viernes. 19.04.2024

Después de la breve parada en el Ayuntamiento de Arnuero, seguimos la marcha, eso sí, hubo que esperar un poco, a que muchos de los caminantes se aliviaran en el Mesón El Centro, donde los cafés, por las prisas, parecía que se metían en vena.

Los miembros de seguridad de la marcha iban ordenando al grupo, y retomamos el camino, nos espera el tramo más duro. Después de una pequeña bajada por el Barrio de Mártires, el nombre para nuestro colectivo tiene lo suyo, y cruzábamos el puente sobre la hermosa Ría de Ajo.

A partir de ahí todo es cuesta, y es aquello de “¡cuánto cuesta la cuesta!”. Escalar hasta el mirador de Ajo, este tramo muchas veces lo hemos comparado con nuestra situación, es como si siempre estuviéramos subiendo un puerto, pero que no tiene final, cada año es más alto, cada año nos dejamos más fuerzas por el camino, cada año sentimos que es el último, que al próximo, vete tú a saber cómo estamos; pero al siguiente año allí estamos de nuevo, volviendo a iniciar nuestro particular vía crucis, enseñando tantas cicatrices, tantas injusticias que se han cometido con este colectivo.

Al inicio de la subida el grupo va cohesionado, pero según se va inclinando la carretera la hilera se va estirando, los más jóvenes y preparados suben como Induráin o Contador en sus buenos tiempos. Los que nuestra tripa más redonda hace que miremos los pies con asombro algunas veces, vamos quedando a la cola, rezagados cuando estás en lo más duro, cuando el sudor te baña literalmente todo el cuerpo te preguntas: ¿merece la pena tanto esfuerzo?, ¿sirve de algo año tras año dejarse la piel subiendo estas cuestas? ¿quién me ha mandado a mí meterme en estos líos?

Quizás por el hecho de que necesitas toda la sangre para subir, esas preguntas quedan sin respuesta, al menos por el momento, bastante tengo con subir al cielo de Ajo, como para encima responder un cuestionario, y tirando más de orgullo que de fuerza seguimos hacia arriba, que dicen que lo que más cuesta mejor sabe, esperemos que sea cierto.

A medio camino del mirador hay unos ciruelos cargaditos, donde los más osados, con Julio a la cabeza, reponemos fuerzas con sus frutos y llevamos para repartir. Muy grande nuestro amigo Julio, él que se pasa la vida ayudando a los demás sin pedir nada a cambio, que con su grupo Iniciativa Solidaria 0,77% contra el hambre en el mundo, hace una labor social para la cual no hay suficientes palabras de agradecimiento. 

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Cuántas marchas y caminatas ha realizado él con su grupo de amigos, recorriendo los pueblos en busca de recursos para los más necesitados, para dar muchos kilos, de leche, patatas, legumbres… a la Cocina Económica, a los Comedores Sociales, a Cáritas y Cruz Roja, muchos años de un trabajo incansable que merece todo el reconocimiento de nuestra sociedad, porque es mucho lo que esa organización ha dado, y como dice él siempre “sin pedir nada a cambio” la solidaridad como marca de la casa.

Con él hemos ido hasta la capital del reino, pasando por los pueblos más pequeños y en todos lados llevando la bandera de la ayuda a aquellos que más lo necesitaban, para nosotros él y su organización son un ejemplo en el que mirarnos, buscando la parte positiva de la vida, donde a veces hay que realizar más esfuerzo para encontrarla.

Por nuestra parte, todos los años coincidiendo con nuestro acto de apoyo a los Derechos Humanos y como el mejor ejemplo es la práctica, ponemos nuestros granito de arena, la tonelada de alimentos de AMA para aquellos que más lo necesitan, donde siempre tenemos su ayuda y la de organización para llevarlos donde hacen falta.

Nuestro amigo siempre está para acompañarnos, para facilitarnos el camino de la solidaridad, Julio nos muestra que no es necesario ser afectado por una injusticia para trabajar y ayudar a que la misma cese. Como Julio, otros amigos que nada tienen que ver con nuestra situación, son los que nos cargan las pilas, los que hinchan nuestros pulmones para subir las mayores cuestas de tantas injusticias.

El puerto es cada vez más duro, las fuerzas van fallando, sobre todo las de los mayores, y los coches de apoyo tienen que hacer su trabajo, mientras otros tiran de fuerza, de orgullo, y apretando los dientes y moviendo sus piernas llegan al Mirador de Ajo.

