viernes. 29.03.2024

Los orígenes

Las tierras en torno a la bahía de lo que actualmente conocemos como la ciudad de Santander siempre han sido propicias para que la vida humana se asentara en sus orillas. Este hecho queda demostrado en los hallazgos arqueológicos en el entorno de la bahía, que se remontan al Paleolítico inferior y otras etapas de la prehistoria, y que revelan que desde los primeros tiempos los hombres se sintieron cómodos en los territorios de la actual capital cántabra.

Su situación privilegiada tampoco paso desapercibida para los romanos quienes, tras la complicada conquista del norte de Hispania, consiguieron acceder y establecerse en el territorio de los resistentes cántabros. Fue el emperador Augusto quien, hacia los años 16-13 a.C.,  fundó el puerto romano de Victoria en lo que hoy conocemos como la capital regional.

Este pequeño emplazamiento situado sobre el cerro de San Pedro o Somorrostro, que corresponde a los terrenos en los que actualmente se sitúa la Catedral, en seguida se convirtió en un importante puerto en la ruta marítima que unía los enclaves del Cantábrico con los de Aquitania, en el sur de Francia.

Fue el emperador Augusto quien, hacia los años 16-13 a.C.,  fundó el puerto romano de Victoria en lo que hoy conocemos como la capital regional

También conocemos del pasado romano a través de restos arqueológicos descubiertos en zonas resguardadas de los vientos, como en la Península de la Magdalena – Club de Tenis, Balneario, Embarcadero Real – o la zona de San Martín. Se han encontrado así mismo objetos de la época del Imperio en la Gándara, Cueto, Monte o Peñacastillo.

Tras el desmembramiento del Imperio Romano el cerro de Somorrostro continuó su vida y su destacado papel como puerto marítimo de conexión con Francia, y fue testigo de las incursiones de otros pueblos.  

Ya en el siglo VIII, el rey astur Alfonso II El Casto fundó un santuario dedicado a los mártires Emeterio y Celedonio, que más tarde se convertirían en los patronos de la ciudad de Santander. Esta comunidad religiosa, que unos siglos más tarde comenzaría a estar regida por un Abad como autoridad suprema, fue transformada en Colegiata en el siglo XII por Alfonso VII el Emperador, lo que significaba adquirir la protección de la monarquía.

A partir de la humilde construcción religiosa se abrieron las primeras calles, que formaron un poblado estrecho, alargado y de planta rectangular delimitado al norte por la ría de Becedo, que transcurría en lo que hoy es la Calle Calvo Sotelo, donde se situaba el puerto de San Emeterio.

Fuero y concesión de la villa

En los inicios del siglo XII, el matrimonio entre Alfonso VIII y Leonor Plantagener supuso la extensión del reino castellano, del que entonces formaba parte el poblado marinero. Las nuevas oportunidades políticas y mercantiles supusieron la concesión de fueros a algunas poblaciones costeras del Cantábrico. De esta manera, el Fuero de Santander (1187) suponía la creación de la villa, todo un privilegio para la actividad marítima y para la propia población.  En este el momento tiene lugar la construcción de la muralla, que sirvió tanto para defender la villa como para delimitar los privilegios dentro de un territorio en los aspectos sociales, jurídicos, económicos y sanitarios.

El Fuero de Santander (1187) suponía la creación de la villa, todo un privilegio para la actividad marítima y para la propia población.  En este el momento tiene lugar la construcción de la muralla

La construcción contaba con nueve puertas que comunicaban la villa con el exterior. Estas entradas simbolizaban la llegada de nuevas ideas desde territorios cercanos como Castilla o más alejados como Ultramar, pero también fueron testigo de la entrada de enfermedades por un puerto al que llegaban personas de todo el mundo.

Tras la concesión del fuero, la nueva villa obtiene también un escudo propio. En el siglo XIII, concretamente en 1248, tiene lugar la conquista de Sevilla, en la que participaron exitosamente naves montañesas. Este hecho explica que en el escudo de Santander uno de los símbolos que aparecen sea la Torre del Oro. Los barcos del Cantábrico participarían en otras conquistas, como la de Ceuta, tras la cual la villa le fue concedida a Diego Hurtado de Mendoza, Marqués de Santillana.

La llegada de personas de todo el mundo propicio que el siglo XVI estuviera marcado por la reducción de la población como consecuencia de las pestes. Ya recuperada, el XVII conoce el surgimiento de importantes élites eclesiásticas y militares que a través de la construcción de sus palacios comienzan a darle un aire señorial a Santander. En estos años se construye también la plaza de la Llana, donde se levantó el ayuntamiento, al tiempo que se edifican el colegio de la Compañía de Jesús – actual iglesia de La Compañía – y el convento de Santa Clara – actual instituto del mismo nombre.  

También en esta etapa, tras la concesión del Fuero, Felipe II solicita por primera vez la creación del obispado de Santander ante el Papa de Roma. Sin embargo, la villa Castellana de Burgos, de cuyo obispado dependía Santander, se niega a su independencia, y habrá que esperar casi un siglo hasta que la villa marinera viera aprobado el nuevo obispado en 1754. Contar con obispado propio fue trascendental para la ciudad, puesto que constituyó su reconocimiento institucional y el de la identidad montañesa diferenciada de la meseta castellana.

