la mayor, con 239–, La Pepía, el Millajo y el Castillo.

Nevada en La PicotaNevada en La Picota

El macizo aún conserva dunas fósiles, conchas y restos de coral petrificados del tiempo en que era un fondo costero y  poco profundo. Decenas de simas y cuevas perforan su suelo, comunicadas por una red que incluye un extraño acuífero elevado, ubicado en el interior de la montaña. Tampoco hay escasez de fauna: 88 aves, 18 especies de reptiles y anfibios y 32 de mamíferos fueron catalogados en un estudio realizado en 2008 por los biólogos Isidoro Fombellida y Ramón Ruiz.

Aunque es una lástima que los eucaliptos hayan colonizado las laderas, aún puede encontrarse el bosque original que las cubría, con robles, sauces y acebos entre otras muchas especies vegetales, en el paraje de Ribalafuente o en el interior, muy poco explorado, de algunas grandes dolinas.

Hace quince años, bajo la cumbre principal, el Ayuntamiento de Piélagos limpió una de las muchas zonas cubiertas de escajos para plantar varias decenas de árboles autóctonos, que hoy han crecido y forman un pequeño bosque. “Una iniciativa para seguir desarrollando”, opina Jaime Campo. “Esta montaña bien se lo merece”. Y los que se acerquen a disfrutarla, también.

La Picota: La montaña secreta que muchos creían conocer
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