viernes. 19.04.2024

Josefina Lavín (Santander, 1942), la única hija del legendario emboscado antifranquista cántabro José Lavín Cariñoso, tiene doble nacionalidad –española y estadounidense–, vive en el Estado de Virginia y estos días se encuentra en Cantabria. El pasado viernes participó en las I Jornadas de Memoria Histórica de Castro Urdiales, este sábado lo hará en un homenaje a la guerrilla antifranquista en el pueblo lebaniego de Bejes, y entre ambas citas nos ha concedido esta entrevista. Es de pocas palabras, pero con pocas palabras también se puede decir mucho.

¿Qué día naciste, Josefina?

El 6 de febrero del 42.

Sólo tres meses y unos días después de aquel 27 de octubre de 1941 en el que la represión franquista acabó con la vida de tu padre en el número 44 de la calle Santa Lucía, en Santander.

Sí.

Aquel día mataron a tu padre, poco después fusilaron a tu abuela materna [María Otí] por colaboración con los emboscados, y a tu madre [María Solano] no pudieron fusilarla porque estaba embarazada de ti, pero la encarcelaron en la prisión santanderina de Oblatas, donde tú naciste y pasaste tus primeros meses de vida. ¿Cuáles son tus primeros recuerdos?

Bueno, mis primeros recuerdos son ya de cuando estaba con mi abuela en Angustina [municipio de Liérganes], el pueblo de mi padre.

Te criaste con tu abuela paterna [Teresa Cobo], la madre del Cariñoso, porque tu madre seguía en la cárcel…

Sí.

¿Qué recuerdos tienes de tu abuela paterna?

Recuerdo que cuando empecé a darme cuenta de lo que era la vida no teníamos dónde vivir

Bueno, recuerdo que cuando empecé a darme cuenta de lo que era la vida no teníamos dónde vivir, teníamos que vivir en casas prestadas y mi abuela trataba de pescar algo –estaba prohibido, los guardias no te podían coger con pescado porque estaba prohibido– para sacar un poco de dinero para poder vivir. Y un día sí y otro no. Fue una situación difícil porque no teníamos dónde meternos, a menos que alguien nos dejara una casa a la que poder ir. Aparte de eso, no teníamos fincas, no teníamos ganado, no teníamos nada. Nada más que lo que Abuela sacaba, no había nada más. Y teníamos unos vecinos que eran buenos, cuando ellos hacían alguna cosa –mataban cerdos y cosas así– nos daban algo, pero… Eso es lo que yo recuerdo.

¿Ella te contaba cosas de tu padre, de la guerra, de la Resistencia antifranquista…?

No me contaba mucho, porque mi abuela era una señora muy callada. Ella me decía lo que le pasó a mi padre y quién era yo, pero no era una mujer que hablara mucho, hablaba poco. Abuela era de poco hablar, nunca le oí hablar de nadie, decir nada de nadie… Ella me decía lo mínimo, me imagino que diría “¿para qué voy a contarle yo la historia a esta niña? Más adelante a lo mejor ella se enterará…”. ¿Para qué le vas a meter a un niño en la cabeza cosas que realmente son desagradables y…? No, ella no hablaba…

¿Cuándo tomaste conciencia de que eras hija de uno de los miembros más destacados y legendarios de la Resistencia antifranquista en Cantabria?

Desde el principio. Siempre. Desde que tuve uso de razón, mi abuela me decía “tú eres la hija del Cariñoso, tú eres mi nieta”. Siempre.

Sé que tus padres no estaban casados y que por eso el franquismo no te reconoció oficialmente como hija del Cariñoso, pero no me refería a eso sino a si tu abuela te hablaba de lo que tu padre significó para la Resistencia antifranquista en Cantabria.

Lo mínimo. Después fuimos a vivir un tiempo con mi tía Teresa [Teresa Lavín, hermana del Cariñoso] –que vivía en Bilbao–, y ahí empecé a aprender un poco más sobre mi padre.

¿Tu tía Teresa sí te hablaba más sobre tu padre?

Sí, ella ya me contaba más porque yo ya estaba un poco más mayorcita, pero no estuvimos allí mucho tiempo, estuvimos un año o así y después nos volvimos para Angustina. Lo otro ya empecé a aprenderlo cuando era más mayor. Yo supe que mi padre había luchado contra Franco y todas las cosas que habían pasado, pero cuando yo ya era más mayorcita.

¿Cómo era la vida en Angustina?

