sábado. 20.04.2024

Faros. Promontorios de altas miras. Referentes de un acervo cultural acechado en lontananza por las garras del olvido. Pocas cosas hay más democráticas que el haz de luz de un faro. Que alumbra por igual a un enorme trasatlántico que a una pequeña barca en mitad de la bahía.

Entre las infinitas fórmulas de seducción de que hace gala Cantabria, una de las más gratificantes, al límite de lo infalible, es transitar por su fachada litoral. Ciento setenta y cuatro kilómetros entre la punta de Covarón, al Este, y la desembocadura del río Deva, al Oeste. Con alternancia de calas solitarias, extensas playas de fina arena y zonas escarpadas con vertiginosos acantilados de estruendosa zambullida entre las fauces del Cantábrico. Una experiencia que incluye, entre miles de alicientes, la posibilidad de toparse con nueve eslabones gigantes de un magnífico tesoro.

La base del faro de Mouro servía de vivienda en la que residían los fareros, dándose la circunstancia de que en numerosas ocasiones permanecían varios días incomunicados

El Faro de Castro Urdiales. El Faro del Caballo. El Faro del Pescador. El Faro de Ajo. El faro de La Cerda. El Faro de Mouro. El Faro de Cabo Mayor. El Faro de Suances. Y el Faro de San Vicente de la Barquera. Cada cual con su peculiar historia contada a ráfagas de destellos y silencios. Un patrimonio de valor incalculable que pide a gritos ser aupado a un lugar de privilegio. Oportunidad para que grandes y pequeños se empapen de los secretos envueltos en piedra de piel salada. Al capricho de la mar.

Faro de la isla de Mouro, en Santander

Aún contamos con la voz de los últimos fareros. Orgullosos herederos de un oficio vital para la navegación del mundo, o lo que es lo mismo, de cómo hemos llegado hasta aquí. Nos lo explica con desbordado entusiasmo Carlos Calvo, uno de los tres ejercientes en este ancestral oficio que aún perviven en Cantabria. Reconvertidos ahora en técnicos de sistemas de ayudas a la navegación, con casi un centenar de balizas a su cargo y bajo el auspicio de la Autoridad Portuaria de Santander.

Faro de Mouro

En la noche del 22 al 23 de febrero de 1915 un ciclón dejó prácticamente destruido el faro del Pescador

Este faro, asentado sobre la isla santanderina que le da nombre, entró en funcionamiento el 15 de febrero de 1860. Su diseño es similar a otros faros de roca de los que alumbran las costas inglesas, con una torre tronco-cónica de piedra de sillería que emerge del centro de una base circular, igualmente de piedra. Esta base servía también de vivienda en la que residían los fareros. Estos lo hicieron hasta 1921, dándose la circunstancia de que en numerosas ocasiones permanecían varios días incomunicados. Un fuerte temporal acaecido en 1865 hizo que uno de los fareros perdiera la vida tras ser arrastrado por una ola y caer al mar. En el transcurso de otro temporal en 1896, a uno de los dos fareros que residían en la isla le sobrevino la muerte de forma repentina, y su compañero no tuvo más alternativa que convivir varios días con su cadáver hasta que remitió la tormenta. La torre tiene una altura de 18 metros y el plano focal está a 39 metros sobre el nivel del mar. Su luz blanca de leds está alimentada con paneles solares y alcanza las 11 millas náuticas.

Faro del Pescador en Santoña

Faro del Pescador

Se eleva a una altura de 39 metros sobre las rompientes de la Punta del Pescador, resalte más septentrional del monte Buciero. Este faro entró en funcionamiento el 1 de febrero de 1864. Su altura es de 13,39 metros y logra un alcance 17 millas náuticas por medio de una óptica de horizonte de vidrio tallado y lámparas eléctricas que destellan a un ritmo de 3 + 1 cada 15 segundos (tres destellos agrupados y uno más aislado). El acceso al faro se realiza por una carretera que bordea el penal de El Dueso. En la noche del 22 al 23 de febrero de 1915 un ciclón dejó prácticamente destruido el edificio, aunque posteriormente fue reparado. Recientemente ha sido sometido a un profundo proceso de saneamiento y renovación. Se ha sustituido la antigua linterna, se han reforzado las laderas adyacentes para evitar argayos y se ha reacondicionado y pintado el entorno exterior.

Faro del Pescador en Santoña

El resto de este y otros artículos se pueden encontrar en el primer número de la revista Cantabria lrd: https://issuu.com/lrdcantabria/docs/lrd_cantabria_n___3

Texto: Javi González.

Fotos: Sevi López.

Venerables atalayas de circulares hechuras para mantener viva la luz
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