jueves. 25.04.2024

No existe identidad colectiva en la que no jueguen un papel fundamental aquellos símbolos que ayudan a expresarla, reproducirla y construirla. Símbolos que actúan como representaciones gráficas que configuran y definen la identidad de una comunidad determinada a lo largo del tiempo. Desde el recuerdo de su historia en común hasta el esbozo de un horizonte compartido hacia el futuro. Representaciones gráficas que contribuyen a otorgar a los miembros de la comunidad a la que representan un sentimiento de pertenencia e identidad colectiva. Y que actúan como marcadores que ayudan a imaginar -y por lo tanto crear- la imagen de esa comunidad, diferenciándola del resto.

Por eso este texto trata sobre el Lábaru cántabro, el símbolo con el que, a día de hoy, una mayoría de cántabros y cántabras nos identificamos como tales. Ligándonos a través del mismo al pasado de nuestro pueblo (más o menos historiográficamente verídico o más o menos construido, como en los relatos de toda nación o región) y proyectándose hacia el futuro como comunidad humana y política que quiere caminar hacia adelante con sus propios pies.

UN POCO DE HISTORIA

El origen del Lábaru se remonta a la voluntad de encontrar una conexión entre la Cantabria contemporánea (en diferentes épocas históricas a partir de la Edad Moderna) y el pueblo cántabro prerromano. Y su denominación se debe a una confusión entre el estandarte utilizado por los romanos llamado labarum y el estandarte utilizado por los antiguos cántabros denominado cantabrum. El historiador José Ángel Hierro Gárate, apuntaba en su artículo de 2016 'El Lábaro olvidado' que “a comienzos del siglo XVII varios eruditos españoles establecieron, a partir de una interpretación errónea de fuentes escritas y numismáticas de época romana, que el Cantabrum y el Labarum eran el mismo estandarte y que su insignia o motivo principal tenía forma de X”.

Así mismo, ofrecía ejemplos de los primeros usos de símbolos denominados como Lábaro para identificar a Cantabria en diferentes ámbitos: “Así, cuando en 1715 se crea el Regimiento Cantabria de infantería de línea mediante la unión de otros cuerpos anteriores de origen vascongado, se elige como emblema para él el Lábaro Cántabro”. Que el origen de estos cuerpos fuera vascongado se debía a la teoría vascocantabrista, por entonces en auge, que pretendía hacer pasar a los vascos de entonces por herederos de los antiguos cántabros.

Sin embargo, Hierro Gárate también señala que “el uso de ese símbolo no se limitó a aquellos vascos dieciochescos que se creían cántabros. Sin salir del ámbito militar, pero ya en nuestra tierra, lo encontramos representado en una bandera que perteneció a alguna de las unidades de la División Cántabra levantada por Díaz Porlier en Liébana durante la Guerra de la Independencia [...] Esta enseña, casi con toda seguridad del Regimiento de Húsares de Cantabria, presentaba una cruz de San Andrés, con un brazo rojo y otro amarillo, sobre fondo blanco y en el centro un escudo con unas armas inequívocamente montañesas (torre, cadena rota y barco atravesando esta última) acompañadas de un león rampante y del emblema de la caballería ligera española de inicios del XIX: un sable y una palma cruzados. Y en los extremos del aspa, otras tantas pequeñas X blancas y negras. O lo que es lo mismo: otros tantos pequeños Lábaros, indicadores del carácter inequívocamente cántabro de la unidad militar a la que pertenecía”.

Dando un gran salto adelante llegamos hasta los años setenta del siglo XX, cuando se crea la bandera que hoy conocemos como Lábaru cántabro. En aquellos años se estaba produciendo el proceso de movilización social y política que culminaría con la creación de la Comunidad Autónoma de Cantabria. Para ello, en 1977 se había creado el Organismo Unitario para la Autonomía de Cantabria (O.U.A.C.) compuesto por fuerzas políticas ligadas a la izquierda, sindicatos y asociaciones cantabristas.

