jueves. 25.04.2024

Los deseos hibernan durante años y, un día, salen a la luz con una fuerza irresistible. Una lejana tarde de la infancia, un maestro dejó en nuestra mente la semilla de un reino fabuloso, gobernado por un rey frigio llamado Midas, que convertía en oro todo lo que tocaba. Esa imagen se mantuvo aletargada hasta que, un día, tuvo la fuerza suficiente para movilizarme en su búsqueda.

Durante casi dos milenios, nadie supo dónde estaba la olvidada capital del reino de Frigia. Pero, en 1892, los ingenieros que construían la línea de ferrocarril Berlín – Bagdad, dieron casualmente con sus ruinas. Fue entonces cuando la figura del rey Midas salió de las brumas del mito. Si fue un ser real, ¿sería posible dar con su tumba?

Vista aérea de las ruinas de Gordio | Foto: O.L. Vista aérea de las ruinas de Gordio | Foto: O.L.

La meseta de Anatolia, en Turquía,  es un lugar desolado y magnético, un inmenso granero que, desde hace diez mil años, no ha dejado de producir trigo y civilizaciones. Cuando llegué a las ruinas de Gordio, la que fue capital del reino de Frigia, el objeto de mi búsqueda se materializó ante mis ojos como un erial por el que melancólicos rebaños de ovejas ramoneaban cansinamente.

Herodoto creía que el protagonista de la leyenda era el mismo rey Midas que vio caer a su ciudad bajo las tropas cimerias

UN LABRADOR CONVERTIDO EN REY

Contaban los antiguos griegos, maestros del embuste, que los frigios, necesitados de un rey, consultaron a un oráculo, y éste les respondió que su rey llegaría subido en un carro y con un cuervo al hombro. Cuando Gordias, un miserable campesino cuya única propiedad era su carro, pasó junto al templo, un cuervo se posó en su hombro, y fue aclamado rey. Así, Gordias fundó una capital con su propio nombre, e inauguró una dinastía que pudo empezar hace algo más de tres mil años, para finalizar abruptamente en el siglo VII a.c. con la destrucción de la ciudad por los cimerios.

Ruinas de Gordio | Foto: O.L. Ruinas de Gordio | Foto: O.L.

Un pastor adolescente abandona su rebaño y  se ofrece a llevarme hasta las ruinas. Aunque su pobreza es evidente, en su inglés elemental pero correcto se aprecia la presencia de un gobierno que aporta un mínimo nivel de bienestar y servicios sociales. De la ciudad, apenas quedan los muros y la imponente muralla de las puertas de entrada, ahora en reconstrucción. Pero, cuando el chico me precede hasta un altozano, decenas colinas, que en realidad son túmulos funerarios, aparecen por todas partes, salpicando la monótona horizontalidad del paisaje.

CODICIA

Gordias, el primer rey, tuvo un hijo al que llamó Midas. A partir de ahí, ambos nombres se multiplican en la lista de los soberanos frigios, que fueron expandiendo un poderoso reino cuyo máximo esplendor llegó en el siglo VIII a.c. Según la tradición, el dios Dyonisos concedió a alguno de los reyes llamados Midas su petición de convertir en oro todo lo que tocase. El dios sabía que el regalo era el mejor escarmiento para la codicia patológica del soberano. Y, unos días más tarde, éste, deshidratado y hambriento, pidió a Dyonisos que revirtiese su regalo. Para ello, Midas se bañó, por prescripción divina,  en el río Pactolo, y el río absorbió el don, arrastrando desde entonces pepitas de oro.

Reconstrucción de la cabeza del rey encontrada en la tumba de Midas | Foto: O.L. Reconstrucción de la cabeza del rey encontrada en la tumba de Midas | Foto: O.L.

Parece que Herodoto creía que el protagonista de la leyenda era el mismo rey Midas que vio caer a su ciudad bajo las tropas cimerias. Y, al no poder resistirlo, relata, se suicidó bebiendo la sangre de un toro.

