viernes. 19.04.2024

Anna Belkina, divorciada desde hace tres años, lleva viviendo de alquiler catorce en un piso de Maliaño con sus tres hijos. Ahora se encuentra en una situación límite, ya que afronta un desahucio el próximo jueves 15 al haberle vencido su contrato de alquiler. Para evitar este desenlace, Anna ha tocado muchas puertas, desde la Gesvican hasta los servicios sociales municipales pasando por la iglesia. Pero el tiempo se agota y no hay ninguna solución. Hasta ahora Anna sostiene a sus hijos con el Ingreso Mínimo Vital, cuya cuantía asciende a 700 euros, a los que se suman otros 270 euros que le ingresa su exmarido para que todos, arrimando el hombro, puedan llevar esta situación a buen puerto.

Debemos remontarnos a octubre del 19, cuando la situación vital de Anna viró completamente. Hace 14 años Anna y Juan Carlos eran un matrimonio que pagaba 400 euros mensuales de alquiler en un piso de Maliaño. En 2019 Anna se divorció de su marido y, como las desgracias nunca viene solas, le subieron el alquiler, lo que asfixiaba económicamente a la familia. Además, llegaron tres cartas al domicilio, una en junio, otra en septiembre y la última antes de que acabase el contrato en el año 2019. En todas las misivas la noticia era la misma, llegado el día Anna debía entregar las llaves y abandonar la vivienda. La situación se antojaba desoladora. Anna debía solventar una situación límite en la que sus tres hijos no tienen culpa de nada y van a ser los más damnificados en este caso.

Su descendencia: Oliver de once años, Diana de seis y Dara de tres, conllevan unos gastos que la llevan a hacer malabares para estar al día con el alquiler, ya que ella cobra la Renta Social Básica, de la cual debiera destinar 400 euros a pagar el arrendamiento de la vivienda y no le da.

Anna cuenta con el apoyo de su exmarido, quien se ha volcado con su expareja

Anna cuenta con el apoyo de su exmarido, quien al conocer la situación se ha volcado con su expareja. Juan Carlos trabaja en un taller, donde percibe un salario algo superior a los 1.000 euros al mes. Sin embargo, vive de alquiler en una habitación, por lo que no puede hacerse cargo de los pequeños. Pero la llegada del verano y el aumento del turismo han propiciado que el precio de los alquileres se dispare, alcanzando casi los 600 euros.

En los meses más duros del confinamiento, Anna y sus hijos permanecieron en el domicilio y en agosto la empresa pública Gesvican propuso a la familia trasladarse a una vivienda en Puente San Miguel. Sin embargo, a la madre el traslado en esos momentos le causaba cierta preocupación debido a la delicada situación sanitaria del lugar. Además, en ese momento su vehículo estaba averiado, lo que le impedía transportar todas sus pertenencias. 

Por otro lado, en febrero de 2021 Anna tuvo la oportunidad de trasladarse a Polientes, la cual de nuevo fue rechazada porque según la madre quedaba demasiado lejos de todo, estaba muy mal comunicado y partía por la mitad el curso escolar a sus hijos. Al rechazar ambos emplazamientos, el caso de Anna fue archivado.

Las vicisitudes del mundo adulto se ciernen sobre sus dos hijas y su hijo, jóvenes e incautos

Las vicisitudes del mundo adulto se ciernen sobre sus dos hijas y su hijo, jóvenes e inocentes. Quienes, con una vida establecida, un colegio en el que sacan buenas notas y unas amistades, ahora se les puede arrancar de cuajo esa vida.

Desde el Ayuntamiento de Camargo señalan que desde el año 2015 no se ha desahuciado a ninguna familia, siempre y cuando no fuesen desahucios por ocupación. Por otro lado, apuntan a que Anna recibió las dos alternativas ocupacionales y que al rechazarlas no pueden brindar otras viviendas de las que no disponen. El respaldo tanto del consistorio como del Gobierno de Cantabria ha sido total, ya que Anna Belkina ha recibido apoyo económico por parte de las arcas públicas. Hablamos de ayudas para el alquiler, Renta Social Básica, ayudas de urgente necesidad, del Instituto Cántabro de Servicios Sociales (ICASS) y ayudas de alimentos.

A pocas horas del alzamiento la incertidumbre se acrecienta, ¿atrincherarse y quedarse con los niños en casa?, ¿mandarles a casa de una amiga para que no vean el desahucio? o ¿entregar las llaves y salir a la calle sin un rumbo fijo? Parece poco probable que haya discrepancias sobre que unos menores de edad deban presenciar un espectáculo tan bochornoso.

Cabe destacar que las personas que se quedan con una mano delante y otra detrás son acogidos en un albergue, que en este caso sería el Princesa Letizia, pero el mismo no cuenta con programas para acoger familias con menores.

Sorprende como hay veces en las que centramos la mirada más allá de nuestras fronteras, donde consideramos que suceden los problemas. Mientras que obviamos lo que sucede a nuestro alrededor, ya lo rezaba el dicho “vemos la paja en el ojo ajeno, y no vemos la viga en el nuestro”.

El drama de una madre y sus tres hijos menores con un pie en la calle
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