En ese Organismo se produjo el debate sobre qué bandera tendría que representar a la que acabaría siendo Comunidad Autonóma de Cantabria. Y tres propuestas estaban sobre la mesa: la bandera de una de las asociaciones pertenecientes a dicho organismo, A.D.I.C. (Asociación para la Defensa de los Intereses de Cantabria), de colores verde, gris y azul, la bandera blanquirroja que acabó siendo la elegida, y el Lábaru, creado por Luis Ángel Montes de Neira, perteneciente a otro de los colectivos que formaban parte de ese Organismo Unitario: Cantabria Atropá (Cantabria Unida).

De la bandera creada por Montes de Neira apuntaba Hierro Gárate en el artículo ya citado anteriormente que su diseño “pretendía recrear el Cantabrum con criterios más que discutibles desde un punto de vista histórico”.  Así mismo, Manuel Alegría, historiador y coordinador de esta serie, en un comentario realizado en sus redes sociales hace unos años apuntaba que “a instancias de Revilla, ADIC ofreció el apoyo a la blanquirroja en detrimento de la suya propia, con tal que no se eligiera el lábaru, defendido Cantabria Unida, cuyo máximo representante, Luis Ángel Montes de Neira, fue el que dio a conocer las raíces históricas de este estandarte”.

La bandera blanquirroja ganó el debate y, a partir de entonces, presidió todo acto de reivindicación autonomista. Más tarde, con la consecución de la autonomía, quedó plasmada como bandera oficial de Cantabria en nuestro ordenamiento jurídico.

El Lábaru cántabro quedó en un cierto olvido durante los años ochenta

A partir de estos hechos, el Lábaru cántabro quedó en un cierto olvido durante los años ochenta. La bandera blanquirroja -cuyos orígenes históricos argumentados por sus defensores para ser la elegida están hoy ya demostrados como falsos historiográficamente- pasó a ser la que durante un tiempo sirvió para identificar al pueblo cántabro como tal. De esta forma, durante la década de los ochenta se convirtió en hegemónica. En el espectro político del cantabrismo, tanto el P.R.C. como el intento frustrado de candidatura nacionalista impulsada por Rafael de la Sierra (A.N.A.C.) utilizaron esa bandera y sus colores.

Fue en la década de los noventa cuando el Lábaru volvió a hacer aparición en la escena pública de forma relevante. A nivel social, comenzó a estar presente en espectáculos y actos de masas, como por ejemplo en los dos partidos jugados por la Selección Cántabra de Fútbol en 1997 y en el año 2000, contados hace pocas fechas en esta serie por Aitor Aleixandre. Y, a nivel del cantabrismo político, la aparición del soberanismo cántabro organizado en forma de asociaciones juveniles como Regüelta o partidos políticos como el Conceju Nacionaliegu Cántabru, que utilizaban el Lábaru en sus actividades, ayudó a recuperar el uso de dicha bandera en un tono reivindicativo.

Pero fue a partir de la primera década del siglo XXI cuando el Lábaru cántabro comenzó a hacerse cada vez más popular, hasta llegar a ser el símbolo mayoritario para identificar al pueblo cántabro. Es a partir de entonces cuando empieza a ser utilizado de forma mayoritaria en espectáculos deportivos y culturales, así como en diversos actos reivindicativos. Además, a nivel del cantabrismo político, su uso pasó a ser habitual. Empezando por el partido hoy hegemónico, el P.R.C. -que en los setenta lo había desechado en favor de la blanquirroja- hasta llegar a partidos de la nueva ola de la izquierda que asumieron elementos cantabristas como Podemos, que en 2015 llegó a reivindicar su inclusión como bandera oficial de Cantabria en el Estatuto de Autonomía. Pasando por Cantabristas, formación que hoy representa el soberanismo cántabro, recogiendo el testigo de las formaciones citadas en el anterior párrafo.

Esta realidad social fue la que obligó a las instituciones públicas a adaptarse a las dinámicas sociales y a la expresión de la voluntad popular. Y, por ello, aunque de forma un tanto descafeinada, el Parlamento de Cantabria reconoció al Lábaru como “símbolo representativo e identitario del pueblo cántabro” en 2016. Eso sí, con el voto en contra de la derecha españolista, quien nunca ha terminado por asumir el hecho identitario y político cántabro.