El muchacho que me guía rebusca en su zurrón y saca un objeto envuelto en un trapo sucio de barro. Es una imagen, tallada en piedra, de Mata, la diosa madre frigia, importada a Grecia bajo el nombre de Cibeles. Contiene toda la majestad y el ambiguo rictus de las figuras arcaicas. El muchacho la coloca en mis manos y se queda esperando, sin duda, un precio. Es una pieza soberbia. Asustado, miro a mí alrededor: nadie nos observa. Por un instante, la veo en mi casa, iluminando toda la habitación. Y entonces me acuerdo de la codicia de Midas, y devolviéndosela, le digo que no.

Imagen de la diosa Matta, del Museo de Ankara | Foto: O.L. Imagen de la diosa Matta, del Museo de Ankara | Foto: O.L.

EL NUDO GORDIANO

Tras la muerte del último Midas durante la caída de Gordio, en el siglo VII a.c., Frigia dejó de ser un reino independiente, formando parte de los diferentes imperios que se sucedieron en su área.

Pero, según la leyenda, en el templo de Zeus de la ciudad, durante muchos siglos se conservó el carro en el que había llegado su primer rey, Gordias. Éste lo había entregado en ofrenda al templo, tras atarlo con un nudo de boyero tan complicado, que se decía que quien fuese capaz de soltarlo, llegaría a ser el señor de Asia.

Aún seguía allí en el año 333 a.c., cuando llegó Alejandro Magno, que no pudo resistirse a la tentación de ser el protagonista de la profecía. Pero el impaciente conquistador no era capaz de soltar el nudo,  y en su irritación, lo deshizo con un golpe de su espada ¿Era lo mismo soltarlo que cortarlo? Tal vez, pero se dice que los sacerdotes sacudieron la cabeza. Quien, efectivamente, se convirtió en el señor de Asia moriría poco después, aunque su imperio se desvanecería en el tiempo en que una espada corta las correas de corteza de árbol con las que el nudo estaba construido.

Interior de una cámara mortuoria del túmulo | Foto: O.L. Interior de una cámara mortuoria del túmulo | Foto: O.L.

¿LA TUMBA DEL REY MIDAS?

Hay más de 120 túmulos funerarios en el entorno de Gordio, de los que solo se ha excavado una cuarentena. En 1957, el arqueólogo Rodney Young, de la Universidad de Pensilvania, logró acceder al interior del más grande, una colina de 53 metros de altura por 300 de diámetro, entonces el mayor descubierto en Asia, con la ayuda profesional de un equipo de mineros.

En el interior,  en medio de una gran cámara funeraria construida en madera perfectamente conservada de cedro, pino y enebro, yacía el esqueleto de un hombre junto a un ajuar que incluía una insuperable colección de vasos de la Edad de Hierro. El banquete ritual previo al sellado de la tumba había dejado restos de cordero o cabra a la parrilla con especias, aceite de oliva, miel y lentejas; y para beber, una mezcla de vino, cerveza e hidromiel.

Algunos de los vasos de la tumba de Midas expuestos en el Museo de Ankara | Foto: O.L. Algunos de los vasos de la tumba de Midas expuestos en el Museo de Ankara | Foto: O.L.

¿Estaba Young ante el cadáver del auténtico rey Midas? Sin duda, se trataba de un rey. Comparados con la fecha de la toma cimeria de Gordio, los análisis dan un desfase cronológico de 30 años, y los arqueólogos se inclinan a pensar que podría ser su padre. Apenas se encontró oro, pero los tejidos que rodeaban al cadáver estaban impregnados en diminutos fragmentos de una particular forma de óxido de hierro con sedosos reflejos amarillos, que harían brillar los ropajes como si estuvieran hechos de ese metal.

LA VERDADERA BÚSQUEDA

Las excavaciones, lentamente continúan, y, con seguridad, traerán nuevos descubrimientos, que en el caso que nos ocupa son aún más impactantes porque activan uno de los mitos de nuestra cultura. Y ese mito subyacente añade emoción a la búsqueda del Midas histórico, porque su búsqueda es a la vez la búsqueda del Midas que hay en cada uno de nosotros.

Dos túmulos funerarios en Gordio | Foto: O.L. Dos túmulos funerarios en Gordio | Foto: O.L.

Buscando al rey Midas
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