Todavía estábamos en la depresión de la guerra, porque no había casi nada. La mayoría de los que vivían en Angustina estaban más o menos igual. Algunos tenían terrenos y podían cosechar y eso, pero nosotros no teníamos nada. Unos con otros se ayudaban y a mi abuela la ayudaban los vecinos algo, pero todo el mundo estaba más o menos igual.

¿Eras consciente de la represión franquista que seguía produciéndose?

En Angustina a la abuela la conocían bien y era una mujer muy querida

No, porque en Angustina había cinco o seis casas, nos conocíamos todos y no había una publicidad muy grande. Y a la abuela la conocían bien y era una mujer muy querida. Todo el mundo la respetaba, porque ella se merecía el respeto.

Mientras tanto, tu madre seguía en las cárceles franquistas por colaboración con los emboscados. ¿Por qué prisiones pasó?

Estuvo en Oblatas, después estuvo en Segovia y después estuvo en Guadalajara.

Tu contacto con tu madre fue muy escaso hasta 1954.

Mi abuela me llevaba a visitarla, y cuando mi abuela no pudo, mi tía María [María Lavín, hermana del Cariñoso] me llevó un par de veces.

¿Cada cuánto tiempo la visitabas?

Una vez al año.

Tu madre nació en Estados Unidos…

Sí, en Miami, Arizona.

No en Miami la ciudad del Estado de Florida sino en Miami, un pueblo del Estado de Arizona…

Sí.

¿Cuándo?

El 25 de marzo de 1917.

Como tantos hijos de emigrantes del este de Cantabria –relacionados fundamentalmente con la ganadería o la cantería– en aquella época, tu madre nació en Estados Unidos y era ciudadana estadounidense, aunque descendía de La Cavada [municipio de Riotuerto], un pueblo cercano a Liérganes.

Sí.

¿A qué edad volvió a Cantabria?

Con tres años.

Tu madre fue presa política en las cárceles franquistas desde 1941 hasta 1954, cuando salió de la cárcel de Guadalajara tras la intervención de un cónsul estadounidense…

Entonces la periodista americana le dijo a mi madre “oye, si eres americana, ¿cómo estás aquí?”

Mi madre salió de la cárcel porque una periodista americana quería hacer una entrevista de las mujeres políticas que había en la cárcel aquí en España y como vino a Madrid y estaba cerca Guadalajara, fue a la cárcel que fue, le tocó hablar con mi madre, le preguntó dónde había nacido y mi madre le dijo que en Estados Unidos. Entonces la periodista le dijo “oye, si eres americana, ¿cómo estás aquí?”. La periodista tenía amistad con un matrimonio español que estaba en Nueva York [los exiliados Jesús González Malo y Carmen Aldecoa], empezaron a buscar la partida de nacimiento de mi madre en Arizona, la consiguieron y se pusieron en contacto con el cónsul estadounidense en Madrid. Y así es como salió.

Y aquel mismo 1954 os vais las dos a Estados Unidos, al exilio…

Sí, yo tenía 12 años.

En 1954 aún había guerrilleros antifranquistas en los montes de Cantabria, hacía sólo dos años de la fuga de Paco Bedoya de la cárcel madrileña de Fuencarral para echarse al monte o de La matanza de Tama, faltaban tres años para que la represión franquista acabara con la vida de Juanín… ¿Tú tenías consciencia de lo que estaba pasando aquí?

No, de nada de lo que estaba pasando. Nada de nada de nada de nada.

¿Cuándo te reencontraste con tu madre?

Cuando me llevaron, porque ella cuando salió, estuvo en casa del cónsul dos semanas, y en ese intermedio me vinieron a buscar a mí y estuve con ella dos semanas en Madrid antes de ir para Estados Unidos.

Tú no querías dejar Angustina para ir a Estados Unidos…

No, yo no, yo me quería quedar con mi abuela. A mí Estados Unidos no me interesaba e irme con mi madre tampoco. Yo lo que quería es quedarme con mi abuela y… no pasó así, pero bueno.

¿Pero después entendiste que era lo mejor para ti o…?

Mmmmm…

¿O no?

Sí, eso lo analicé un poco más adelante, pero al principio no, porque no teníamos muy buen contacto mi madre y yo y… Chocábamos constantemente, ella trabajaba, yo venía de la escuela y ella tenía que acostarse porque tenía que levantarse temprano… No teníamos tiempo para conectar y no queríamos tampoco. Yo creo que no queríamos ni conectar.

¿Pero después, cuando creciste, mejoró vuestra relación?

Mmmmm… No.