EL LÁBARU HOY

Más allá de interesantes debates históricos, lo verdaderamente trascendental de una bandera no reside en su nivel de "autenticidad" histórica, sino en su capacidad para identificar a un conjunto de gentes como miembros de una misma comunidad política y, a la vez, servir como elemento aglutinador de esas gentes a la hora de construir un proyecto político propio hacia el futuro. Si hace cuarenta años fue la bandera rojiblanca la que actuó en ese sentido, hoy es el Lábaru, si cabe en mayor medida, el símbolo alrededor del que la mayoría social de esta tierra puede autoreconocerse como un sujeto político propio con derecho y capacidad de construir su propio camino.

Y digo que en mayor medida por una razón. Porque, a pesar de que lo importante es lo que una bandera exprese en el presente y no su origen histórico, los argumentos históricos utilizados para legitimar la bandera blanquirroja evocaban una forma de pensarnos muy diferente a los utilizados para la defensa del Lábaru. Mientras que en el primero de los casos nos llevan a un marco mental de subalternidad regionalista con la nación española, en el segundo se relacionan con un marco de pensamiento mucho más proclive a imaginarnos como entidad política soberana.

En su texto ya citado, Hierro Gárate afirmaba que “todos los que en algún momento se han considerado descendientes de los antiguos cántabros han tratado de establecer un vínculo identitario con ellos. Y lo han hecho de la misma forma: recreando el estandarte al que estos dieron nombre”. Y es ese marco mental de la identificación con la Cantabria prerromana, el que creo que marca la diferencia con respecto al ligado a la conquista de Sevilla en el siglo XIII por parte de marineros montañeses. Este último difundido aún por un sector encabezado por el presidente Miguel Ángel Revilla.

Decía antes que el Lábaru es el símbolo desde el que nos pensamos como pueblo que dibuja su propio camino. Pero no solo nos ayuda a imaginar ese camino, sino que nos ayuda a imaginarlo en sentido progresista y democrático. Porque el Lábaru está presente en las movilizaciones feministas, en defensa de los servicios públicos, contra los atentados al medio ambiente y nuestro territorio, en solidaridad con otros pueblos del mundo o en defensa de los derechos de las personas refugiadas. Además de ser una bandera que ha sido asumida por aquellos colectivos que defienden los derechos de la comunidad LGTBI.

El Lábaru, hoy en día, es una bandera asociada a la expansión de derechos y a la construcción de una identidad colectiva abierta y no excluyente

Es decir, el Lábaru, hoy en día, es una bandera asociada a la expansión de derechos y a la construcción de una identidad colectiva abierta y no excluyente. De la que puedan formar parte todas aquellas personas que lo deseen. Ese es el camino que muchos y muchas queremos para la Cantabria del siglo XXI. El de un pueblo consciente de sí mismo y con voluntad de construir un futuro en común con todas aquellas personas que quiera formar parte de él, sin tener que renunciar a su identidad individual o a cualquier otra identidad colectiva. Sin ningún tipo de discriminación. Porque no se utiliza contra nadie, sino para identificarnos en nuestra diversidad como miembros de una comunidad humana y política llamada Cantabria que se proyecta hacia el futuro orgullosa de sus valores democráticos.

Para terminar, quiero expresar mi deseo y aspiración de poder seguir dando pasos en el reconocimiento del Lábaru como símbolo de Cantabria hasta lograr que sea incluido en nuestro Estatuto de Autonomía tras un debate colectivo de la sociedad cántabra. Un debate colectivo que supere la mera cuestión simbólica y llegue a todos los ámbitos de nuestras vidas. Porque el autogobierno es una herramienta para mejorar la vida de la gente y profundizar en él una forma de obtener más capacidad para decidir nuestro futuro con el objetivo primordial de mejorar las condiciones de existencia de los cántabros. Y, para poder hacerlo, reconocer de forma plena los símbolos que nos hacen autopercibirnos como un pueblo diferenciado y capaz de remar en común hacia adelante es un paso necesario, aunque quienes quieran negarnos el futuro nos lo vendan como accesorio. 

