sábado. 20.04.2024

La fundación Wildlife Friends Foundation Thailand (WFFT) lleva 16 años cuidando y protegiendo de los animales que habitan en Tailandia. Allí, como en muchos otros países, los animales son explotados y maltratados con fines de lucro y gratificación humana, como la industria turística o espectáculos degradantes.

Lucía González Lamadrid, una joven santanderina de 23 años, ha estado tres semanas como voluntaria en uno de sus centros de rescate cuidando de elefantes maltratados. “Hay dos proyectos diferentes que los voluntarios escogen antes de ir allí. En uno trabajas con elefantes y en el otro con todos los demás animales que viven allí: oso, tortugas, cerdos, monos, ciervos,… El idioma de ambos es el inglés”, explica.

En el centro había alrededor de 60 voluntarios procedentes de todas las nacionalidades, “aunque sobre todo de Inglaterra y América”, que cuidaban de los 19 elefantes, “18 hembras y un macho”, que se encontraban repartidos en diferentes recintos en función de sus necesidades.

Lucía también recuerda que todo este trabajo se lleva a cabo bajo la supervisión y ayuda de los mahouts

Tal y como relata la joven, la jornada de trabajo en el centro comienza a las 6:30 horas de la mañana. “Nos reuníamos y comprobábamos los grupos de trabajo para ese día, 7 en total de unos 3-4 voluntarios cada uno”, declara. “Recogíamos la fruta correspondiente a los elefantes que nos había tocado alimentar ese día, ya preparada en cestos, y nos dirigíamos a los recintos. Había algunos a los que no podíamos llegar andando, por lo que nos tenían que llevar en furgoneta”.

Alimentaban a los animales sobre las 7 de la mañana, a base de plátanos, sandías y piñas. “Después teníamos nuestro desayuno, de 8 a 9, y más tarde nos dirigíamos de nuevo a los recintos para limpiar y preparar la fruta del almuerzo”, continúa relatando Lucía.

Cada día, a las 10:00 horas, se encontraban con un proyecto especial y variante que podía consistir en limpiar algún lago de los recintos, trasplantar y regar los árboles o ir a recolectar piñas, por ejemplo.“De 12 a 1 comíamos y a partir de esa hora volvíamos al trabajo”.

En ese momento se daba de comer una vez más a los elefantes, se limpiaban los recintos y se preparaban los “juegos” para su última comida del día. “Siempre nos intentaban explicar la importancia de esto último”, precisa Lucía.

Y es que para hacer lo más similar posible el hábitat natural de los animales, en estos centros “se esconde la comida dentro de árboles de palma, en ruedas o colgada en los árboles para que ellos no reciban simplemente la comida, sino que tengan que ‘trabajar’ para encontrarla”, revela esta joven voluntaria.

Tras la última comida llegaba el que para Lucía era “el mejor momento del día”. “Dependiendo del grupo de elefantes que tuvieras tenías que pasear y ducharlos. Solo se puede pasear con algunos de ellos, por lo general los más mayores que son los que están más acostumbrados a los humanos”.

Algunos elefantes han sido torturados durante más de 30 años

Lucía también recuerda que todo este trabajo se lleva a cabo bajo la supervisión y ayuda de los mahouts, “que son como sus cuidadores”.  En este sentido, la santanderina relata que es “es increíble ver la relación que los elefantes mantienen con estas personas. Se fían de ellos y obedecen sus órdenes, dadas en tai”. “Algo que me resultó muy curioso y agradable – prosigue – es la relación que mantenemos los voluntarios con los mahouts. Son personas que siempre te ayudan, que te llegan con una sonrisa y una pulsera. Cuesta entenderse con ellos, ya que el inglés que hablan es el que van aprendiendo con los voluntarios que pasamos por allí, pero te lo dan todo y te hacen las horas de trabajo más agradables”, asegura.

El trabajo en el centro de rescate termina sobre las 5 de la tarde.

La fundación Wildlife Friends Foundation Thailand realiza una labor muy importante para los elefantes que viven en sus centros. En este sentido, Lucía afirma que “todos han sido rescatados de las actividades que se llevan a cabo en Tailandia para sacar dinero a los turistas. Algunos han sido torturados durante más de 30 años, por lo que en el centro se intenta que tengan un final de vida lo más agradable posible”.

La santanderina también explica cómo llegan los animales a esta situación. “Son robados de la selva cuando son bebés. Solo interesa que sean de corta edad para poder domesticarlos, por lo que no es raro que aparezcan dos adultos muertos para robar una sola cría. Los maltratan para que el animal tenga tanto miedo que acabe haciendo lo que ellos pidan. Los turistas asocian Tailandia con subirse a un elefante, pero no saben lo que hay detrás. O peor, lo saben, pero quieren pasar un buen rato en sus vacaciones”, declara.

 “Si se quiere tener contacto con animales se puede visitar un parque natural o un centro de rescate. Nosotros recibíamos visitas de turistas casi todos los días, allí se les explica la labor que se lleva a cabo y se alimenta y da un paseo junto a un elefante, pero nada más. Se debe entender que la actividad de la persona con el animal está limitada. En un santuario de elefantes, también llamados así, nunca te vas a montar en ellos ni te van a ofrecer trucos circenses”, finaliza la voluntaria.

Lucía González conoció esta fundación a través de Blua, una organización sin ánimo de lucro con base en Madrid que forma parte del movimiento global para la conservación ambiental, la protección animal y el turismo sostenible.

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“Los turistas asocian Tailandia con subirse a un elefante, pero no saben lo que hay...