jueves. 28.03.2024

Tras años de movilizaciones sociales y trabajo político por la conquista de la Autonomía, el 1 de febrero de 1982 entró en vigor el Estatuto de Autonomía de Cantabria. Ese mismo mes se constituyó la primera Asamblea Regional, provisional e integrada por la Asamblea Mixta de diputados provinciales y parlamentarios estatales. Por la misma fue elegido como primer Presidente de Cantabria, en marzo de 1982, José Antonio Rodríguez, disidente de la UCD.

Rodríguez se mantuvo en el cargo hasta la celebración de las primeras elecciones autonómicas, que tuvieron lugar en mayo de 1983. Estas elecciones tuvieron como vencedora a la Coalición Popular -integrada por AP, PDP (Partido Demócrata Popular) y UL (Unión Liberal)– encabezada por el propio José Antonio Rodríguez como independiente, al obtener 18 escaños. Fue seguida por el PSOE de Jaime Blanco, con 15 escaños y, a mucha distancia, el PRC, ya con Miguel Ángel Revilla como candidato, que obtuvo 2 escaños. 

Otras fuerzas cantabristas se presentaron en aquellas elecciones, aunque quedaron sin representación parlamentaria. Fueron ICU, representante de una corriente de izquierda soberanista y ANAC, la concreción política del nacionalismo cántabro encabezada por Rafael de la Sierra.

LA PARADOJA (ANTI)AUTONOMISTA Y LA ERA DE LA INESTABILIDAD

De esta forma, Rodríguez continuó como presidente autonómico, aunque poco después las tensiones internas de la coalición provocaron que fuera sustituido por el miembro de AP Ángel Díaz de Entresotos, que se convirtió en el segundo Presidente de Cantabria. Este hecho ya inauguró una serie de acontecimientos que caracterizarían los siguientes años de la Autonomía cántabra como años de inestabilidad permanente.

La consecuencia más importante de las primeras elecciones autonómicas fue que gobernaron las instituciones cántabras por primera vez quienes se habían opuesto a la existencia de Cantabria como entidad autogobernada. Se produjo así la paradoja de que la derecha centralista y castellanista fue quien quedó responsable de dirigir la autonomía cántabra, mientras que las fuerzas que habían impulsado el autogobierno quedaban en la oposición.

En 1987 tuvieron lugar las segundas elecciones autonómicas, en las que la derecha españolista volvió a imponerse con claridad, al vencer Alianza Popular, encabezada por Juan Hormaechea como independiente, con 19 diputados. Tras ella quedaba el PSOE, que bajaba a 13 parlamentarios, y en tercera posición un PRC que mejoraba sus resultados hasta alcanzar cinco diputados, seguido del CDS, que entraba al Parlamento con 2 escaños.

Durante esa legislatura se inauguró un periodo de constante inestabilidad que duraría hasta 1995. Uno de los diputados que salió elegido por parte del PRC, Esteban Solana, fue expulsado del partido y fundó el PNC (Partido Nacionalista Cántabro), llevándose consigo a otros militantes y cargos públicos regionalistas. Solana, que se mantuvo como diputado en la Asamblea Regional, será clave en lo que faltaba de legislatura para garantizar la gobernabilidad a Hormaechea. El PRC pasó entonces por sus momentos más complejos desde su fundación. Una época que marcó profundamente a su líder de cara al futuro.

A esto, se le unieron los constantes escándalos del Presidente Hormaechea, que acabaron derivando en que el recién refundando Partido Popular le apartara de sus filas en 1990. Tras esto, Hormaechea formó un partido propio de ámbito autonómico, la UPCA (Unión Para el Progreso de Cantabria) con algunos de los diputados elegidos junto a él en 1987. 

En diciembre de 1990 una moción de censura presentada por un grupo de parlamentarios del PP contrarios a Hormaechea y todo el resto de fuerzas políticas presentes en la Asamblea, desalojó al peculiar político de la presidencia sustituyéndolo por Jaime Blanco, del PSOE.

Tras esto, Hormaechea se presentó a las elecciones de 1991 con su nuevo partido y se quedó a tan solo un escaño del PSOE, que ganó las elecciones obteniendo 15 diputados. El PP, debilitado por la maniobra de Hormaechea, consiguió tan solo 6, mientras que el PRC, lastrado por sus divisiones, descendió hasta obtener tan solo 2 diputados. Pese a lo sucedido anteriormente, el PP pactó con Hormaechea facilitándole que repitiera en la Presidencia. El PNC, por su parte, sacó unos resultados paupérrimos obteniendo el 0,21% de los votos.