Viene de: [BLOQUE 5 | ARTÍCULO 27] Tres décadas de folk en Cantabria

[BLOQUE 5 | ARTÍCULO 26] La selección cántabra aúna al cantabrismo

[BLOQUE 5 | ARTÍCULO 25] El deporte: Punta de lanza del cantabrismo

[BLOQUE 5 | ARTÍCULO 24] El largo camino de la reivindicación del cántabru

[BLOQUE 4 | ARTÍCULO 23] Momentos clave de la historia de la ganadería en Cantabria

[BLOQUE 4 | ARTÍCULO 22] Historia del movimiento ecologista en Cantabria

[BLOQUE 4 | ARTÍCULO 21] El cantabrismo ante las transformaciones de la población de Cantabria

[BLOQUE 4 | ARTÍCULO 20] Movimiento sindical, la gran apuesta por la modernización y el desarrollo social de Cantabria

[BLOQUE 4 | ARTÍCULO 19] Pasado y presente del feminismo

[BLOQUE 4 | ARTÍCULO 18] La economía cántabra de los 90 a la actualidad: la consolidación del modelo

[BLOQUE 4 | ARTÍCULO 17] “Hormaechea decidió que ir a pedir dinero a Europa era de pobres”

[BLOQUE 4 | ARTÍCULO 16] Las profundas transformaciones de la estructura económica cántabra de 1973 a 1986

[BLOQUE 4 | ARTÍCULO 15] El perfil de la Cantabria actual y la incidencia del cantabrismo

[BLOQUE 4 | ARTÍCULO 14] El PRC, fuerza hegemónica de Cantabria

[BLOQUE 3 | ARTÍCULO 13] Retorno de la derecha al poder: “Lo llaman democracia y no lo es”

[BLOQUE 3 | ARTÍCULO 12] Y en el 2003... Revilla presidente

[TRIBUNA VI] | Breves apuntes sobre Conceju, la izquierda cantabrista

[BLOQUE 3 | ARTÍCULO 11] Cantabria, comunidad histórica y soberanismo

[TRIBUNA V] | Las contradicciones iniciales de la Autonomía de Cantabria: Crisis institucional y regionalismo revillista

[BLOQUE 3 | ARTÍCULO 10] “Charlotín (refiriéndose al expresidente José María Aznar) no es de fiar porque solo se acuesta con su mujer”

[BLOQUE 03 | MESA REDONDA]​ "Hormaechea tenía en mente la creación de un partido nacionalista"

[BLOQUE 03 | ARTÍCULO 09] El PRC llega al gobierno con el fin del cantabrismo de la derecha y el surgimiento del soberanismo cántabro

[TRIBUNA IV] | ICU: La primera alternativa de izquierda nacionalista cántabra

[BLOQUE 03 | ARTÍCULO 08] “ICU reconoce el derecho de los pueblos a su autodeterminación, incluido el de Cantabria”

[BLOQUE 02 | ARTÍCULO 07] “Cantabria no es Castilla ni lo ha sido nunca”

[TRIBUNA III] | El cantabrismo político y el triunfo de la vía cántabra uniprovincial

[BLOQUE 02 | ARTÍCULO 06] “La reivindicación histórica en favor de Cantabria se constituye por primera vez en proyecto político organizado”

[BLOQUE 02 | ARTÍCULO 05] “Como si la eterna y siempre joven Cantabria nos convocara a despertar”

[BLOQUE 02 | ARTÍCULO 04] “A partir de ahora se hablará mucho menos de Santander o La Montaña y mucho más de Cantabria”

[TRIBUNA II] | Particularismo y regionalismo en los orígenes de la Cantabria contemporánea

[BLOQUE 01 | ARTÍCULO 03] | Un proyecto de Estado cántabro frustrado por la Guerra Civil

[TRIBUNA I] | Una vía propia en la Cantabria del final del Antiguo Régimen y la Ilustración

[BLOQUE 01 | ARTÍCULO 02] | Bajo las quimas de una vieja cajiga

[BLOQUE 01 | ARTÍCULO 01] | “El río Ebro nace en el país de los cántabros”

[PRESENTACIÓN] | “A los que en el pasado consiguieron el reconocimiento de las libertades de Cantabria y a los que luchan y lucharán en el futuro”

El Lábaru, bandera del pueblo cántabro
Comentarios