MEMORIA

Iglesia y franquismo (II parte)

El poder de la iglesia en España sigue siendo fuerte, y conforma al igual que el Borbonato uno de los lastres de un país al que le cuesta tomar vuelo democrático debido a esas anclajes con el pasado
Franco y el obispo
Franco y el obispo

La largueza del estado franquista con la iglesia fue generosa. Al cederles la enseñanza les proporcionó un lucrativo negocio que explotaron a discreción. Poco o nada invirtió el Estado en cultura y educación ya que en el año 1940 el estado español tenía 119 institutos de enseñanza secundaria y los mismos en 1956.

La creación del terrible Patronato de Protección a la Mujer fue una fuente de ingresos fecunda para las congregaciones religiosas, ya que el estado abonaba un dinero razonable por cada interna y las monjitas encargadas de cuidarlas y  formarlas, se ensañaron con las niñas y adolescentes ingresadas en la institución  esclavizándolas durante largas jornadas de trabajos que diversas empresas les encargaban a los centros. Las empresas abonaban esos trabajos a las congregaciones, pero las niñas y jóvenes jamás recibieron ni una sola peseta por su trabajo esclavo.   Por no hablar del robo de bebés que fue tolerado por el sistema durante décadas e imputado de forma completa a la iglesia.https://www.lapajareramagazine.com/historia-de-un-genocidio-patronato-de-proteccion-a-la-mujer

Hubo diferencias y encontronazos entre la iglesia y la Falange, ambas peleaban por influir en las mentes jóvenes, incluso hubo conatos de agresividad como el que se produjo con el Cardenal Segura, que escribió una carta pastoral criticando al Caudillo por permitir la imposición del yugo y las flechas en los templos, además de criticar acerbamente el apoyo y la simpatía de Franco  hacia  el régimen nazi, que el cardenal consideraba ateo y anticristo (nada que ver con la protección a deportados y gaseados…)  además de criticar  el sitial privilegiado que ocupaba el Caudillo en cualquier acto religioso. La carta enfureció a Franco, amigo de resolver críticas a fusilazos, tanto que  prohibió la publicación de la misiva pastoral  y  propuso la expulsión de Segura del país. Solo la intervención de Serrano Suñer calmó los ánimos de Franco ante  la advertencia del enorme problema diplomático que surgiría con el Vaticano si era expulsado el Cardenal primado de España. Poco después, Roma, cambió a Segura por otro cardenal más dócil al régimen.

Al final de los años cincuenta, la autarquía estaba esquilmando la producción de país, mientras que  Franco experto en camaleonismo, dio un nuevo giro a su gobierno en 1959 permitiendo la entrada de tecnócratas en el gobierno, provenientes del Opus, formando un Consejo de Ministros que se abrió a un liberalismo económico y a una limpieza ideológica de los antiguos dogmas falangistas. Para entonces, los camisas viejas que quedaban, o estaban domados anexionados al carlismo y al tradicionalismo (la reunificación de los partidos que apoyaron la guerra se realizó en los primeros días de la postguerra, pasando a convertirse en partido unico el denominado, Falange Española y de las JONS)  o  habían sido expulsados y encarcelados. El ligero barniz social que poseía la inicial Falange había perdido todo su color para pasar a convertirse en mero folclore ideológico. Como decimos, a partir de 1959,  los nuevos amos de España, vestían traje, corbata y olían a perfume caro, lejanos los tiempos de las camisas remangadas que se bordaron en oro ayer.

Un nuevo desafío llegaba de prisa al franquismo que renqueaba con un Franco en decadencia, las fronteras inundadas de turismo y las playas llenándose de suecas en bikini que pronto las nativas adoptarían sin mucho rubor. Se pasó de bailar en fiestas populares a medio metro de distancia, de noviazgos con carabina y miradas reprimidas además de  manitas ocultas,  a una feria de vanidades que atraía la costa y el sol. España necesitaba divisas y el turismo era la puerta de entrada, para ello, era preciso un “aggiornamiento” del régimen porque  resultaba incómodo para los turistas intuir cárceles llenas, palos en las calles y policías de la moral por las zonas de esparcimiento. Además de eso, en Roma,  había llegado un nuevo papa que se convertiría en un profundo dolor de cabeza para el régimen. Juan XXIII accedió al papado con sonrisa beatifica y ganas de voltear la iglesia de arriba abajo.