La legislatura estuvo marcada por los escándalos de Hormaechea, quien en 1994 fue condenado por el Tribunal Superior de Justicia de Cantabria a cárcel e inhabilitación por delitos de malversación y prevaricación. Tras ello, dimitió, aunque tuvo que permanecer como presidente en funciones hasta las elecciones de 1995. A estas elecciones no se pudo presentar, pues el Tribunal Supremo confirmó otra condena por parte del TSJC, esta vez por injurias, y fue inhabilitado unos días antes de la celebración de las mismas. Con ello, se cerraba en Cantabria esta etapa en que las constantes crisis y escándalos fueron alejando a la ciudadanía de la vida política de la Comunidad.

UNA NUEVA ETAPA. ESTABILIDAD POLÍTICA Y REVILLA ENTRA AL GOBIERNO

Las elecciones de 1995, con Hormaechea fuera de juego, se saldaron con la victoria del PP encabezado por José Joaquín Martínez Sieso, que alcanzó los 13 escaños, seguido del PSOE con 10 escaños. La UPCA, descabezada, se quedó en siete diputados, mientras que el PRC se recuperó llegando hasta los seis escaños. Además, por primera vez entró en el Parlamento una candidatura a la izquierda del PSOE, IU con 3 escaños. Martínez Sieso fue elegido como Presidente de Cantabria y el PRC accedió por primera vez al Gobierno, con Revilla como Vicepresidente y Consejero de Obras Públicas, Vivienda y Urbanismo. 

Con esta legislatura comienza un periodo de normalización de la vida política cántabra que, con sus altibajos, dura hasta el día de hoy. Un periodo del que Revilla ha sido actor fundamental, con la obsesión por no perder esa estabilidad siempre presente en su accionar político. 

El líder del PRC, desde su Consejería, empezó a construir su figura política y su partido mediante una forma de hacer regionalismo más cercana a un regional-provincialismo basado en la consideración de Cantabria como un ente administrativo para la gestión de cuestiones cotidianas y la construcción de infraestructuras, que a un autonomismo consecuente ligado al desarrollo de la identidad cultural del pueblo cántabro y a la construcción de un imaginario colectivo de Cantabria como sujeto político con personalidad propia.

Esto se vio de forma clara con el principal suceso político de esta legislatura: la reforma del Estatuto de Autonomía de Cantabria de 1998. Una reforma sustancial, ya que afectó a 54 de los 58 artículos de la redacción primera de dicho Estatuto.

Dicha reforma conllevó, por un lado, importantes cambios simbólicos, como la definición de Cantabria como "Comunidad histórica", el cambio de denominación de sus órganos legislativo y ejecutivo y la eliminación de la posibilidad de incorporación a Castilla y León. Y, por otro lado, la ampliación del autogobierno mediante la asunción de una serie de competencias, como las de educación y sanidad. Sin embargo, la concepción regionalista comentada anteriormente quedó de manifiesto durante estos años en su falta de voluntad por crear o desarrollar varias cuestiones aprobadas en aquella reforma, como la comarcalización de Cantabria o la creación de la figura del Defensor del Pueblo Cántabro. Así como en su rechazo a introducir en el Estatuto la cuestión del patrimonio lingüístico cántabro, planteada por el entonces diputado de la UPCA José Ramón Sáiz.

A partir de la reforma estatutaria, los objetivos dejaron de pivotar en torno a las reivindicaciones competenciales y se centraron en las tareas de gestión. Esta reducción de objetivos en cuanto al desarrollo del autogobierno cántabro se vio reflejada en la renuncia a abrir una nueva reforma estatutaria en la siguiente década, cuando un importante número de Comunidades Autónomas emprendieron importantes reformas de sus estatutos, y señaló tanto los límites del regionalismo hegemónico encarnado por el PRC, como de la izquierda social-liberal y la derecha conservadora estatales, ambas nunca comprometidas del todo con el desarrollo del autogobierno y la identidad de Cantabria.

La siguiente legislatura supuso una continuación de la anterior. El tándem Sieso-Revilla repitió en el Gobierno autonómico tras las elecciones de 1999 en las que el PP rozó la mayoría absoluta y el PRC repitió los 6 escaños de 1995, mientras que el PSOE ascendió hasta los 14 e IU y la UPCA desaparecieron del Parlamento. Finalizaba de esta forma el intento de la derecha de organizarse en un partido de ámbito cántabro, que siempre dependió prácticamente en exclusiva de la figura de su histriónico líder.

