jueves. 25.04.2024

El reconocimiento como director no tardó en llegarle, pero a pesar de haber escrito guiones desde antes de ponerse detrás de las cámaras, la faceta de escritor de David Trueba, que ha participado en los Martes Literarios de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), ha sido desconocida hasta hace unos años. 

Todo empezó cuando su expareja, la actriz Ariadna Gil, encontró su primera novela, Abierto toda la noche, escondida en un cajón: “Con la primera tenía una especie de pudor antes de lanzarme a la vida pública, pero todas pasan por una pena del cajón, donde tienes que dejar que la novela se convierta en parte de ti, que no sea solo una especie de trabajo donde has volcado una idea, sino dejar que pase el tiempo suficiente para darle la vuelta, verla de otra perspectiva y enriquecerla con esa espera”, ha asegurado. “Hay que preservar muy bien lo que quieres y no caer en los caprichos aliados o en los atajaos, que cada cosa tenga su tiempo de cocción”, ha añadido.  

“Con la primera tenía una especie de pudor antes de lanzarme a la vida pública, pero todas pasan por una pena del cajón"

El hecho de haber llegado al mundo de la literatura después de hacer cine le generó “una especie de sospecha y prevención” con sus dos primera novelas. En su opinión, está en la mano de uno mismo deshacer esos prejuicios gracias “al esfuerzo y la convicción de que no lo haces por un capricho, sino porque es tu pasión”. Trueba ha conseguido el reconocimiento como escritor precisamente por tener eso presente: “Siempre quise que fueran más importantes las cosas que yo hacía que yo mismo, y en ese sentido me parecía que era más importante que se valorara la película o la novela en concreto cuando la haces, y no tanto fabricar un personaje”, ha afirmado. El director de la premiada Vivir es fácil con los ojos cerrados, ha reconocido que “siempre se ha puesto por debajo de las cosas que hace”, lugar donde considera que deben colocarse los autores, lo que consigue que “el juicio se haga más sobre la obra y, menos sobre nosotros”. 

“Siempre quise que fueran más importantes las cosas que yo hacía que yo mismo”

La melancolía es una de las protagonistas en la obra de Trueba, que se define como “una persona muy apegada al circular del tiempo”.  Para él, esto tiene que ver con su “obsesión sobre narrar el tiempo en el que vive”: “Siempre me ha parecido que eso es innegociable, es nuestra mejor virtud, porque nadie está donde nosotros estamos y, visto desde nuestro punto de vista, es algo que es particular y que es personal”, ha explicado. Su mirada hacia la actualidad es clara: “Estamos cometiendo el error de caer en una especie de desesperación o dejar que los miedos nos atenacen. Creo que todas las épocas han sido difíciles y, si uno tiene la suficiente generosidad como para hablar y escuchar a la gente que nos ha precedido, nos daremos cuenta de que sus épocas no han sido más sencillas que la nuestra”, ha apuntado. 

Opina que lo que ocurre es que se utilizan  los dramas cotidianos y los peligros reales  para dominar a la población y hacerla menos libre: “Nosotros estamos viviendo un momento muy terrible donde todos los días hay noticias terribles, pero nunca va a ser peor que cuatro o cinco años de guerra que vivieron generaciones anteriores a la nuestras. Debemos saber que es muy difícil vivir en un estado de percepción, sin miedos. Los miedos están, y lo que no deben es dirigirnos, sino dirigirnos el deseo de felicidad, de mejorar las condiciones de los que están en peores condiciones”, ha declarado. 

Trueba también se ha referido a la situación actual de la cultura que, en su opinión, “siempre ha vivido en una especie de tormenta perfecta, y donde cualquier apoyo institucional está mal visto”. Aunque el problema principal es para él la poca importancia que se le ha dado dentro de la educación: “Eso ha contribuido a que no se haya generado un público masivo para muchas expresiones culturales en España. Hay que darse cuenta de que el valor educativo y el valor cultural al final es mucho más enriquecedor de lo que la gente cree”, ha destacado. 

"Hay que darse cuenta de que el valor educativo y el valor cultural al final es mucho más enriquecedor de lo que la gente cree”

Respecto a la situación del cine español, ha sido más positivo, pues estima que en los últimos años se ha cedido ante “la manipulación de tratar de emparentarlo con una ideología”, algo que, sin embargo, no debería ser una gran preocupación para los cineastas: “El cine español debe preocuparse menos de entrar en esas batallas y más de hacer buenas películas, que es donde nos vamos a ganar el cariño de la gente que nos rodea, porque el odio de algunos lo vamos a tener siempre”, ha añadido, sin dejar de recordar a las generaciones que llegan detrás de él, a las que “no se les debería cerrar las puertas”. 

Por último, el director y escritor ha confesado que le han propuesto en varias ocasiones llevar una de sus novelas al cine, algo que él se ha planteado por primera vez con su último libro, Blitz: “Pensé que podría ser una novela que podría completar con una película, las otras las veo más completas, pero con esta sí podría hacer algo”. Aunque la idea esté en su cabeza, todavía no se ha decidido a hacerlo: “Que haya mantenido la idea de no hacerlo también ha hecho que los lectores sigan ahí y las novelas estén muy vivas, ya que llega constantemente gente a leerlas. Hay muchas cosas que hacen sentir bien a un escritor, pero que sus libros se sigan leyendo muchos años después, es posiblemente la que más”, ha concluido.


 

La melancolía de David Trueba y su “obsesión” por narrar el tiempo en el que vive
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