Al llegar a Estados Unidos os instalasteis un tiempo en Nueva York –en casa de González Malo y Aldecoa, que os ayudaron a vosotras y a muchos otros exiliados españoles– y poco después os fuisteis para el Estado de Florida…

Mi madre no quería aprender inglés, quería hablar en español y en Tallahassee no hablaba español casi nadie

Sí, después se hizo cargo una doctora de la Universidad de Florida, fuimos a Tallahassee [capital del Estado de Florida] y estuvimos allí un tiempo, pero mi madre no quería aprender inglés, quería hablar en español y en Tallahassee no hablaba español casi nadie, a menos que hubiera algún puertorriqueño. Marion le dijo “tú no tienes que irte de aquí, puedes estar aquí toda la vida”, pero mi madre dijo “no, porque yo quiero ser independiente, quiero trabajar y quiero hacer mi vida”, y entonces la señora conocía a tres hermanas que eran hijas de españoles y estaban en Tampa [ciudad del Estado de Florida], donde habían vivido toda la vida. Entonces fuimos adonde ellas, estuvimos allí un tiempo y fue cuando mi madre empezó a trabajar en un taller de costura, a hacer remiendos y poco más y no le daba, entonces conoció a una tía de esas españolas… ¿Qué líos, eh?

Bueno, es la vida…

Y entonces le dijo que ella trabajaba en una fábrica de tabaco y mi madre le dijo “pues consígueme trabajo”, porque donde estaba trabajando, en el tallerito ese, sólo era a tiempo parcial. Y entonces ella le consiguió trabajo en la fábrica de tabaco.

¿Decías que tu madre nunca aprendió a hablar inglés?

Nada. Bueno, alguna palabrilla, pero no.

Nació allí pero llegó a Cantabria con tres años y se crio aquí…

Sí, ella nunca se consideró americana. Yo le decía “mamá, aprende a hablar inglés”. “Este no es mi país, esa no es mi lengua y yo no tengo por qué hacerlo”. “Pero, oye, para que nos ayudes y nos dejes a nosotros un poco tranquilos…”. “No, yo no tengo por qué hacerlo, para eso estáis vosotros”.

¿Y en Estados Unidos tuvisteis contacto con alguna organización o asociación…?

Nada, allá en Florida no hay nada de eso. Bueno, mi madre tampoco se metió a averiguar nada…

¿Pero ella te hablaba de tu padre?

La expresión de mi madre siempre era la misma: “Porque yo sufrí, y tu padre lo que luchó…”

Sí. Ella siempre… Cuando salió de la cárcel, mi madre estaba muy mal emocionalmente y su expresión siempre era la misma: “Porque yo sufrí, y tu padre lo que luchó…” y todo eso… Era la misma repetición constantemente, pero hay un tiempo donde tienes que parar. “Para, déjalo ya, ya pasó”. Ella, nunca. Nunca. Psicológicamente, ella siempre estuvo fatal sobre ese particular. Porque son recuerdos que nunca echó de dentro, nunca los olvidó, nunca quiso…

Nunca echaría de dentro que mataran a tu padre, las torturas que ella sufrió –estando embarazada de ti– tras su detención, que fusilaran a su madre por haberlos escondido en aquella buhardilla, aquellos largos años en las cárceles franquistas, el exilio…

Sí.

¿Cómo estaba ella de salud?

Ella estuvo bastante bien de salud hasta los ochenta y pico, cuando empezó a tener problemas del corazón. Y una vez que empezó con el corazón, empezó a tener alzheimer. Estuvo siete años con alzheimer.

¿Cuándo murió?

En 2008. Murió el 25 de febrero de 2008.

Ella te hablaba de tu padre, pero ¿te hablaba también de la guerra y de la Resistencia antifranquista en general, de sus ideas políticas…?

Ella hablaba de todo lo que pasó. Criticó y habló y… Ella hablaba siempre de todo lo que pasaron, pero era la misma repetición siempre. Y también me contaba cuando, antes de juntarse con mi padre, ella estaba en Santander trabajando en un hospital de enfermos mentales y los alemanes bombardearon la ciudad.

¿Tú en algún momento te interesante por saber más sobre la Resistencia antifranquista que llevaron a cabo tu padre y sus compañeros?

No. No, porque yo lo oí tan seguido y tantas veces a mi madre que a mí con eso ya me bastaba. Además, yo me fui a un país donde tenía que mirar las leyes y las cosas de allí y ya no tenía ningún vínculo con todo eso.

Cuando murió tu madre, volviste de visita a Cantabria. ¿Nunca habías vuelto a España desde que te fuiste con sólo 12 años hasta entonces?