El segundo gobierno presidido por Martínez Sieso supuso la asunción de las competencias en materia de sanidad, educación, infraestructuras comunicacionales o problemas medioambientales, que habían sido traspasadas con la reforma de 1998, y estuvo caracterizada por una intensa labor del Parlamento. Sin embargo, entre los socios de gobierno se produjeron desencuentros -especialmente en lo relativo al Plan de Ordenación del Litoral (POL)- que prefiguraban lo que estaba por venir.

REVILLA PRESIDENTE Y CONSTANTE ASCENSO DEL PRC

En las elecciones de 2003 el PP volvía a vencer con claridad, seguido por el PSOE encabezado por Dolores Gorostiaga, que se mantuvo más o menos igual que en la anterior legislatura, obteniendo 13 escaños. El PRC seguía en ascenso al llegar hasta los 8 diputados con casi un 20% del voto. Dos nuevas candidaturas cantabristas se presentaron a estos comicios, Unidad Cántabra y Conceju Nacionaliegu Cántabru (CNC). Ambas cosecharon discretos resultados quedando fuera del Parlamento.

Se esperaba la repetición del pacto PP-PRC, pero esta vez el Gobierno se formó tras un pacto entre el PSOE y el PRC que hacía Presidente al líder regionalista, pese a haber quedado claramente por detrás de su socio. Miguel Ángel Revilla fue investido como Presidente de Cantabria por primera vez.

Valiéndose de su carisma personal (durante esta legislatura comenzó su periplo por los medios de comunicación estatales y fue construyendo un liderazgo basado en el contacto directo con la gente a través de la televisión, sin intermediarios) y de su condición de Presidente, el líder regionalista fue alterando el sistema de partidos tradicional en Cantabria, produciéndose un constante crecimiento del PRC en los años sucesivos, fundamentalmente a costa de la izquierda.

Las elecciones autonómicas del 27 de mayo de 2007 afirmaron esta tendencia: el PP descendió ligeramente a 17 escaños mientras que el PRC ascendió a costa de su socio, el PSOE, superándole. Los regionalistas pasaron de 7 a 12 escaños mientras que los socialistas descendieron de 13 a 10. El CNC volvió a presentarse pero de nuevo quedó muy lejos de la obtención de representación parlamentaria.

Revilla, pese a sus orígenes políticos, pareció tener claro desde su llegada a la Presidencia que la posibilidad del crecimiento electoral del PRC pasaba por ensanchar su base social logrando atraer a los sectores sociales jóvenes, progresistas y de los núcleos urbanos y periurbanos de Cantabria. 

El Gobierno con el PSOE fue estable, pero en 2011, tras la crisis global de 2008, la izquierda social se sintió huérfana a nivel político y se produjo una ola conservadora que en Cantabria se tradujo en la mayoría absoluta del PP encabezado por Ignacio Diego, con 20 escaños. Pese al tsunami azul, el PRC conservó sus doce escaños, pero fue el PSOE el que continuó con su fuerte descenso al quedar relegado a 7 diputados.

La ola derechista dejó a Miguel Ángel Revilla sin su tercer mandato consecutivo, pero el PRC apenas perdió unos centenares de votos con respecto a las anteriores elecciones autonómicas. Lo que, unido al descenso del PSOE, indica que ya entonces Revilla estaba consolidando su crecimiento a partir de la fidelización electoral de una buena parte de electorado que había confiado anteriormente en opciones progresistas y de izquierda.

La legislatura de Ignacio Diego estuvo marcada por la falta de consenso en su acción política y su prepotencia en lo personal, situándose Miguel Ángel Revilla como claro líder de la oposición. En 2015, estas formas de Diego sumadas a la crisis económica general y a la corrupción en la que estaba sumido el PP a nivel estatal, fue aprovechada de nuevo por el líder regionalista. El PP se dejó 7 escaños por el camino, descendiendo hasta los 13, y el PRC mantuvo sus 12 escaños. El PSOE continuó su hundimiento descendiendo hasta su mínimo histórico, 5 diputados. Y aparecieron dos fuerzas nuevas en el Parlamento Cántabro, Podemos y Ciudadanos, con 3 y 2 escaños respectivamente. El PRC volvió a formar gobierno con el PSOE, gracias a la abstención de Podemos.