El Concilio Vaticano II  comienza en 1959 y no acabaría hasta 1965, del mismo saldrían las nuevas  políticas sociales de la iglesia como  la libertad religiosa,  tornándose la mirada hacia los desheredados de la tierra, con lo que comienza un largo periodo de alejamiento del franquismo. En junio de 1967 entra en vigor una nueva ley sobre derecho civil y libertad religiosa ante la cual, Carrero Blanco, se revuelve para impedir su publicación por el Vaticano. A la vez la sede romana solicita del Caudillo que renuncie a la “presentación” de obispo, que era una prerrogativa concedida por el anterior papa a Franco, para que fuera el mismo Caudillo  quien designara y nombrara obispos. Por supuesto, Franco ladró un NO a la renuncia ante lo cual, años después, el Vaticano, tomó una decisión salomónica,   nombrar obispos auxiliares, formula que no entraba en la prerrogativas del Caudillo y dejaba las manos libres a Roma. Hay que decir, que Franco no repudió la «trampa» ideada por el Vaticano, cosa  que le traería problemas en un futuro.

Con los nuevos aires conciliares los seminarios y las parroquias se llenaron de curas “rojos”. tal como los tildaba el régimen. En 1972,  fue nombrado como presidente de la Conferencia Episcopal, el cardenal Tarancón que sería una gran y molesta piedra en el zapato o en la bota del Caudillo. Los muros de España se llenaron con el dicho “Tarancón al paredón” como se vio profusamente en el entierro de Carrero Blanco. Durante la década de los sesenta a los setenta se llegaba a un cuarenta y cinco por ciento de curas que sintonizaban con el Concilio Vaticano II. El resto seguían fieles al nacional catolicismo de postguerra.

 Llegan los tiempos en que determinados sectores del catolicismo,  provocaron críticas al régimen como :

 Las declaraciones del abad de Montserrat, Aureli M. Escarré: «España aún se encuentra dividida en dos bandos. Los vencedores, entre ellos la Iglesia, no han hecho nada para poner fin a esta división entre vencedores y vencidos: este es uno de los fracasos más lamentables de un régimen que se dice cristiano, pero que no obedece los principios básicos del cristianismo». Estas palabras provocaron que tuviera que exiliarse

la manifestación de sacerdotes en Barcelona en protesta por las torturas policiales a un estudiante (1966)

el protagonismo de organizaciones católicas (JOC,HOAC) en las movilizaciones obreras.

Justo entonces da comienzo a un anticlericalismo por parte de elementos ultraderechistas y falangistas que llega, incluso, a atacar iglesias y curas vaticanistas. Van surgiendo en las parroquias diversos movimientos como la JOC, la HOAC, que pasan de ser cristianos de base movilizados por la doctrina social de la iglesia hasta, en poco tiempo, ser permeabilizados por el PCE que ve en los movimientos eclesiales una cuña perfecta para herir al franquismo. Tal como hizo con el Sindicato Vertical, inundándolo de liberados sindicalistas que serían la base fundacional de CCOO. De la HOAC salieron muchos de los que poco después llenarían los calabozos de la DGS y  las luchas por la democracia y la transformación social.

A la vez fueron surgiendo divergencias en el Consejo de Ministros…famosas se hicieron las luchas entre Fraga y Castiella (reformistas a su manera)  contra Carrero Blanco (depositario de las esencias nacional católicas) hasta que la voladura del coche del marino cántabro solucionó las disputas.

Los problemas originados por el nuevo clero revoltoso llevó al régimen a crear una Cárcel  Concordatoria, en Zamora,  específica para sacerdotes y religiosos que con sus nuevas fórmulas de entender la fe revolucionaban la tranquilidad de cementerio tan gustosa del régimen franquista*. Las iglesias se convirtieron en refugio seguro, ya que el Concordato garantizaba la inviolabilidad de los recintos religiosos, celebrándose en ellas asambleas, encierros y conjuras para dinamitar una dictadura que se mostraba herida y acorralada, pero no por ello menos peligrosa.

La antigua CEDA republicana, se fundó  con integrantes de Acción Católica, que a su vez  había visto la luz en 1909, cuyos medios de prensa eran El Debate y Ya teniendo importancia la adscripción de militantes en su lucha contra la República. Disueltos los partidos después de la guerra, la CEDA desapareció pero no así la Acción Católica que siguió teniendo cierta influencia en el régimen franquista. En 1928 se fundó el Opus Dei que años más tarde conformaría con sus políticas y compadreos, el último tramo de la dictadura, propiciando el llamado “milagro económico” del franquismo, que no era tal milagro, sino la opulencia que llegaba con las divisas producidas por el turismo y la masiva emigración de españoles por el mundo, de cuando éramos nosotros/as las que emigrábamos y quitábamos el pan e invadíamos la cultura a otros pueblos…

El Opus llenó los consejos de administración de las grandes empresas, tomó el poder económico y ministerial de España, dejando su impronta en cualquier sitio que tuviera algo que ver con el poder. Sus largos y enrevesados tentáculos han llegado hasta hoy, incluso se han introducido en los partidos de centro derecha e izquierda.

El poder de la iglesia en España sigue siendo fuerte, y conforma al igual que el Borbonato uno de los lastres de un país al que le cuesta tomar vuelo democrático debido a esas anclajes con el pasado.

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