Yo vine a España en 1968 y estuve en Madrid con mi madre y mis hijos por ocho años

Yo vine a España en 1968 y estuve en Madrid con mi madre y mis hijos por ocho años, pero nunca nos metimos… Porque a ella le prohibieron venir a España.

Así que estuvisteis desde el 68…

…hasta el 75 en Madrid. Yo trabajé en la Base Aérea de Torrejón de Ardoz. Pero nada de política. Ella nunca contactó con nadie y yo tampoco, porque para mí no era ya una cosa… A mi madre le dejaron salir de la cárcel, pero con la condición de que no volviera a España.

Pero aun así, volvió.

¿Sabes lo que pasó? Vinimos por barco. En vez de venir por Madrid, vinimos por Barcelona…

¿Las autoridades franquistas supieron que habíais entrado, que vivíais en España y que erais familia del Cariñoso?

No tuve nada, no. Nadie me interrogó, no tuvimos nada de nada. Nada de nada.

En cualquier caso, volviste a Cantabria tras la muerte de tu madre y acabaste reclamando en los tribunales el reconocimiento oficial de que eras hija del Cariñoso. ¿Fue entonces cuando tomaste conciencia de lo que tu padre había representado y seguía representando para mucha gente en Cantabria?

Yo cuando volví aquí no tenía intención de nada, porque nunca estuve en contacto con ninguno de los políticos que quedaron aquí en España. Yo siempre supe quién era yo y para mí coger el apellido de mi padre no era una cosa necesaria para saber quién era yo, además yo venía de otro país donde estaba reconocida de otra manera. Cuando vine aquí, vine a casa de una prima, Montse [hija de María Lavín, hermana del Cariñoso], que conocía a Jesús de Cos [guerrillero antifranquista de la Brigada Machado y miembro de la asociación AGE (Archivo Guerra y Exilio) fallecido en 2012] porque ella iba a algunas de las reuniones de la asociación, y entonces fue cuando ya empecé a conocer a Jesús de Cos, a Isidro Cicero [autor del libro El Cariñoso (1978)], a Vicente Vega [director del documental La saga de ‘El Cariñoso’ (2010)], a Marisol González [miembro de AGE y viuda de Jesús de Cos]… y a aprender más sobre lo que había sido mi padre. Lo que había sido yo lo sabía, pero lo que significaba. Entonces me dijeron “¿por qué no vas y pides el apellido de tu padre?”, y dije yo “pues vamos a hacerlo”. Entonces empezamos a hacer el proceso judicial y una vez que empezamos, dije “esto me interesa”, porque al fin y al cabo él era mi padre, aunque yo no necesitaba su apellido para saber quién era, fue mi padre y yo lo quiero, y ellos me ayudaron y lo cogimos.

¿Te sorprendió que tanta gente recordara a tu padre y que hoy en Cantabria alguien diga “El Cariñoso” y todo el mundo sepa que se está refiriendo a uno de los resistentes antifranquistas más legendarios?

Claro, claro. Porque yo no tenía idea de ello, ninguna. Y no sabía que esa asociación sería tan grande como era, yo creí que como hacen los americanos: “Bueno, ya pasó la guerra, pues ya terminó…”. Hacen sus cosas, pero yo no sabía que aquí había tanta reivindicación detrás.

¿Recuerdas alguna anécdota?

Mi abuela me contaba cuando se iban al monte y se metían en las cuevas y después Vicente es el que me fue diciendo dónde estaban las cuevas y toda esa historia… Bueno, para mí eso era como una nueva noticia, pero agradable, porque aunque no lo conocí, me sentía orgullosa de quién fue. También me habló mucho de él Lolis, uno vecino suyo que siempre fueron vecinos y siempre estuvieron juntos…

¿Y la gente no relacionada tan directamente con la Resistencia antifranquista o con la memoria histórica cómo te recibió y te recibe?

Los que están de la parte ‘de nosotros’ son gente muy agradable y muy sincera, muy buena gente

La gente es muy agradable. Cada cual tiene su pensamiento, pero los que están de la parte de nosotros –vamos a decir, ¿no?– son gente muy agradable y muy sincera, muy buena gente. Pero han sido muchos años que yo he estado fuera de aquí. Muchísimos.

Tienes hijos…

Dos. Tenía dos, uno murió hace dos años.

¿Ellos también tenían conciencia de que eran nietos del Cariñoso?

Sí. Sí.

¿Y conocían su historia?

Con ellos mi madre habló poco. Sobre ese particular en aquellos años ya ella no… Y yo les dije lo mínimo que tenía que decirles…

“Cuando volví a Cantabria tras la muerte de mi madre es cuando empecé a saber lo que...
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