Los resultados cosechados por el PRC mostraron la habilidad de su líder para leer el clima social abierto en 2011


Los resultados cosechados por el PRC mostraron la habilidad de su líder para leer el clima social abierto en 2011 y saber erigirse, pese a todo su historial, en una especie de outsider con respecto al sistema político bipartidista en crisis, a la vez que para lograr mostrarse ante los ojos de las mayorías sociales no ya como alguien cercano a ellas, sino como alguien que formaba parte de esas mismas mayorías, compartiendo preocupaciones, necesidades y anhelos.

Esta habilidad fue determinante a la hora de cortar en parte la irrupción de "la nueva política" en Cantabria, especialmente de Podemos, quien entró al Parlamento con una fuerza no desdeñable pero significativamente menor que en el conjunto del Estado, ya que su discurso había sido captado y adaptado a la realidad cántabra por Revilla. Y, a todo esto, hay que unirle su capacidad para encarnar el sentimiento de agravio del pueblo cántabro ante el Estado.

Durante esta legislatura el Gobierno PRC-PSOE fue cambiando de aliados para sacar adelante los presupuestos y otras leyes y propuestas parlamentarias, basándose en el tradiconal péndulo según el cual Revilla se mueve hacia un lado o hacia el otro del espectro político en función del clima social imperante en cada momento. Así consiguió llegar a 2019 con más fuerza que nunca.

HEGEMONÍA REGIONALISTA


Ya en 2019, poco antes de las elecciones autonómicas, el PRC consiguió un hito que sirvió como demostración de fuerza política: la obtención de un diputado estatal en la persona de José María Mazón. Por primera vez un representante de una fuerza cantabrista obtenía representación en el Congreso español.

Además de la conveniencia de presentarse a las generales para preparar las próximas elecciones autonómicas, en el PRC pudo pesar el escenario político español, en el que las fuerzas "periféricas", tanto soberanistas como regionalistas -incluso provincialistas- crecían más como respuesta a un Estado cada vez más incapaz de hacerse cargo de su pluralidad interna y en el que Madrid concentra el peso del poder político, mediático y económico. Estas elecciones tuvieron que repetirse y el PRC consolidó su diputado.

Entre estos dos procesos electorales a nivel estatal, las elecciones autonómicas de mayo de 2019 catapultaron al PRC como fuerza hegemónica de Cantabria. Obtuvo 14 diputados, con más de un 37% del voto, siendo primera fuerza hasta en feudos tradicionalmente inexpugnables como Santander. Le siguieron el PP, que descendió hasta los 9 diputados; el PSOE, que recuperó dos llegando a los 7 y frenando su caída continuada desde 2003; Ciudadanos con 3 diputados, y la irrupción, por primera vez, de la ultraderecha españolista de VOX con 2 diputados. Se estrenó Cantabristas, representando el soberanismo cántabro, obteniendo un 0,51% del voto, muy lejos de cualquier opción de representación institucional.

Estos resultados parecen confirmar la hipótesis del crecimiento del PRC por su capacidad de penetrar en el electorado progresista de Cantabria. Ya que, pese al hundimiento de las formaciones a la izquierda del PSOE -Podemos perdió más de un 5% del voto e IU fue incapaz de recoger nada de este hundimiento- no fue el PSOE la fuerza que más se benefició de esta fuerte caída, sino que fue el propio PRC quien la aprovechó para convertirse en la fuerza hegemónica de Cantabria con claridad.

Como conclusión, los casi cuarenta años de sistema político autonómico en Cantabria nos dejan dos importantes lecturas. En primer lugar, el cambio que supone haber pasado de ser una Comunidad gobernada por aquellos que se opusieron a su existencia a contar hoy con un sistema de partidos propio y muy diferente a la mayoría del resto de Comunidades debido a la fuerza de un partido de ámbito cántabro.

Fuerza esta, cierto es, debida en gran parte a la personalidad de su líder y Presidente cántabro, quien ha sabido articular políticamente de forma muy hábil la dualidad de identidades presentes en la Comunidad en lo relativo a Cantabria y España, y también moverse de forma igualmente acertada en el eje izquierda-derecha, representando el consenso y la moderación que tanto marcan la cultura política nacida en España durante la Transición. El reto del PRC será continuar siendo un actor clave tras la retirada de su líder, para lo cual, probablemente, necesite dar un salto hacia un cantabrismo más autocentrado y ambicioso.

Y, en segundo lugar, aunque unido a lo señalado al final del anterior párrafo, el paso de unos primeros años turbulentos a más de dos décadas, las últimas, marcadas por la estabilidad política, obsesión de un Miguel Ángel Revilla que vivió y sufrió la época de constantes crisis en sus propias carnes y ha sabido erigirse en una figura garante de la estabilidad para los cántabros.

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