Ya casi los estamos logrando, desde la distancia se puede ver la mar, un hermoso cuadro que nos premia el esfuerzo, y allí en el mirador nuestros amigos Juanlu, Teo, Josean, Félix, Koldo..., repartiendo frutos secos, botellines de agua y alguna onza de chocolate, que saben a gloria bendita. 

Desde este mirador, y una vez recuperados del esfuerzo, todo se ve mejor, el paisaje que es impresionante, Ajo con su Iglesia, la playa al fondo, allí donde se han escrito una de los pasajes más tristes que ha podido contemplar nuestra Asociación, el derribo del Chiringuito de Mingo. Aquél que tenía permiso hasta del famoso Presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, y que fue destruido. Desgraciadamente ocurrió meses antes de que una ley con carácter nacional salvara miles de ellos por toda nuestra geografía de España. Ese también es nuestro temor, que se derriben viviendas y luego digan que eran legales.

Allí al amigo Mingo, una persona de más 70 años, se le arrebató su medio de vida, su hogar, hoy con el paso de los años, y la perspectiva que da el tiempo, todavía parece mucho más injusto lo que hicieron las autoridades y la justicia con él. Más adelante y con detalle contaremos, como el desgraciado es aquel que no tiene medios y dinero para defenderse, como se puede legalizar a los poderosos, construir en medio de la Bahía de Santander, pero no se puede mantener un chiringuito de Playa, que apenas se ve a 20 metros. Cada vez que pasamos por allí, al mirar hacia lo que fue su hogar y saber de su situación actual, te duele el alma.

Una vez repuestos del esfuerzo, seguimos camino hacia Galizano, que una marcha es como la vida, tiene inicio y final, y la vida también es lo que sucede durante la misma. Ahora es más fácil el camino. En la bajada hacia el pueblo hay hasta que frenar el cuerpo que ya se sabe que para abajo todo corre. 

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Al inicio de la bajada, allá al fondo, se divisa una de las más hermosas bahías del mundo, la Bahía de Santander, aquí nos suele pasar aquello de que de tanto verlo, no valoramos lo que tenemos, y los que son muy “viajados”,son los que más aprecian nuestra tierra, como solía decir Rubalcaba que era de la zona.  Pocos lugares tan hermosos, donde se funde el mar, entre islas, penínsulas y playas de fina arena, para llegar a la ciudad, allá al fondo está Santander, parece tan cerca desde la distancia y tan lejos para ir caminando. Toda una metáfora de nuestra situación.

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Con el descenso se va reduciendo el campo de visión y nos pasa como a muchos responsables de las Administraciones, que están en el fondo del valle y sólo ven los papeles que tienen delante y pocas veces a las personas que sufren las consecuencias de sus actos. Su realidad entre cuatros paredes, entre los amigos de siempre, es una realidad, muchas, paralela a la de los demás ciudadanos y les hace tener el llamado síndrome de la Moncloa, pero que debiera llamarse el síndrome del responsable encerrado en su “despachito” oficial, en su entorno, o en sí mismo.

Las bajadas son traicioneras, es donde se suelen producir más lesiones, una mala pisada, un tirón, esa rodilla que se nos inflama. Por ello, avisamos a los marchantes que hagan como se conduce un vehículo, y que bajemos a la misma velocidad que subimos, para que no haya riesgos innecesarios.

Pronto llegamos al llano, con mi amigo Felipe comento que tal va el grupo, cómo lo llevan, él es hombre tranquilo y sensato, de esas personas que cuando las cosas se complican siempre te gusta tener cerca. Más atrás Hilario mi paisano, me pregunta si voy a ir este verano a la aldea, y le comento que eso, ya sabes,  es visita obligada, Hilario, Teo, Vitori son el alma de la zona del Camino del Portillo, ellos no faltan a las concentraciones del Grupo del Jueves.

Josetxu y Teo pasan con el coche y preguntan si queremos agua, el sol aprieta, es ya cerca del medio días de un mes de julio, la caminata empieza a sentirse sobre las piernas, la hilera que se rompió en la subida al mirador y queda casi destrozada en la bajada formándose distintos grupos que van a su paso, y comentado sus micromundos.

Entrar en Galizano es como llegar al oasis, los que íbamos en la última parte de la marcha casi llegamos fuera de control, metidos en nuestras conversaciones: unos que si el Gobierno nos toma el pelo, y otros, que lo que nos toman es por tontos, sordos, ciegos y mudos…, con Revilla a la cabeza todo personaje, y que es el que más nos duele, por su falta de empatía y sus responsabilidades pasados y presentes.
 

Capítulo 6. El Mirador de Ajo
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