Santander se convierte en ciudad

Además de la creación del obispado, otros eventos contribuyeron al auge económico que experimentó Santander desde la segunda mitad del siglo XVIII. Entre otros, se podrían citar la construcción del astillero de Guarnizo, la apertura del Camino de Reinosa, o la concesión del título de ciudad en 1755.

Los nuevos acontecimientos, en concreto el nuevo estatus que Santander obtiene con la concesión del obispado y el título de ciudad, y la consiguiente atracción de población, provocan que sea necesaria la demolición de la muralla tras 800 años de historia, para dar lugar a una ampliación de las pueblas. En esta extensión de la ciudad, el nuevo espíritu ilustrado tuvo su reflejo en la construcción de viviendas burguesas y de obras públicas destinadas a las mejoras de las condiciones higiénicas y sanitarias de la población, como fueron la modernización del alcantarillado, la construcción de lavaderos, fuentes y del Hospital de San Rafael.

La catástrofe provocada en 1893 por la explosión del vapor Cabo Machichaco, que mató a muchos vecinos, condicionó seriamente el futuro de la población

En los inicios del siglo XIX, finalizada la Guerra de la Independencia, la actividad marítima en Santander propicia una ampliación de los muelles hasta el dique de Gamazo, mientras que hacia el norte y el oeste se construyen nuevas barriadas, como la población de Maliaño. En 1833 se crea la provincia de Santander.

En pocas décadas la ciudad se dotó de ferrocarril, telégrafo, tranvías, electricidad, teléfono y otras innovaciones técnicas. Sin embargo, la catástrofe provocada en 1893 por la explosión del vapor Cabo Machichaco, que mató a muchos vecinos, condicionó seriamente el futuro de la población. El miedo a un nuevo desastre cambió los planes del desarrollo urbanístico de Santander, que comenzó a extenderse hacia el norte, y propició el traslado del puerto desde Puertochico -que comienza a dibujarse como una zona señorial - hacia la zona de Raos.

Historia reciente

Entre la acelerada y potente dotación de servicios de las primeras décadas del siglo XX, destaca la creación de la Casa de Salud Valdecilla en 1909. Al tiempo surgieron entidades culturales de gran relevancia, como la biblioteca Menéndez Pelayo, la Universidad Internacional de Verano (1932), o el Ateneo popular (1935).

Con la consolidación de los veraneos reales a partir de la construcción del Palacio de la Magdalena (1909-1911), el Sardinero se especializó en negocios dedicados a la salud, el ocio y el turismo, dando lugar a la parición de hoteles, balnearios, casinos y viviendas de recreo.

Entre la acelerada y potente dotación de servicios de las primeras décadas del siglo XX, destaca la creación de la Casa de Salud Valdecilla en 1909

Los prósperos años veinte se nublan con la toma de la ciudad por las tropas de Franco en 1937. El refugio antiaéreo situado bajo la plaza de Mariana Pineda (actual Plaza del Príncipe) es uno de los principales testigos de esta época en la ciudad. Esta construcción, que forma parte de una red de refugios más amplia que situaba más o menos uno por cada barrio, fue realizada por voluntarios para proteger a la población santanderina – que permaneció fiel a la República tras el golpe militar -  de los bombardeos.

Concluida la guerra civil, durante la cual la ciudad fue víctima de 33 bombardeos por parte de los sublevados que dejaron decenas de muertos y heridos,  Santander tuvo que enfrentarse a otro desastre que marcó su futuro: el incendio del año 1941, siniestro que tardaría en borrarse de la memoria de los santanderinos.

La planificación urbanística tras el conocido como “incendio andaluz”, porque tuvo lugar entre las calles Cádiz y Sevilla, supuso una total reorganización y revaloración de la zona centro de la ciudad, que queda establecida como señorial, desplazando a las poblaciones más humildes a otras zonas colindantes sin planificación urbanística definida.

Si la puebla medieval de Santander llegó a ocupar apenas 35 hectáreas, actualmente ocupa 3.500, la mayoría de ellas construidas sobre el mar

Décadas más tarde aparecieron nuevos centros culturales que trascendieron el ámbito local, posicionando a la ciudad a nivel nacional e internacional: la Universidad de Santander, el museo marítimo del Cantábrico, el palacio de festivales y la Biblioteca central. Junto a hitos importantes como la creación del Festival Internacional de Santander en 1952 o la inauguración del aeropuerto de Parayas un año más tarde. Ya en los 80, la aprobación del estatuto de autonomía de Cantabria y las primeras elecciones autonómicas sitúan a la ciudad como motor de la región.

Tras este repaso histórico a través de tantos siglos, un denominador común llama la atención si fijamos la vista en la evolución del mapa de Santander desde las primeras ilustraciones de la villa amurallada hasta nuestros días: la mayor parte de la ciudad es terreno ganado al mar. Si la puebla medieval de Santander llegó a ocupar apenas 35 hectáreas, actualmente ocupa 3.500, la mayoría de ellas construidas sobre el mar.

Santander, una ciudad a través de su historia
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